Me entero de que la legalidad de la amnistía a los políticos independentistas todavía se está discutiendo en no sé qué tribunal, me imagino que un tribunal europeo de personas muy doctas en los asuntos legales. Por lo visto, mientras Puigdemont estuvo haciendo como que hacía de eurodiputado no hizo grandes amistades en Bruselas, a pesar de residir en Waterloo des de 2017, que ya son casi ocho años. A mi, la verdad, ya casi me da lo mismo que la amnistía sea legal o ilegal, ya me he hartado. Lo de la amnistía ha tomado ese aroma a fermentación, a moho.
El catalanismo tiene la virtud de eternizar los debates: imagínense si tiene esta capacidad que todavía estamos pensando si en 1714 hubo una guerra de España contra Cataluña o si aquéllo fue una guerra de sucesión, en la que Cataluña estuvo tan dividida entre los pretendientes al trono como tantos otros territorios. Y, no contentos con eso, hay quien pretende contar que la guerra civil española fue la guerra de España contra Cataluña o que hubo una represión tremenda en la Cataluña de postguerra, cuando quizás en ninguna otra de región de España hubo tantos franquistas entusiastas.
La amnistía, pues, se arrastra como un reptil pesado y antiguo, saltando des de un tribunal hacia otro mientras Puigdemont se muerde las uñas e insiste: ¿qué hay de lo mío? A su alrededor, con el paso del tiempo y el hastío, se desvanece lo que parecía tan importante. La Asociación de Municipios para la Independencia (AMI) ¿dónde está? He pasado por pueblos que unos años atrás proclamaban sus fantasías nacionales y ahora no queda rastro del cartelito de la AMI, el Consell per la República se pierde entre disputas internas y naderías, la Assemblea Nacional Catalana que fundó Carme Forcadell y que llegó a dar órdenes a la Generalitat se halla en proceso de descomposición (eso sí es un proceso, caramba) entre batallitas por su liderazgo, ahora en manos del viejo cantautor, que parece decidido a liquidarla. Òmnium Cultural, que también participó con ilusión en los desmanes antidemocráticos, está a otras cosas e incluso a Vicent Partal y su inefable Vilaweb le llueven insultos de quienes hoy se consideran los verdaderos indepes, que hoy se proclaman antiprocesistas porqué al fin han visto que el procés fue una estafa.
Quim Torra (quin Torra!) sigue mudo en su bonito despacho de ex-presidente, Rovira también enmudeció, Jordi Cuixart en Suiza dedicado a hacer dinero, y Jordi Sánchez... ¿qué fue de Jordi Sánchez? La CUP medita su irrelevancia mientras su antigua líder más combativa está también en Suiza, que parece el peor país del mundo para una teórica furibunda del anticapitalismo pero mira tu por donde los sueldos son más altos. La señora Rahola anda defendiendo a Netanyahu, Rufián se ocupa de su carrera en el Congreso e incluso algún figurón de Tv3 admite, con la boca pequeña, que el periodismo quizás no lo hizo demasiado bien durante el procés, lo cual parece casi un milagro. De los antiguos jerifaltes de la independencia solo hablan Junqueras (de vez en cuando y con su verbo retorcido), Rull y Turull, o Tururull (hablan pero no dicen nada). La colección casi infinita de fantoches se la segunda fila (el payaso Jordi Pesarrodona, el policía Albert Donaire, los flipados Bilbeny y Cucurull, el conspirador Víctor Terradellas, el sonámbulo Joan Bonanit, el xenófobo Santiago Espot, el agresivo Marc Serra y tantos y tantos otros iluminados por las llamas ilusorias que nos estuvieron martirizando durante años) han desparecido por el foro o quizás estarán haciendo oposiciones para integrarse en las filas de Silvia Orriols, el fuego que más calienta.
Nunca sabremos a ciencia cierta si al procés se lo cargó Sánchez con su amnistía a medias o si se murió cocido en su propia salsa de mentiras, ilusiones pueriles y batallitas internas.
Sobre la amnistía, sin embargo, siempre quedarán cosas por hablar: del mismo modo que no se juzgó el daño moral perpetrado a la ciudadanía y el daño a la convivencia, el perdón tampoco les perdona de las gravísimas atrocidades que cometieron en las vidas de la ciudadanía y que nos afectaron en lo familiar, en lo laboral, en el acoso que tuvimos que soportar, en el malestar de todos aquéllos que nos temimos lo peor y empezamos a buscar trabajo y casa fuera de Cataluña o que simplemente perdimos amistades y relaciones que quedaron violentadas para siempre.
Nunca me preocuparon, tenía el vicio de rodear,profundizar en casi todas las manifestaciones independentistas, con mi bici eléctrica, como uno más. Sus estrategias, sus movimientos eran muy infantiles, previsibles, de lazitos amarillos adornando plantas
ResponderEliminarEso es cierto. Y, visto en perspectiva, quizás todo fue un acto folklórico. Pero cada uno se sabe lo suyo y muchos vivimos momentos muy complicados, especialmente en el mundo de la educación.
EliminarYa estaba jubilado, pero una hija, de mates, sl que venía muy enfadada, aunque ella es de la generación de Norma, no tiene problemas con el idioma
EliminarPuigdemont Carme Forcadell Vicent Partal Quim Torra Rovira Jordi Cuixart Jordi Sánchez Rahola, Rufián, Rull y Turull, Pesarrodona, el policía Albert Donaire, los flipados Bilbeny y Cucurull, Víctor Terradellas, el sonámbulo Joan Bonanit, el xenófobo Santiago Espot, el agresivo Marc Serra,.....No sé la cantidad de nombres que has puesto, pero si se que viven de esto que has puesto.
ResponderEliminar¿Qué sería de esta gente sin el prosses? ¿En qué empresa privada los admitirían? ¿y en calidad de qué?, si ninguno está especialmente preparado para el trabajo, porque lo único que saben es medrar.
Todos cobran, por un lado o por el otro, y son muchos cientos, tantos como socios tiene ese seguro laboral que se llama "independentismo".
Salut