Ustedes se habrán encontrado alguna vez con un niño de esos al que solemos calificar de "niño mimado", ese niño repelente acostumbrado a que se le concedan todos sus caprichos. No falta un niño de esos en cada clase. Esa clase de niños exigen en vez de pedir, son incapaces de negociar y no soportan la negativa: ante un no, arrancan a llorar con un llanto irritante, más falso que un euro de madera. Cada vez que contemplo al señor Comín le imagino de niño, en pleno berrinche, exigiendo sin clemencia que le compren su chuchería predilecta. No lo puedo evitar. En estas elecciones le han puesto en los carteles con una sonrisa y mirando a lo lejos, hacia un horizonte que le divierte pero no se sabe cual es. Un sol de tarde le ilumina. Debe ser el sol a la salida del cole, cuando pide su chuchería. Antoni Comín es un personaje de esos en el que no pensaría jamás, pero me han puesto su efigie en cada esquina y no puedo evitarle. Fíjense en que la imagen de Comín se presenta en dos m
Este es el diario de un catalán no nacionalista, lo que podríamos llamar, siguiendo a Habermas, un patriota constitucional, partidario de la igualdad en la diferencia.