Una mañana me fui a pasear por los escenarios de "Autobús 47", esa película que durante una semanas ha ocupado las carteleras. Los comentarios de la película son muy diversos. El sector nacionalista catalán la ha repudiado (en esta película los catalanes somos los malos, los españoles los buenos) y una parte del sector unionista la ha vilipendiado por ser demasiado tibia, sentimentaloide o algo así. El sindicalismo ha lamentado que se presente al conductor del autobús como a un héroe solitario y explican: la gesta de Manolo Vital (el protagonista, interpretado por Eduard Fernández) respondía a una estrategia colectiva, no es correcto que aparezca como lo hace. La verdad es esta: las películas basadas en "hechos reales" suelen ser poco interesantes. La realidad estricta nos aburre. Juan Marsé decía que odiaba las pelis basadas en hechos reales, pero la verdad es que todas sus novelas están basadas, de algún modo u otro, en hechos reales. Ni tan solo el Señor de los A...
Cuando descubrí la librería que lleva el nombre entrañable de Librerío de la Plata dejé de comprarle libros a Jeff Bezos. Se trata de una venganza largamente esperada. Todo lleva su tiempo, y la paciencia es la mejor aliada, eso lo saben todos quienes disponen de paciencia. Hubo un tiempo en el que me gustaba mucho andar por las librerías, un deambular ocioso y placentero que se alternaba con visitas a cafés, calles y rincones de las ciudades. Algunos anticuarios, algunas salas de cine, alguna -más bien escasa- galería de arte. Muchas tardes las dedicaba al paseo sin rumbo, orientado solo por algunas referencias, a menudo aleatorias y casuales. Siempre había librerías en ese deambular urbano que, por entonces, se me antojaba una ocupación diletante y espiritual, una práctica de algo muy parecido a la civilización en esa Europa que es cada vez más decadente y, por consiguiente, más poética. Sin embargo, la mayor parte de las librerías catalanas cometieron el error, codicioso, de llenar ...