Ustedes se habrán encontrado alguna vez con un niño de esos al que solemos calificar de "niño mimado", ese niño repelente acostumbrado a que se le concedan todos sus caprichos. No falta un niño de esos en cada clase. Esa clase de niños exigen en vez de pedir, son incapaces de negociar y no soportan la negativa: ante un no, arrancan a llorar con un llanto irritante, más falso que un euro de madera.
Cada vez que contemplo al señor Comín le imagino de niño, en pleno berrinche, exigiendo sin clemencia que le compren su chuchería predilecta. No lo puedo evitar. En estas elecciones le han puesto en los carteles con una sonrisa y mirando a lo lejos, hacia un horizonte que le divierte pero no se sabe cual es. Un sol de tarde le ilumina. Debe ser el sol a la salida del cole, cuando pide su chuchería.
Antoni Comín es un personaje de esos en el que no pensaría jamás, pero me han puesto su efigie en cada esquina y no puedo evitarle. Fíjense en que la imagen de Comín se presenta en dos modalidades: en una está solo, solo con su sonrisa. En la otra está rodeado de sus amigos, como si quisiera presentarnos a la colección de malotes que le acompañan: o me votas o mis amigos te darán una paliza. (Dicho sea de paso, la foto con los amigotes es un fotomontaje tirando a muy cutre que me lleva a recordar a "The Thing", aquel ser plurimorfo de una de las mejores pelis de monstruos que he visto).
Personaje más bien oscuro y siempre en tránsito: he perdido la cuenta de los partidos por los que ha pasado. Su paso por la Consejería de Sanidad, por cierto, fue una de las más nocivas para la salud pública catalana. En Cataluña llevamos muchos años de mala suerte. La gestión de la salud, a manos de Comín, solo es comparable a la de Boi Ruiz, aquel tenebroso individuo -también de aspecto infantil- que puso Artur Mas para que aniquilara la sanidad pública.
Antoni Comí, pues, no se presenta con un currículum muy brillante. Solo le brilla el rostro, en la foto. Me lo imagino diciendo: "o me votas o le digo a tu madre que eres del Español".
Este hombre, aprovechando que su candidatura a eurodiputado le ha puesto bajo los focos, advierte ahora a Pedro Sánchez: o me invisten a mi amiguete Puigdemont de presidentito o me cargo su gobierno. En efecto, Comín le exige al presidente del gobierno que, en la región catalana, hagan presidente a uno que no ha ganado, que ha perdido 700.000 votos y del que nadie se fía: incluso la CUP recela del tipo de Waterloo -aunque fue la CUP quien le hizo presidente. Si Sánchez no le obedece, que se prepare, amenaza Comín.
Aunque la amenaza huele un poco a berrinche y a estrategia electoral para que le vote su parroquia, desvela de nuevo el carácter del niño consentido. Juan Marsé dijo unas palabras memorables sobre el político que es Antoni Comín, y las dijo muchos años atrás. Les copio un párrafo de "Últimas tardes con Teresa" que encaja con decenas de políticos catalanes, no solo con Antoni Comín:
¿Qué otra cosa podía esperarse de los jóvenes universitarios en aquel entonces si hasta los que decían servir a la verdadera causa cultural y democrática del país eran hombres que arrastrarían su adolescencia mítica hasta los cuarenta años?
Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, generoso y hasta premiado con futuro político, y todos como lo que eran: señoritos de mierda.
Marsé lo bordó. Siempre se cagó en los señoritos que han vivido del apellido de sus padres (este que nos pones es uno de ellos), pero ¡hay tantos en el prosses¡.
ResponderEliminarSalut