Cuando descubrí la librería que lleva el nombre entrañable de Librerío de la Plata dejé de comprarle libros a Jeff Bezos. Se trata de una venganza largamente esperada. Todo lleva su tiempo, y la paciencia es la mejor aliada, eso lo saben todos quienes disponen de paciencia. Hubo un tiempo en el que me gustaba mucho andar por las librerías, un deambular ocioso y placentero que se alternaba con visitas a cafés, calles y rincones de las ciudades. Algunos anticuarios, algunas salas de cine, alguna -más bien escasa- galería de arte. Muchas tardes las dedicaba al paseo sin rumbo, orientado solo por algunas referencias, a menudo aleatorias y casuales. Siempre había librerías en ese deambular urbano que, por entonces, se me antojaba una ocupación diletante y espiritual, una práctica de algo muy parecido a la civilización en esa Europa que es cada vez más decadente y, por consiguiente, más poética. Sin embargo, la mayor parte de las librerías catalanas cometieron el error, codicioso, de llenar ...
Este es el diario de un catalán no nacionalista, lo que podríamos llamar, siguiendo a Habermas, un patriota constitucional, partidario de la igualdad en la diferencia.