Unos días atrás, en la terraza de una bar de barrio pobre en donde suelo parar de camino a casa después del trabajo escuché la conversación entre dos obreros jubilados, a día de hoy más preocupados por las cosas de su salud que por las de España. Uno de ellos le contó al otro que el "motobolismo" de las personas mayores es más lento que el de los jóvenes. Sonreí para mis adentros pero no me reí de ellos: uno ha aprendido que se debe ser comprensivo con esas gentes que nacieron en la España triste y cruel de Franco y que no tuvieron más oportunidades que una sola: la de trabajar de peones en cualquier fábrica o taller, sin haber recibido una educación digna. A esas gentes se lo negaron casi todo cuendo fureon niños y jóvenes, aunque sí les dieron la opción de ir a los toros o al fútbol.
Por la misma razón por la que es inmoral reirse de la ignorancia de esa generación y de esos hombres de barrio bajo, construído para sacar las familias de las chabolas, se debe acusar a esas voces que hoy promueven la estupidez y la ignorancia des de sus altos púlpitos y sus profundos canales online: cuando la señora Ayuso compara los leves disturbios de Madrid al paso de la Vuelta Ciclista con lo sucedido en Sarajevo solo se puede sentir asco y desprecio por el uso espurio de sus micrófonos. La derecha española sabe que el pueblo es idiota y se aprovecha de ello, sabe que se le puede confundir con tres o cuatro majaderías sin el menor atisbo de veracidad. En Cataluña, la señora Orriols suelta simplezas y tópicos sobre la inmigración y las esencias medievales y a cada nueva tontería les crece la exprectativa de votos. Tanto es así que el pobre señorito Turull le copia algunas ideas y luego rescata a Laura Borràs, que parecía muerta y enterrada, para contrarrestar a la Orriols. Triste paisaje el que contemplamos des de nuestras tristes calles, escenas de patriotismo tabernario con guión de Luis García Berlanga y disfraz de Torrente.
El pobre señor Feijóo, que se parece un poco al Turull, da bandazos como un tentetieso que oscila a golpes entre las sandeces de Abascal y las burradas de Ayuso, incapaz de mantener el equilibrio, atolondrado y arruinando sus posibilidades de ser alguien que manda para interpretar al muñeco que quería ser alguien si le dejan. En un mundo en el que ya nadie sabe quién manda, si el más tonto o el más rico. Quizás llegó el momento en el que se empieza a percibir que la escasa inversión en educación en España, y la caída de los estudios de humanidades empiezan a aflorar para mostrar ese rostro horrendo, la reedición de la ignorancia orgullosa y maligna, la ignorancia satisfecha de sí misma que maneja unos pocos datos que ta nadie sabe si son ciertos pero lo parecen: si Trump arrasó gracias al voto de las clases pobres y empobrecidas, lo mismo podría suceder en España. Con un precedente indudable: durante los terribles años del "procés" catalán, las mentiras, las chorradas y las fantasías más oscuras de aquéllos penosos líderes independentistas obtuvieron mayoría absoluta en el parlamento y la gente salía a la calla para aplaudir a unos fantoches engreídos.
El futuro de España no es nada halagador y uno se teme la victoria del terraplanismo que profesan esos líderes de la derechita, derechaza, derechona. Javier Milei le ha suplicado un rescate de 20.000 millones de dólares al tío Donald para salvar algo, pero los fans de Milei (como la muy independentista señora Pilar Rahola) siguen aplaudiendo al argentino que canta rock'n'roll en sus apariciones públicas. Quizás algún día, el pobre señor Feijóo saldrá al ascenario para cantar alguna canción gamberra de "Siniestro Total" (lo veo poco propable pero vete tú a saber), la Ayuso interpretará "Aire" de Mecano, la Orriols el "Bon dia" de Els Pets y Jordi Turull la apelagosa "Boig per tu", quizás mirando de reojo a la señora Laura Borràs, que está troceando unos contratos en la trastienda.
Puede que ese sea el futuro de la política en este desdichado país. Y alguien preguntará: ¿dónde diablos se ha metido la izquierda? ¿Qué propuestas que nos devuelvan la esperanza está haciendo? Pues bien, la izquierda catalana está ampliando el aeropuerto para alegría del turismo de masas que arrasa con todo, y la española devanándose los sesos para sacar alguna idea sobre la vivienda porqué intuyen que eso es un problema de dimensiones horrendas. Y mientrastanto, en Europa, siguen empecinados en que usted no pueda separar el tapón de plástico del aro que lo ata a la botella mientras, por el rabillo del ojo, ven crecer a sus espaldas la sombra negra que acecha, tan ignorante como enorme.
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