Ir al contenido principal

LAS MIL Y UNA PÁGINAS DE LITTELL


Llego un poco tarde a la lectura de "Las benévolas",  la novela (el novelón) de Jonathan Littell que ganó el Goncourt en 2006. (Mi tardanza es disculpable: leí Madame Bovary 139 años después de su publicación).

Lo primero que uno siente es la razón del peso: la novela de Littell (edición de Galaxia Gutenberg) tiene 999 páginas. Me prometí a mi mismo, en algún momento que ya no recuerdo, no volver a leer novelones y centrarme en la cosa breve, convencido de que, en literatura, la concentración y la síntesis es un valor. 

Pero prometí no recaer en la lectura de libracos de 1000 páginas con el mismo empeño con el que me propongo dejar de fumar, hacer ejercicio y comer más verduras (después de quitarles el potasio): la vida es lo que sucede mientras haces propósitos.

Por algo será, sin embrago, que de Dostoievsky, recuerdo "Las noches blancas" o "El jugador"; de Bolaño "Estrella distante"; de Cortázar sus cuentos (como "El perseguidor") y no su "Rayuela". Por algo será que tengo entre mis libros preferidos el "Pedro Páramo" de Juan Rulfo, "Las muertas" de Ibargüengoitia o "El corazón de las tinieblas" de Conrad. Aunque acepto que "Moby Dick" es una de las mejores novelas del XIX, prefiero el Melville de "Benito Cereno" y de "Bartelby el escribiente". Por algo será que vuelvo una y otra vez a los relatos de Borges y de Mutis.

Sin embargo, "Las benévolas" es extensa por necesidad, ya que pretende agobiar al lector para que experimente la magnitud del horror, y se enfrenta a una dificultad mayor: lo que cuenta no se puede resumir, debe ser prolijo y lento, debe arrastrarse por muchas páginas, debe ser tedioso y sangrante. Sucede algo parecido con "El libro negro" de Vasili Grossman e Ilya Ehrenburg: el horror no se puede escatimar en nombre del estilo ya que, de hacerlo, se pierde el propósito de la obra. Sucede lo mismo con las nueve horas y media del metraje de "Shoah": ¿como sería posible eliminar escenas, frases o silencios? Esa misma razón justifica las 371 páginas de Bolaño en "La parte de los crímenes", dentro de "2666". 

Así pues, el lector, asustado unas veces o indignado otras, siente como se desintegra entre esas mil páginas. No solo se transmite la idea de Arendt sobre la banalidad del mal, si no que se comprende esa fascinación por el nazismo que transita las décadas: la humanidad perdió su inocencia en aquéllos años y nunca podrá recuperarla. Ahora sabemos que somos malos. Creo que la fascinación surge de esta traumática conciencia, de ese relámpago negro. Ya no se puede ver al hombre sin tener en cuenta el exterminio sucedido en los años del nazismo. Y hay quien argumenta que también fueron brutales Gengis Kan, por ejemplo, o Atila, o cualquier imperio de la antigüedad. Claro.

El deseo de la aniquilación del otro es tan antiguo como el hombre: con gran ligereza, la Biblia cuenta el exterminio en Sodoma y Gomorra como buenas obras (justificadas) de un dios a todas luces sádico, malvado y aborrecible al cual, sin embargo, se le presenta como digno de adoración.

Pero jamás en la historia se puso en marcha un dispositivo gubernamental tan organizado, burocrático, administrativo, tecnológico y militar destinado en exclusiva al exterminio. Nunca hubo un presupuesto público tan gigantesco como el de Alemania destinado al asesinato masivo. Nunca hubo tantos miles de científicos, de ingenieros y de lampistas entregados a perfeccionar el engranaje del crimen. (A los lampistas no los nombro por una cuestión de estilo: la clase obrera alemana trabajó para el régimen).

Jamás hubo una ciudadanía conocedora y cómplice, formada por hombres y mujeres "normales" como usted o como yo, capaces de admitir su participación en el horror con la más burda de las excusas: "yo era un funcionario, yo solo cumplía órdenes".

De eso trata "Las benévolas". De que los ejecutores eran personas que amaban los conciertos para violín de Bach, los textos de Platón, la poesía, la escultura. Que amaban a sus hijos y a sus gatos, que podían ser homosexuales como ese intenso protagonista, que no solo podían ser como su vecino: que podían ser como yo.

Leyendo "Las benévolas" uno no puede dejar de pensar en los nuevos mecanismos del odio y del nacionalismo, en la facilidad con la que distintos poderes construyen la imagen del enemigo, ya sea el marroquí, el charnego, el salafista, el botifler, el comunista, la feminista. El enemigo de la patria: el culpable de nuestra infelicidad y de nuestra patria fracasada.




