Jaume Collboni es un político versátil. Fue teniente de alcalde con Ada Colau, aunque un teniente de alcalde poco fiable en varias ocasiones. Más de uno pensó que habría sido un gran teniente de alcalde de Xavier Trias, el alcalde de Convergència (o de Junts, o del PDCAT o como prefieran ustedes llamarle) ya que ambos coincidían algunas políticas liberales. Collboni se desmarcó de Colau en los últimos meses antes de las elecciones para posicionarse mejor ante la contienda. Le salió razonablemente bien y consiguió hacerse con el cargo.
A Collboni le gustan el turismo y los hoteles y otros negocios afines, y los cruceros aparcados en el puerto, y suele contar que el turismo es una fuente de ingresos muy interesante para la ciudad. Quizás esta fuente de ingresos para las arcas municipales le impide ver el bosque. Y el bosque es, sin duda alguna, terrible: Barcelona exporta ciudadanos hacia las comarcas de su alrededor. Ciudadanos expulsados por la presión insoportable de los alquileres. La emigración económica de barceloneses se nota en el Vallès y en el Baix Llobregat, pero no solo eso: incluso en Berga, a algo más de 100 kilómetros de la capital catalana, se quejan de la llegada de exiliados de Barcelona que provocan la subida de los precios de los alquileres. Las piezas del dómino: Barcelona echa a sus habitantes hacia Berga y los jóvenes de Berga buscan piso en los pueblos más al norte. Con un efecto colateral añadido: los barceloneses que se han trasladado a Berga siguen trabajando en Barcelona y, por consiguiente, la carretera va cada día más repleta de coches. Es decir, de humos tóxicos. Sí, esos humos contaminantes contra los que lucha la alcaldía de Barcelona con tanto ahínco por el bien del planeta.
Se puede contar así: la simpatía de Jaume Collboni por el turismo internacional en Barcelona ha provocado el aumento de la contaminación en Cataluña.
Hace un par de días explotó el lío de la Casa Orsola, paradigma de un problemón gravísimo que afecta a Barcelona. A Jaume Collboni se le ha ocurrido mediar entre las partes, lo que significa que pone al Ayuntamiento como mediador entre los propietarios de la casa del Eixample y sus inquilinos. Lo primero que se me ocurre es que el pobre señor Collboni no sabe nada de mediación, ya que ese recurso solo funciona entre iguales: ¿cree usted que son iguales un inquilino y un fondo de inversión de multimillonarios liderados por el señor Albert Ollé, propietario de Lioness Inversiones (vaya nombre)? ¿Cree usted que las ovejas pueden mediar con los lobos?
Al señor Collboni se le supone su ideología socialdemócrata, pero ya no se le supone tanto viendo como afronta un asunto que, sin duda, le podría costar las próximas elecciones: la Casa Orsola es el síntoma y el principio de un desastre que podría llevarse por delante a la socialdemocracia entera como no se ponga a trabajar de una vez. La Casa Orsola es la cresta de la ola, y luego viene la ola entera. A Jaume Collboni, su socialismo business friendly podría costarle el cargo y no sería de extrañar que el coste llegase mucho más allá. O la socialdemocracia ejerce de socialdemocracia o lo tendrá muy crudo: la tendencia global no es precisamente socialista, y los cabreados (que ya somos muchos, muchísimos) estamos hartos de la tibieza socialdemócrata. Si el socialismo nos abandona en la calle, ¿qué cree usted que vamos a votar los trabajadores?
Leyendo el informe anual de una gran inmobiliaria, dice algo importante:" los poderes públicos, han puesto el foco del problema del alquiler, en el sector privado, lo hace incluso culpable por la desviación hacía la vivienda turística(pisos turísticos, apartamentos turísticos).Pero se pregunta para cuando, un parque de viviendas promovidas por el sector público."
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