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Mostrando entradas de febrero, 2024

KOLDO Y LA REALIDAD

Un prado de hierba verde: visto a cierta distancia es un lugar ameno, y uno se imagina casi flotando encima de él, tumbado en el verdor fresco como un colchón natural en donde dormiremos una siesta memorable. Luego, cuando te dispones a tumbarte y lo ves más de cerca, aparecen algunos pinchos hirientes, bichitos corriendo arriba y abajo, una boñiga seca. Así parece comportarse la realidad siempre y en todas partes, y cuando uno la observa a través del microscopio no ve mucha belleza en las bacterias y los parásitos que se alojan en nuestro interior. Júpiter es bellísimo, pero nadie querría poner sus pies en ese planeta de colorines. La realidad no es bella y el secreto está en el pacto con ella. Las organizaciones no escapan a este patrón: exhiben sus bellos ideales a lo lejos, con buenas y bonitas palabras, con eslóganes rimbombantes y principios a los que nadie puede resistirse: igualdad, o libertad. Esos son los dos polos. Luego está el trato que se le da a lo común, a lo público. V

TURULL, LA DOBLE MORAL CARDÍACA

El señor Jordi Turull ha tenido un susto por la cosa de la salud. Cuando sintió la opresión asfixiante en el pecho, corrió raudo hacia el hospital. Como hubiera hecho yo. Y, para mi sorpresa, corrió hacia un hospital público, también como lo haría yo. El firme defensor de la privatización, el negocio, el político business friendly prefirió lo público cuando se trataba de su vida. A mi no me queda otra opción que recurrir a la sanidad pública, puesto que no dispongo de alternativa. Pero él sí podía y, sin embargo, decidió que le arropara el estado. Ese estado que considera perverso. Y represor, para más señas. Siempre me maravilla como nos metamorfoseamos ante la Parca, cuando le vemos las fauces al lobo. No acudió a ninguna bella clínica de la parte alta, ninguno de esos chalecitos con jardines llenos de médicos sacados de un spot televisivo, canosos y de brillante currículum que incluye hospitales privadísimos de Estados Unidos. Nada de eso: se puso en manos de lo común, en un enorme

EL HORROR, DICE, EL HORROR

"El horror, el horror". Esta es la frase final de "El corazón de las tinieblas", una de las mejores novelas de todos los tiempos y publicada en el último año del siglo XIX, y luego versionada mil veces y adaptada para el cine otras tantas. En esta novela breve, Joseph Conrad no solo da una lección magistral de narrativa: también cuestiona la cultura, la civilización y la moral (la doble moral) de occidente. Ese corazón de las tinieblas, al final del relato, parece ser la Europa colonizadora y esclavista más que la profundidad selvática del Congo. En esto he pensado hoy, viendo fotos al azar de gente que se presenta en las redes sociales: personas con fondos de ciudades que parecen todas la misma, como si el planeta estuviera cubierto por una capa urbanizada idéntica en todas partes, con esos bloques que podrían ser nichos de un cementerio global, uniforme como el dibujo de una colonia de bacterias en una placa de Petri. Hay algo enfermizo en esa pulsión urbanizadora

RESURRECCIÓN, DICE FÉLIX

Una mañana, Félix se presentó en clase con un tarro de cristal que contenía una víbora enroscada en una espiral casi perfecta, con los ojitos abiertos y vidriosos, cubiertos por una pátina blancuzca y fea. «Está muerta», le dije en un susurro. Él asintió con un movimiento leve de su cabeza morena, de pelo hirsuto al rape y ese tupé de Tintín. «Hay animales que no soportan la cautividad, solo viven si son libres». Él asintió de nuevo, contempló a la pequeña serpiente unos segundos y luego levantó los ojos chisporroteantes y me dijo: «A lo mejor resucita. En Sorpe resucitó una mujer». Félix es uno de los niños más difíciles que he conocido. Desde el instante en que le conocí me percaté de que era un niño especial. Su conducta provocadora y gamberra escondía un espíritu salvaje, de una pureza desconocida. Un niño de esos que te obliga a preguntarte si esa institución que llamamos escuela está bien pensada y si es de veras algo que conviene a los niños. Estoy seguro de que es gracias a lo