Comentarios

  1. Creo, Lluis, que sibilinamente supieron hacerlo con el lazo amarillo como carnet de identidad colaboracionista. El mero hecho de no llevarlo ya te tildaba de fascista. El que lo llevaba, no tenía problemas y era mirado como simpatizante/partícipe de aquella debacle. Fue una estratagema que me robó relaciones, me secuestró encuentros y me hizo ganar silencios.
    Nadie sabe lo que es si no ha pasado cinco años viendo lacitos amarillos en las solapas de todos, inclusive dependientas de supermercados, me refiero al Bon Preu, super que dejé de ir por ese motivo, a sabiendas de que se les obligaba a llevarlo como parte integrante del uniforme.
    Por lo visto no ha dado el resultado esperado, y al sr Joan Font le están creciendo los enanos, (*) pero no en detrimento de su cuenta corriente, que esa la va bien, sino con los obreros que tiene casi a régimen de esclavos.
    Ya no llevan el lacito.
    Ara no toca.
    (*) https://www.eltriangle.eu/es/2022/12/30/joan-font-entra-en-la-lista-forbes-y-la-persecucion-sindical-de-bon-preu-en-el-parlament/#:~:text=Despu%C3%A9s%20del%20traum%C3%A1tico%20estropicio%20protagonizado,de%201.782%20millones%20de%20euros.

    ResponderEliminar
  2. Algún día hablaré de una reunión de escalera, donde de los veintitrés vecinos se presentaron catorce, y de ellos nueve con lacitos amarillos en la solapa y el resto sin él.
    Hablaré de como sin quererlo, en el 2019, en una escalera de la calle Tamarit de Barcelona, se formaron dos bandos, gracias al prosses, y de como la gente se empezó a dejar de hablar y a resquebrajarse la convivencia, llegado el caso del insulto, pasando, tal como dice tu entrada, de ser vecinos a ser enemigos.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay que contar todas esas cosas. Y deberíamos hacerlo de un modo más organizado que tal como lo estamos haciendo, ya que los años negros del procés no pueden quedar impunes, ni es justo que solo exista una relato organizado, que es el suyo. tenemos que buscar un canal (o un editor).

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

VIVIM TEMPS INTERESSANTS PER ALS LLOPS

Vivim temps que prometen ser interessants, i això és una notícia molt dolenta per als qui vivim. Vivim temps de neofeixisme rampant, de líders que saluden a la romana, a l'estil nazi, d'eslògans facilets. Aquest cop i per primer cop, sembla que Catalunya porta un cert avantatge: el món ens mirava, potser? Ben Netanyahu porta un llacet groc al pit, l'Artur Mas saludava com Elon Musk a la campanya electoral de 2012, quan parlava d'un concepte tan nacionalsocialista com ho és "la voluntat d'un poble". Mas saludava com Musk 13 anys abans que ho fes el sorprenent enginyer aeroespacial i amo de Tesla. "Només el poble salva el poble", deien les pintades de l'esquerra Trotskista de 2017, de la CUP i els seus satèl·lits, sense recordar que la frase era molt anterior. Una frase heroica que va recuperar Roger Stone, el líder dels Proud Boys que van assaltar el Capitoli de Washington el gener de 2021 i que acaben de ser amnistiats, amnistiats com els lid...

JAUME COLLBONI Y LAS TENTACIONES DE UN SOCIALISTA BUSINESS FRIENDLY

Jaume Collboni es un político versátil. Fue teniente de alcalde con Ada Colau, aunque un teniente de alcalde poco fiable en varias ocasiones. Más de uno pensó que habría sido un gran teniente de alcalde de Xavier Trias, el alcalde de Convergència (o de Junts, o del PDCAT o como prefieran ustedes llamarle) ya que ambos coincidían algunas políticas liberales. Collboni se desmarcó de Colau en los últimos meses antes de las elecciones para posicionarse mejor ante la contienda. Le salió razonablemente bien y consiguió hacerse con el cargo. A Collboni le gustan el turismo y los hoteles y otros negocios afines, y los cruceros aparcados en el puerto, y suele contar que el turismo es una fuente de ingresos muy interesante para la ciudad. Quizás esta fuente de ingresos para las arcas municipales le impide ver el bosque. Y el bosque es, sin duda alguna, terrible: Barcelona exporta ciudadanos hacia las comarcas de su alrededor. Ciudadanos expulsados por la presión insoportable de los alquileres. L...

PARA LEYES, LAS DE LA SELVA, Y PARA VIVIENDAS, LAS CUEVAS

Familia de clase trabajadora en España, 2025 Dicen que España necesita del ladrillo y del turista para vivir. Y a alguien, en alguna parte, más listo que el hambre, se le ha ocurrido juntar los dos asuntos. Así nace la ocurrencia del piso turístico que está asolando el país. Porque no se trata ya de los centros de las grandes ciudades: hay pueblos de montaña que se empiezan a llenar de apartamentos para turistas al tiempo que echan a los vecinos. Las leyes del mercado, dicen. En España no ganamos para sustos ni para disgustos: tras la alegría inicial del turismo low cost y Airbnb, que teóricamente ayudaba a las buenas gentes a ingresar un poquito más, vino la peste, en forma de grandes inversores dispuestos a sacar tajada, pero a lo grande. Los listos suelen olerse los espacios desregulados, adonde acuden dando grandes dentelladas. Tonto el último: cuando el vecino pone un piso turístico, el otro vecino hace lo mismo. En España es fácil hacerse rico: lo dijo Alfonso Guerra. Lo que no ...