Nadie quiere vivir mal y, sin embargo, a menudo es imposible evitarlo: desgracias pequeñas o grandes y propias o ajenas, imprevistos lamentables, malas noticias, tormentas. Ahí está: hay un montón de males que, como los virus y los buitres, nos sobrevuelan. Una mala coyuntura cuyo origen es lejano, remoto o desconocido nos puede dejar enfermos, pobres, hambrientos, desahuciados. Contra eso no podemos hacer nada. O casi nada: quizás algo de prevención, a los sumo. Esos males son los males que debemos (o deberíamos) aceptar a cambio de estar vivos. Pero no deberíamos aceptar otros males además de esos. No deberíamos aceptar chantajes, abusos ni amenazas. No debemos agachar la cabeza ante el miedo de los que quieren infundir miedo. Ese tipo de males no provienen de la naturaleza ni del azar. Algo así lo dijeron pensadores griegos y muy importantes hace miles de años. Pero ya lo ves, debemos repetirlo. Repetirlo una y otra vez. Lo que nos sucede, en Cataluña, es que llevamos demasiad...
Este es el diario de un catalán no nacionalista, lo que podríamos llamar, siguiendo a Habermas, un patriota constitucional, partidario de la igualdad en la diferencia.