Hay mañanas en las que me despierto con una musiquilla facilona en la cabeza: a veces es Rosalía, a veces Stromae. Un día fue Medina Azahara. A veces es más raro: ayer me desvelé con un verso de José Agustín Goytisolo, escuchado en su propia voz. Aunque luego, una vez lavada la cara con agua fría, me di cuenta de que el verso es de Gil de Biedma. Nota: todavía nada ha superado la mañana en la que amanecí con una frase de Unamuno, de San Manuel Bueno, mártir . Luego me pongo a escribir, para combatir esa rareza de una memoria que todo lo emborrona, que todo lo mezcla para dar, por fin, con un destilado que será -me lo temo-, el único sentido posible de la vida, el sinsentido triste y bello de un salpicón de errores, lagunas, falsos recuerdos, la ensoñación. Creo recordar que, cuando fuimos adolescentes en el Instituto San José de Calasanz, éramos cinco amigos que nos imaginamos amigos para siempre y entregados a causas perdidas, románticas, maravillosamente ridículas, y nos veíamos...
Este es el diario de un catalán no nacionalista, lo que podríamos llamar, siguiendo a Habermas, un patriota constitucional, partidario de la igualdad en la diferencia.