Yonatan, el hermano mayor de Benjamin, es el único muerto del grupo especial del ejército israelita "Sayeret Matkal" que murió en Entebbe, cuando en julio de 1976 fueron al aeropuerto ugandés para rescatar a los hebreos secuestrados por un comando palestino. Todos los rehenes regresaron, así como el grupo de operaciones especiales. Todos menos uno, Yonatan Netanyahu.
Quizás es demasiado fácil y barato jugar a psicólogo amateur, pero sin duda este episodio familar marcó a Benjamin. Su hermano fue un héroe nacional, del cual se habla en los libros de historia y sobre el cual se hizo una película, "Follow Me", que se puede ver gratis en Youtube. Es posible que el hermano menor desarrollara varias filias y fobias y un deseo incontrolable de superar al hermano y pasar a la historia con letras más grandes.
Sea lo que sea, es indudable que la tiniebla habita el corazón de Benjamin, que se muestra abrumadoramente cruel y despiadado, insensible y con una empatía igual a cero. Benjamin siempre fue un tipo rarito. Ya de presidente, se dejaba sobornar a cambio de puros habanos y de botellas de whisky caro, que es la bebida preferida de su bella esposa. Por eso y por otras cosas está pendiente de varios juicios en su país.
El deseo de exterminio del diferente, convertido en un enemigo apenas vagamente humano, es tan antiguo como la historia y tan presente como el teléfono móvil en nuestras vidas. Parece que la especie humana arrastra pulsiones a través de los siglos y, si algún día nos expandimos a Marte nos llevaremos al planeta rojo ese impulso asesino. Pero cabe decir algo más: el corazón tenebroso de Benjamin no está solo. Las masacres forman parte de la vida y no hace falta remontarse a muchos años atrás ni a los nazis. Estando yo ya encima del planeta, recuerdo las atrocidades cometidas en Vietnam, en Camboya por los Jemeres Rojos, en Ruanda entre hutus y tutsis, barbaridades en Colombia y en Guatemala, en Suráfrica y etcétera.
En otro orden de cosas y salvando las distancias: durante los años más oscuros del "procés" catalán, centenares de voces clamaron por la expulsión de los castellanoparlantes de Cataluña y tildaron de colonos a los andaluces, murcianos y gallegos que vivían en la región catalana. Si uno estaba atento a las redes sociales recordará las propuestas de deportación que leímos. Incluso a día de hoy, cuando se nos presenta al nacionalismo catalán como un zombi, se sigue hablando del riesgo de perder la identidad catalana y el idioma catalán por culpa de los extranjeros con otras lenguas y otras costumbres, y de la consecuente necesidad de tomar medidas drásticas. En Cataluña hay varios corazones tan tenebrosos como el de Benjamin, tantos corazones tentados por la atracción del horror que sueñan con acciones tremebundas y excluyentes. Y no estoy hablando de Sílvia Orriols, aunque también estoy hablando de ella. Quizás a alguien se le ha ocurrido ya que, si el barrio de San Cosme fuera limpiado de extranjeros, tendría la oportunidad de construir allí un fabuloso resort con grandes expectativas de negocio. No lo duden. Y lo mismo en La Mariola de Lleida o en La Font de la Pólvora de Girona, por poner solo dos ejemplos.
Quizás va siendo hora de descubrir qué hay de Benjamin Netanyahu en los corazones más próximos a nuestro alrededor, porqué puede que Benjamin solo sea un pionero o un síntoma del mundo que se nos avecina. Estoy seguro de que Benjamin no es nuestro único malo.
Como es obvio, he usado la novela de Joseph Conrad "El corazón de las tinieblas" para escribir este texto breve. Y por eso se me ocurre que Netanyahu sea algo así como un Kurtz judío perdido en las tinieblas de la corrupción moral del nuevo colonialismo del siglo XXI, un Kurtz que reclama un nuevo Charlie Marlow que salga en su persecución. Recuerden que la novela de Conrad influyó de forma notable en la reflexión europea sobre la brutalidad del colonialismo del XIX y, de algún modo, propició un cambio de tendencia en la moral de la rica, codiciosa salvaje y autista Europa que se enorgullecía de construir redes ferroviarias, museos y palacios de la ópera a costa del expolio brutal e inmisericorde en tierras lejanas.
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