Tarek nació en España, en una ciudad de la provincia de Barcelona. Sus progenitores son de Marruecos y emigraron para dar un futuro mejor a sus hijos: el padre era pastor, albañil y analfabeto, y también hacía recados con su furgoneta. La madre, ama de casa, analfabeta. Una vez en España, la familia encontró un piso compartido con otras dos familias en un barrio periférico de pequeños bloques construido para alojar a las familias que una antigua riada dejó sin casa. El padre encontró trabajos esporádicos en la construcción y el transporte. La madre limpia pisos por toda la ciudad y sus aledaños, todo en dinero negro.
El padre decidió que estarían en este barrio hasta que las cosas mejoren. Pero las cosas no mejoraron, y las opciones e salir del barrio se empequeñecen. Ya no cree que jamás pueda salir de aquí. Quizás Tarek lo consiga, si sale adelante con los estudios.
Tarek cursó la educación primaria con dificultades por el idioma, en la escuela del barrio. La mayoría del alumnado es magrebí y luego están los latinos y los paquistaníes. Cuando estaba en los últimos cursos, la escuela se transformó en Instituto-Escuela, y allí cursa la secundaria. Se queda en el barrio, con los compañeros de siempre. Tarek no conoce nada fuera del barrio. No conocerá nada más que ese pequeño barrio donde se hacinan los suyos. Es posible que termine en la economía sumergida, como su padre y su madre, y que no salga jamás de las calles y las callejuelas que le vieron llegar. A veces intentará salir, con miedo, y ver algo del gran escaparate liberal y refulgente.
Hace unos cuantos años tuvieron la ocurrencia de construir institutos-escuela, una idea que procede los tiempos de la Segunda República. En Cataluña empezaron a construir institutos-escuela en las periferias, con la noble intención de combatir el abandono escolar en el tránsito de la primaria a la secundaria. Sin embargo, lo que se oculta detrás de la nobleza quizás sea otro fracaso, otra profundización en el mecanismo segregador.
El instituto-escuela consigue que, en los barrios más desfavorecidos, el alumnado transite hacia la educación secundaria y gradúe por fin en la oscuridad del barrio pobre. En un entorno tan protegido como marginal, con objetivos pedagógicos netamente adaptados y muy lejos de las altas expectativas que se prometen en los documentos oficiales.
Bajo la apariencia de la equidad, el sistema perpetúa la desigualdad de modo consciente y deliberado. Con la violencia institucional que subyace en esta opción elegida para las periferias urbanas. Quizás se trata de perpetuar las clases sociales para siempre con el disimulo del buen rollo intercultural, del discurso inclusivo para calmar a las mentes inquietas del progresismo mainstream.
Tarek repetirá la vida de su padre, pero en otro país. Quizás con más dificultades.
No sabía nada de estos institutos-escuelas,pero en principio parece atractivo.Tener cerca un centro en el que puedes hacer bachillerato,todo gratis es una opurtunidad única, que no tendría en su país de origen.Luego un buen modulo profesional o la universidad,le sacaría del gueto. El asunto es ganas de trabajar. En una o dos generaciones, políticos,artistas,científicos .Es el camino que hemos seguido los que migramos en los sesenta.
ResponderEliminarSaludos
No se que decirte, pues si con los institutos no funciona, no me imagino sin ellos.
ResponderEliminarsalut
marmataquillasmetalicas.es
ResponderEliminarEn los institutos, lo mejor en amoblamientos son los muebles en metal. Son duraderos, fáciles de mantener y ofrecen una solución práctica para aulas y espacios comunes, garantizando resistencia y funcionalidad a largo plazo.
schooltivity.com
ResponderEliminarQue un instituto tenga una agenda digital para la educación es fundamental en la era moderna. Facilita la organización, mejora la comunicación entre estudiantes y profesores, y optimiza el seguimiento académico, promoviendo un aprendizaje más eficiente.