Jordi es el alcalde una ciudad, catalana y de los alrededores de Barcelona. Jordi llegó a la alcaldía tras un periplo de claroscuros y triquiñuelas, pero es el alcalde al fin y al cabo. A Jordi le gusta mucho exhibirse en las redes, que usa sin tapujos para aumentar su popularidad y su autoestima. Eso no se le puede reprochar sin que tengamos que reprochárselo, a la vez, a miles de cargos políticos que abarcan todo el arco ideológico. Aunque, dicho sea de paso, jamás sabremos cual es la ideología política de Jordi, ya que su posicionamiento ideológico, al más puro estilo postmoderno, se oculta tanto como se muestra su imagen. En su apabullante discurrir por las redes sociales, Jordi suele confundir lo público con lo pivado, a veces de un modo indescifrable y otras de un modo demasiado obvio, y con intenciones espurias cuando no aviesas. Sin embargo, Jordi dispone de un enjambre de defensores que -cobrando o de gratis, por puro amor al líder- se preocupan tanto de aplaudir sus intervenc
Mientras me paseaba por el sur de Francia (Altos Pirineos) me encontré con el aviso que pueden observar en la fotografía. Por extraño que resulte, no solo se respeta la norma anunciada si no que nadie ha pintado insultos ni amenazas en la señal. Todo el mundo parece entender que hay lugares en donde no está permitida la entrada a los perros. Es muy sencillo y es por el bien de todos, incluso el de los animales. Hago un breve excurso: en muchas carreteras francesas está prohibida la circulación en bicicleta, y cuando uno se para a pensar se da cuenta de que la prohibición está protegiendo, justamente, a los ciclistas: se trata de carreteras con mucho tráfico y en donde se permite la circulación rápida, con el consiguiente peligro para la bicicleta. Pero volvamos a lo de los animales. Eso funciona así en Francia, país al que nadie puede acusar de no ser democrático o de menoscabar derechos: por poca historia que uno haya leído, sabrá que no se puede decir eso de Francia. Voy a añadir alg