El bar está en los bajos de un enorme bloque de pisos de estética franquista, aunque esos bloques para familias obreras también están en los suburbios de Bucarest, de Sofía, de Vílnius, de Riga. Los vi en Milán y en Saint-Denis y en Badia del Vallès. Son las 10 y media de la mañana, el local está silencioso y en penumbra. Hay una mujer de unos cincuenta años echándole monedas a la tragaperras y luego, más al fondo, dos hombres, posiblemente jubilados y más bien resquebrajados, cada uno en su mesita. Uno de ellos tiene un cortado enfrente, el otro una mediana. Ambos contemplan la enorme pantalla del televisor, en donde retumba la tertulia matinal de Antena 3.
En la pantalla hay tres mujeres rubias. Una de ellas es consejera de la Comunidad de Madrid y las otras dos, tertulianas o periodistas. Todas rubias y bronceadas. Ayer hubo una agresión sexual contra la trabajadora de un centro de menores y la culpa la tiene Pedro Sánchez, conclusión que todo el mundo aplaude en la pantalla. E incluso en el bar, en donde uno de los espectadores solo tiene un comentario: "hijo de puta". El insultado es, por suspuesto, el presidente.
Al día siguiente, el diputado señor Miguel Tellado habla de enterrar al gobierno en una fosa. Enterrar en una fosa al gobierno "que nunca debió existir". Y la ocurrencia es jaleada y aplaudida. Ya solo existen enemigos a los que hay que suprimir a toda costa y cuanto antes, hijos de puta y anomalías. La democracia se esfuma deprisa, el diálogo parece un ensueño olvidado. Los debates fueron sustituídos por retahílas de monólogos autistas cuyo hilo es el encadenamiento de frases de medida tuit, cuya filosofía es la desfachatez y la ignorancia. Quizás alguien nombra a la libertad, pero la igualdad y la fraternidad se fueron por el sumidero y los valores fundaciones se evaporan. Mola más el insulto, la insinuación de la sangre.
Un grupo de amigos veinteañeros en la terraza del bar. Uno de ellos anuncia que, en las próximas elecciones catalanas, votará a Sílvia Orriols. Para defender a Cataluña, para defenderos a vosotros, estamos en una encrucijada y se trata de ellos o nosotros. Ese es el lugar en donde estamos, pegados a las cuerdas del ring esperando los golpes más terribles y la salpicadura roja. A España le gusta la sangre y por eso los toros. Un periodista me facilita los importes multimillonarios que han cobrado algunos medios a cargo de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de Madrid. Unos pocos ejemplos: El Mundo se ha llevado algo más de un millón de euros, OK Diario se ha llevado 538.000 €, y un medio tan extremado como "The Objective", 66.500 €. Todos se presentan como medios independientes.
A quienes vivimos en Cataluña todo eso nos resuena: la Generalitat independentista inundó de dinero público a los medios privados (se llama sinergía público-privada) para que se posicionaran a favor de la independencia. No vamos nada desencaminados quienes afirmamos que la coalición patriótica española de PP y Vox emula los procedimientos de la colación patriótica catalana de Junts y ERC. Y les sale bien. El autoritarismo actúa así, desvergonzado y despilfarrador. En Cataluña, la mayoría de la población aplaudió el proyecto independentista sin saber muy bien por qué ni para qué, y se limitaba a repetir las frases ocurrentes de los medios comprados. Incluso La Vanguardia del Condé de Godó se hizo indepe: donde manda Don Dinero no manda el periodismo. Repetir que un gobierno "no debería existir" es una atrocidad conceptual y democrática que fulmina el razonamiento y lo deja al nivel del barro, le pone a los pies de los caballos (o de los burros) e invita a la barbarie. Pero ahí está: en los titulares. En los titulares breves destinados a una ciudadanía con severo déficit de atención.
