Saikou, nueve años. Alumno de tercero de primaria. Pequeño, listo, puro nervio, alegre. Ojos grandes, siempre muy abiertos, como si quisiera meter todo el mundo en su retina con una sola mirada, un travelling vertiginoso. Niño nacido en Senegal que lleva seis viviendo en una ciudad del cinturón de Barcelona. En la entrevista inicial pregunto algunos datos. ¿El trabajo del padre? Trabaja en el metal, me dice la madre, pequeñita y escuálida, ojos tristes y cansados, bajando la mirada. Poco más tarde comprendo que "trabajar en el metal" significa que el hombre, con un carrito de supermercado, va por la calle durante doce horas al día recogiendo metales abandonados por las esquinas y en los contenedores. Luego se los vende a un intermediario, tipo enjuto que dispone de una gran nave y una báscula en las afueras, que luego revende a vete a saber quién. El intermediario es catalán como yo. Eso es trabajar en el metal, uno de los destinos que les esperan a los hombres que arriesgaro
Eric X. Li es un tipo interesante al que hay que escuchar. Es probable que muchos vean en él al demonio de los negocios chinos, ese raro espécimen chino que es el capitalista comunista. O el comunista capitalista. En una conferencia de hace diez años que pueden ver con facilidad , perfectamente subtitulada, Li expone el modelo chino de política y economía y lo cuenta des de los valores culturales chinos que a nosotros nos pueden parecer incomprensibles. Quizás haya datos de bienestar sobredimensionados, y quizás rehúye la pregunta sobre protestas que se dan allí, como en todas las partes del mundo. Pero hay algo que me ha impresionado, y es el durísimo ascenso de los líderes en la jerarquía del Partido. Eric Li habla de una férrea meritocracia, de políticos de carrera que tardan 20 y 30 años en ascender hasta la cúpula. Incluso se permite algún chascarrillo sobre la corrupción: si la solución a la corrupción es el sistema democrático occidental, entonces ¿cómo es que hat tanta corrupci