NADJA ESCRIBE

Hace algunos años, cuando ejercía de maestro rural, llegó una niña nueva a la escuela, con el curso ya empezado. Era una niña menuda, pálida, extraordinariamente rubia, ojos gris azulado. Acababa de llegar de Rusia, de algún rincón de la Rusia profunda. Su madre acudió a la entrevista y me contó: se había casado, meses atrás, con un ganadero catalán de las tierras altas, un hombre rudo al que solo vi una vez: de verbo parco, de gesto adusto, de mirada torva. Quizás buena persona. Se conocieron por internet, sobra decirlo. Enseguida vi que el ganadero se había comprado a una mujer rusa, rusa y pobre. Ella lo dejó todo para instalarse en una masía de las afueras, en un lugar pedregoso y aislado, de una región desconocida llamada Cataluña. Cuando la mujer leyó "España" en los mensajes del ganadero catalán, quizás pensó en la costa de Cádiz, en Barcelona, en Madrid, en Sevilla. Pero fue un pueblo de mil ochocientos habitantes en el Prepirineo leridano. Una vez allí, y en cuanto

LA TRAMA RUSA

Sigo con interés menguante las trifulcas de la política catalana. Quizás porque tengo otros temas en qué pensar, o porque el asunto es muy tedioso en si mismo. Muchas veces, las noticias se aparecen más a chascarrillos, a peleas de patio de escuela. La disputa por el control de ese ente llamado "electorado independentista" dan más risa que pavor. Uno ya ha llegado a desear que les apliquen la amnistía o la extremaunción, que pueden ser lo mismo. Leo (con el rabillo del ojo) el asunto de la trama rusa -o la trama risa - embrollo propio de Mortadelo y Filemón en donde aparecen los nombres más estrambóticos de aquellos años locos, entre 2016 y 2019, la culminación de la euforia que ahora se arrastra, convertida en llanto y melancolía. Puede que sea cierto: algunos allegados al expresidente Puigdemont sondearon la posible ayuda rusa para la independencia, y un supuesto agente secreto les timó de lo lindo con promesas hilarantes: 10.000 soldaditos (¿lanzados en paracaídas?), un ar

EL ABUELO MASÓN

Leí las memorias del abuelo Miquel sentado en un piso lejos de Barcelona, en un invierno áspero. Me pareció que estaba en Saturno. Pero regresé, en un viaje interestelar a la velocidad de la luz, hasta el living en donde encontré a Roser muerta y tan fría, tan extraña. Y me reencontré con sus libretas y sus listas de apariencia absurda y trastornada. Y entonces supe que estoy obligado a volver una y otra vez sobre Roser y Miquel, como por un imperativo, y que debo escribir y pensar sobre ellos. Esas listas al final de sus días me preguntan algo des de la oscuridad de sus voces apagadas. Las memorias del abuelo, escritas en el exilio de Francia y con una caligrafía elegante y estricta, como de escuela disciplinaria, ocupan poco más de doscientas páginas. En las últimas 29, Miquel hace un inventario pormenorizado del mobiliario que había en su último puesto de trabajo, que no era otro que la Prisión del Castillo de Montjuïc. En esta lista se cuenta que en los despachos del presidio habí

