"El horror, el horror". Esta es la frase final de "El corazón de las tinieblas", una de las mejores novelas de todos los tiempos y publicada en el último año del siglo XIX, y luego versionada mil veces y adaptada para el cine otras tantas.
En esta novela breve, Joseph Conrad no solo da una lección magistral de narrativa: también cuestiona la cultura, la civilización y la moral (la doble moral) de occidente. Ese corazón de las tinieblas, al final del relato, parece ser la Europa colonizadora y esclavista más que la profundidad selvática del Congo.
En esto he pensado hoy, viendo fotos al azar de gente que se presenta en las redes sociales: personas con fondos de ciudades que parecen todas la misma, como si el planeta estuviera cubierto por una capa urbanizada idéntica en todas partes, con esos bloques que podrían ser nichos de un cementerio global, uniforme como el dibujo de una colonia de bacterias en una placa de Petri.
Hay algo enfermizo en esa pulsión urbanizadora, pero también hay algo maligno en la contienda entre campo y ciudad, en esos tractores invadiendo ciudades como en un asedio de bárbaros contra la metrópolis del imperio. La eterna disputa entre civilización y barbarie, que tiene muchas lecturas a lo largo de la historia, también incluye el deseo de un imperio decadente por ser invadido y saqueado, como lo escribió Kavafis. O Coetzee, con esa espera tediosa del vigilante que asiste a la corrupción del viejo sistema mientras otea el horizonte esperando ver la polvareda del ejército invasor -que no llega nunca.
En nuestros días hay algo que augura el final del imperio, algo que revolotea, como las moscas en verano y las golondrinas en mayo. Algunos preveen el fin del capitalismo, ese sistema que solo crea desigualdad y dolor, y otros desean el fin de todo, el cometa sacrificial y depurativo que borrará el horror de una vez para siempre y que se llevará las cantatas de Bach pero también todas las atrocidades cometidas por la especie más despiadada. No colonizaremos Marte, mal que le sepa a Elon Musk: nuestro horror se quedará en la Tierra.
La especie que, a veces, escribía sobre la piedad en sus horas oscuras. La especie que escribía filosofía por la noche y durante el día estudiaba, con deleite, Administración de Empresas para sacar el máximo beneficio de una tierra extenuada. La especie que expoliaba la tierra y explotaba a sus semejantes mientras lanzaba sus migajas caritativas hacia abajo, hacia las bocas hambrientas, mientras les exigía contratos de corresponsabilidad. Ningún atisbo de fraternidad, adiós a la igualdad. Y la libertad para los poderosos de cada región, de cada terruño, de cada nación histórica. El horror.
Yo creo que si, que colonizaremos Marte, la luna y todo lo que se ponga a tiro.
ResponderEliminarY que todo lo fastidiarnos.
Somos así