Los patriotas son así: o mandamos nosotros o rompemos el juguete. Eso lo he visto infinidad de veces en niños y niñas de corta edad, que tienen la excusa de ser pequeños y no ver más allá de ese egoísmo que parece tan natural en los pequeños, y que nos va pareciendo normal en adultos que han pasado por la escuela y la universidad, y que viven con relativa holgura y que se expresan con total libertad en los medios y en las redes. Ese juguete, que se prefiere roto antes que en manos de otro, es España, que en definitiva somos usted y yo y nuestras vidas, nuestro bienestar menguante, la posibilidad de vivir en paz con el vecino. Tal como hicieron los independentistas catalanes, prefieren un país caótico y jodido, agresivo y desagradable. Lo malo es que, si algún día obtienen el juguete de nuevo, estará demasiado roto como para ser recompuesto y tan solo habrán conseguido bajar unos cuantos peldaños hacia el pozo del autoritarismo y el oprobio.
En los foros de esos medios inchados con subvenciones, el comentador anónimo sube el nivel de la agresividad y se permite ir mucho más allá del portal abierto por "me gusta la fruta", eso tan gracioso y ocurrente que triunfa en las fiestas mayores y a partir de cierta hora y de cierto nivel de alcoholemia, cuando ya se ha rebasado cualquier atisbo de corrección, cuando ya todo da igual y prefiero a España rota antes que roja (¡como si el PSOE fuera rojo!). Jóvenes que nacieron en la democracia y fueron a la escuela pública saludan al falangismo y a esas ideas que promovió Ramiro de Ledesma aunque no saben quién es Ramiro, ni qué significa vivir bajo el yugo de una dictadura. La pregunta que me carcome es: ¿qué hizo mal mi generación para que esos jóvenes de hoy vean en Feijoó, en Abascal o en Orriols el lugar de la ilusión?
Este fin de semana hay una convención del think tank de Le Pen en Barcelona. Y ninguna de la izquierda, que anda perdida y en Babia, y ensimismada en sus luchas internas, incapaz de promover esperanza ni generar titulares. En Cataluña, los canales de youtube que promocionan a Sílvia Orriols han crecido como setas en una cueva, aunque nadie sepa como se financian, pero alguien las está financiando. Y no se olviden de lo más elemental: el que invierte lo hace a corto plazo, y con la pretensión de sacar beneficio alto y rápido.
¡Póngame otra caña! resuena en el bar del bloque de obreros.
Hay poco amor en la política, por eso nunca me ha interesado
ResponderEliminarEn la política no hay amor pero debería haber diálogo.
EliminarSuscribo todo. La zafiedad, la mala educación y las insinuaciones de tinte gerracivilista es lo que predomina hoy.
ResponderEliminarLo zafio es lo que se lleva, es muy triste. El titular rápido. Creo que España está fascinada por la guerra civil, este espacio en el que está permitido matar al que no piensa como tu.
EliminarUn problema con lo que no cuentan, LLUIS, la parte del PP que no está conforme con el PP votará Vox, pero la parte que no está conforme con PSOE y es socialista, esa no votará.
ResponderEliminarCon eso no cuentan, LLUIS. Lo fian todo a la mala gestión de la dana (nefasta) y a lo zafios de sus líderes (que lo son), pero nadie piensa en la gente socialdemócrata de verdad, la de corazón, que las hay a miles, esa gente, te insisto, no irá a votar. El porqué es sencillo: no se sienten representados.
salut
En toda Europa hay un aumento de la abstención en las filas socialdemócratas, es cierto. Y por eso triunfan las opciones más derechistas. Sin embargo, en Inglaterra se hundió la derecha neoliberal en favor de los laboristas (aunque Setermer es un laborista similar a Tony Blair, muy poco socialista). El riesgo está en que la propuesta liberal moderada desaparece en favor de la extrema derecha. En Alemania les fue de poco y en España ya veremos, porqué Vox podría sacar más votos que el pobre Feijóo, un pobre hombre con pocas luces y ningún liderazgo. La cosa está complicada y no se intuye ninguna mayoría fácil. Si las cosas no son claras sigue ganando terreno la opción autoritaria. Quizás la democracia en Europa esté llegando al final de sus días. Debemos preocuparnos mucho por nuestros hijos y nuestros nietos.
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