Imagen extraída de Crónica Global El show debe continuar. Las bicicletas se caen cuando uno deja de pedalear, por dejadez o cansancio. Clara tiene miedo de caerse. Y lo último que quiere Clara es caerse del candelero: quiere figurar, aparentar que es alguien, que es algo, algo que todavía cuenta. Se apagaron las luces del teatrillo: el público se marchó, algo decepcionado con una obrita que prometía mucho y daba poco, apenas justificaba el sueldo de los actorcillos. Los trabajadores del teatro revisaron la platea, el personal de limpieza hizo su parte. Y cuando el local estaba en silencio, la actriz Ponsatí apareció de nuevo en el escenario y pidió que la iluminaran. El encargado de las luces, a punto de marcharse y disimulando un bostezo enorme, le dio al botón. Sobre el escenario, Clara declamó algo, con aspavientos, un fragmento de la obra, como un bis absurdo que nadie le había pedido. El director de escena, oculto entre las bambalinas, la observaba por un agujerito, como un Norman...
Este es el diario de un catalán no nacionalista, lo que podríamos llamar, siguiendo a Habermas, un patriota constitucional, partidario de la igualdad en la diferencia.