Cuando descubrí la librería que lleva el nombre entrañable de Librerío de la Plata dejé de comprarle libros a Jeff Bezos. Se trata de una venganza largamente esperada. Todo lleva su tiempo, y la paciencia es la mejor aliada, eso lo saben todos quienes disponen de paciencia.
Hubo un tiempo en el que me gustaba mucho andar por las librerías, un deambular ocioso y placentero que se alternaba con visitas a cafés, calles y rincones de las ciudades. Algunos anticuarios, algunas salas de cine, alguna -más bien escasa- galería de arte. Muchas tardes las dedicaba al paseo sin rumbo, orientado solo por algunas referencias, a menudo aleatorias y casuales. Siempre había librerías en ese deambular urbano que, por entonces, se me antojaba una ocupación diletante y espiritual, una práctica de algo muy parecido a la civilización en esa Europa que es cada vez más decadente y, por consiguiente, más poética.
Sin embargo, la mayor parte de las librerías catalanas cometieron el error, codicioso, de llenar sus escaparates con la prosa independentista. El independentismo le hizo un daño imperdonable a la masa forestal del planeta, puesto que los libros que se publicaron en aquella triste década, todos ellos debidos a políticos tan oportunistas como zafios, no justifican los miles de árboles talados para estampar esas páginas lamentables de lirismo patriótico que, al fin y al cabo, no han aportado nada relevante.
Dejé de entrar en las librerías en cuyo escaparate se exhibían, como obras atractivas, las paginitas de Rull y Turull, de Rahola, de Llach, de Puigdemont y sus exégetas, de todos esos periodistas advenedizos que vieron en el "procés" un lugar al sol del mercado. Esas librerías terminaron por ser hegemónicas. O casi. Una vez agotado el impulso independentista, ahogado en sus propias miserias y sus luchas internas, los libros desaparecieron. Pero yo no lo olvido.
El Librerío de la Plata es un oasis en medio del desastre. Para un amante de la literatura latinoamericana, esa larga pared de obras clasificadas por países, de Argentina a Uruguay, es un cielo despejado sin el agobio de las novedades ni las modas. Ahí están mis querido clásicos, esas novelas que, en algún momento de la vida, me salvaron y me abrieron al mundo. Porque la literatura salva, y García Márquez salva. Cuando crucé el umbral supe que comprar libros por Amazon se había terminado para mi. Y así fue.
Uno recupera el gusto de hablar con quien vende, el tacto de las portadas, y ese olor indefinible de las estancias en las que hay mucho papel. Y me gusta ver a las clientas (digo clientas porque clientes casi no he visto aunque debe haberlos, claro) que hablan y preguntan, con quienes puedo interactuar sin pulsar previamente contraseñas ni códigos QR.
La próxima semana entraré a comprar Conquistadores, la novela de Éric Vuillard que han tardado nueve años en traducir al castellano.
Fa com els boletaires, que no dius on és la llibreria perquè no hi anem, però sé on és, té molta literatura sud-americana. Per cert, tenim un cafè pendent.
ResponderEliminarSalut-
Te entiendo,es un placer tocar y oler.Hablar con el librelo.Lo triste es que llegado un tiempo,dejas de leer,por diferentes circunstancias,relacionadas con la edad.Te deseo que tu tiempo para la lectura,sea lo más largo posible.
ResponderEliminarSaludos
Provença/Urgell, te dejo otra. Es de segunda mano, pero puedes encontrar de todo. Encontré esta semana pasada, que tuve que ir a unas pruebas al Clinic, un libro de Mounier que es una delicia.
ResponderEliminarSalut
Pues me enorgullece reconocer que jamás he comprado a distancia ningún libro, es decir a la Amazon o a sanpedrobendito. Que sigo siendo de librería y fiel, aunque a lo largo de la vida se cambia de proveedor, bien porque se haya cerrado la tienda, la mayor parte de las veces, o por algún desencuentro, en el menor de los casos. Y hablo sobre todo bien de las librerías pequeñitas donde se trenzaba amistad con el librero, que era más librero que vendedor, que me permitía incluso llevarme el libro a casa antes, hojearlo y curiosamente, creo que apenas devolví alguna vez un libro. Acababa quedándome con él y pagándolo. Esto ya no existe, y en las librerías, por mor del ingente volumen de libros editados que no hay dios que pueda retener todos los tìtulos en mente, ni siquiera a veces el internet, cunden los empleados, no ya los libreros. Pero hay empleados con los que se puede establecer empatía y simpatía. Así que por la fortuna de vivir en una ciudad cómoda, donde mis desplazamientos son peatonales jamás me engancharé a comprar nada por correo para beneficio de intermediarios multimillonarios. Y cuando algún libro que me interesa y ya de segunda mano no lo encuentro aquí le pido a algún amigo de Madrid que vaya y lo compre y luego me lo hace llegar. Saludio y todo este comentario viene por mi comprensión de tu texto.
ResponderEliminarFackel, hace más de 25 años, si querías libros técnicos no tenías más remedio que ir a Amazon, recuerdo que en la harinera donde trabajaba el Sr. Martí tenía un ordenador solo para comprar libros a Amazon.
ResponderEliminarPor muchos años ¡
ResponderEliminarCuídate
Salut
tulibreria.es
ResponderEliminarLos libros son una fuente invaluable de conocimiento y entretenimiento. A través de sus páginas, podemos viajar a otros mundos, aprender nuevas ideas y expandir nuestra imaginación, todo mientras cultivamos nuestra mente.