MELANCOLÍA 1

Cada año, a principios de año, regreso sin apenas quererlo a los primeros días de aquel año. Mi madre acababa de morir y yo vaciaba su piso. Este blog se titula "Diario", y a veces lo parece. Pero siempre escribí diarios, en etapas distintas de la vida. Hoy reencuentro el diario de cuando vaciaba el piso. * * * Mis trabajos como liquidador del piso merecen un suspenso. Cada cajón que abro me supone un esfuerzo titánico. Termino con el vino de Madeira y tengo que comprar más botellas. Cada vez que encuentro algo algo tengo que sentarme, beber y meditar. O dormir. En la mesita de noche de mi madre hallo un fajo de papel envuelto en seda, atado con un cordel de jute. Contiene las cartas de amor que se habían intercambiado mis padres cuando eran novios, a finales de los años 50 del siglo pasado. Hago acopio de valor con el vino y las leo del tirón. Las cartas de mi padre son breves, torpes y formadas por los tópicos románticos más consabidos. Podrían pertenecer a viejos boleros

EL MALESTAR EN LA DOCENCIA

Bajo este título, un lector sospecharía que me voy a poner sindicalista y exigiré mejor sueldo. O mejores condiciones laborales, como más vacaciones o más horas libres. Pero no se trata de eso, ni tan solo del disgusto que nos llevamos los docentes tras ver los pésimos resultados en comprensión lectora y matemáticas, que es muy grave y de veras muy decepcionante. Uno solo puede horrorizarse ante una generación incapaz de comprender lo que lee, que es una sociedad manipulable hasta el infinito. Se trata de otro asunto. Como ustedes saben, la escuela de hoy le dedica esfuerzos y mucho tiempo a la educación en valores . El alumnado recibe grandes dosis de pautas de pensamiento social: igualdad, solidaridad, empatía, gestión emocional saludable. En este ámbito se deslizan muchas ideas de tipo político, a veces bajo el paradigma científico: sostenibilidad, responsabilidad ecológica, reciclaje. Hay un discurso elaborado contra el derroche, a favor del bien común. ¡El bien común! Sin embargo,

PARÁBOLA DE LA UTOPÍA

Todo el mundo debe de haber soñado, alguna vez, en una utopía, en un paraíso imaginario: en mis tiempos mozos estaban de moda las fantasías anarcorevolucionarias y los paraísos químicos del LSD. Hace pocos años, un arrebato colectivo empujó a muchos catalanes a creer, firmemente, en un país idílico. En vez de tomarse un LSD, se tomaron un chupito de Ratafía. Luego vino el disgusto. Los ricos no se andan con sueños y se compran islas para construir allí, mediante pago, su idea de la felicidad. Suele terminar mal. Ahí están las islas de Geoffrey Epstein o de Marlon Brando. Parece una maldición bíblica. Quizás se debe buscar la felicidad (si es que eso existe) por otros caminos. En el siglo XIX las utopías estaban muy en boga. Casi cada revolución empezaba con un sueño y terminaba con una pesadilla. Un tal Eugène Cabet escribió su fantasía, Voyage en Icarie . Y algo más tarde, un grupo de catalanes fletó un barco, se subieron con lo puesto y se dispusieron a construir la Icaria de Cabet e

IKER Y LA GRAN SUSTITUCIÓN

Iker Jiménez es un divulgador que empezó tratando de extraterrestres, fantasmas y aparecidos y luego derivó hacia la crónica negra salpicada de fenómenos extraños. Parecía muy entretenido para esas tristísimas noches de domingo, cuando el tedio se abraza a la amenaza del lunes. En este momento, lo maravilloso y lo raro le sientan muy bien al cuerpo. Tras más de una década triunfando en la pantalla, Iker se dio cuenta de que el filón de los OVNIs y los espectros no daba para mucho más y empezó a buscar nuevos espacios de entretenimiento. Y fue así como descubrió, algún día, que las teorías conspiranoicas tienen mucho tirón. Después de eso vino lo inevitable: en vez de hablar de la invasión alienígena, empezó a hablar de la gran sustitución, esa teoría de la ultraderecha americana. Iker, con su tono grave y afectado, nos desvela los datos que nos ocultan las autoridades, a saber: la violencia machista es cosa de inmigrantes, la delincuencia es cosa de inmigrantes y por fin lo más terribl