Platón, en el siglo tercero a.C., lamentaba la escasa educación que tenían las generaciones posteriores a la suya y vaticinaba un desastre inminente en la civilización. Parece que eso es un patrón que se repite, algo así como el "síndrome de Platón" que se sufre a partir de una edad. Para negar esa caída en la ignorancia y el descalabro se suele esgrimir que el hombre llegó a la Luna 23 siglos más tarde, o que muchas de las enfermedades incurables de su tiempo hoy se curan con una simple píldora y un vaso de agua.
Sin embargo, uno no puede zafarse de la impresión de que algo va para atrás en el pensamiento, o por lo menos en la capacidad para razonar, argumentar o debatir. Ni que el éxito de la oferta audiovisual ha atropellado la lectura, que cae a mínimos tenebrosos entre la juventud: las pantallas arrecian y parece que eso va en aumento. A mi las pantallas siempre me han gustado, que conste, y mi afición la cine me viene de cuando era muy jovencito y me tragaba los programas dobles de los cines Maragall, Ducal, Loreto, Céntrico, Maldà, etc. Aquéllos cines me ofrecieron no solo la salvación ante el tedio de un adolescente barcelonés de familia pobre, si no que me formaron en varios sentidos: el cine era una puerta al mundo del arte, del pensamiento, de la estética. Sigo con mi adicción a las pantallas, aunque ahora mayormente en Filmin, cuyos 8 euros mensuales les aseguro que amortizo a fondo.
Las plataformas como Filmin ofrecen la posibilidad de alternar cine de hoy con cine de ayer, clásico con contemporáneo y así, de algún modo, sigo con mis programas dobles de la primera juventud. Esa posibilidad le permite a uno comparar lo que se hacía y lo que se hace, y la comparación suele ser demoledora en la mayoría de los casos. Uno descubre que antaño había un esfuerzo en el guión, los diálogos, la construcción de los personajes. Hace poco revisité "El largo y cálido verano" que, sin ser grandiosa, muestra en la primera imagen el nombre de William Faulkner como reclamo, por no hablar de cuando los guiones eran de Tennessee Williams, Dalton Trumbo, Arthur Miller. Por otros lares, recuerdo los guiones de Jean-Claude Carrière, Tullio Pinelli, Suso Cecchi d'Amico, Tonino Guerra (escribió, entre otros, el guión de "Nostalgia" para Andrei Tarkovsky, ahí lo dejo). En España cabe destacar a Rafael Azcona y mencionar a Jorge Semprún, autor de varios guiones.
No está bien comparar y blablablá, pero sin comparar no hay ciencia posible. Así, uno se da cuenta de las producciones actuales parecen infantilizadas o por lo menos muy simples, con dilemas morales pequeñitos o con total ausencia de debate moral, argumentos débiles o panfletarios, superficialidad y, eso sí, muchas sorpresitas de colorines y efectos mágicos. Tanto es así que una cinta tan discreta como "Oppenheimer" se catapultó como un hito del cine de guión inteligente. Hoy, quizás por la facilidad técnica que ofrecen las tecnologías digitales, se produce una cantidad apabullante de obras (obritas) de consumo rápido y olvido inmediato cuyo logro máximo parece ser el entretenimiento. Las personas jóvenes, entrenadas en los vídeos cada vez más breves, ya ven la duración de una cinta del cine como una tortura insufrible y no sería de extrañar que cada día veamos propuestas más escuetas. No me imagino a ningún joven actual viendo alguna obra de Tarkovsky, ni mucho menos el Novecento de Bertolucci, que sin duda recibiría la calificación de tostón o de película "muy lenta". ¿Alguien se atreve ahora con las casi tres horas del "Underground" de Kusturica? Nota al margen: que exista un cineasta como el húngaro Béla Tarr me parece un milagro.
Así, el cine, que en su tiempo se llevaba palos cuando adaptaba una obra literaria porqué se suponía que era la versión para vagos incapaces de leer, ahora ya no sirve ni para eso. Leo que la última entrega de Indiana Jones, "El dial del destino" fracasó en la taquilla y su público en las salas fueron personas mayores de 50 años, es decir: una cinta tan facilona y pueril como ésta ya solo atrajo a los nostálgicos carrozas que en su juventud fueron a ver "En busca del arca perdida". ¿Quién, menor de 30, soportaría hoy a Godard, a Fellini, a Antonioni o a Visconti? Leo que Christopher Nolan acaba de filmar una adaptación de "La Odisea", y miedo me da.
Por estos días, y aunque no sirva para mitigar los calores, estoy releyendo "El mito de Sísifo" de Albert Camus y me emociono ante los esfuerzos del escritor francés por explicar sus argumentos y sus ideas. Me imagino a Camus sudando la gota gorda para hilvanar esos párrafos al margen de cualquier corrección política y de cualquier moda, del mismo modo que me impresiona un autor como Mishima, tan meticuloso y denso.
Lo malo de todo eso no es que las generaciones jóvenes vayan a caer en la ignorancia supina ni que la humanidad se precipite hacia un abismo de estupidez o a un caos de estímulos breves y fáciles, lo malo de eso es que se está creando una nueva élite de personas cultas y formadas frente a una masa de abducidos por lo rápido, brillante e inmediato. Quizás volveremos a los tiempos medievales, con millones de vasallos analfabetos y una aristocracia cultivada que decide por los otros. Una aristocracia que incluso decidirá el voto de las masas, tal como ya sucede en algunas partes del mundo. Leí (aunque no sé donde ni cuando) que la izquierda teme que el pueblo sea bobo, mientras que la derecha sabe que el pueblo es bobo.
Los guiones y guionistas están agotados, no hay sorpresas, Si además se ha de pagar el compromiso social, libertad sexual, la didáctica antiracial, la verdad es que queda poco margen para crear algo nuevo. Hasta los personajes están condicionsdos
ResponderEliminarPues... parece que muchos de los últimos guiones ya están escritos por eso que se llama Inteligencia Artificial.
EliminarCéntrico: Peu de la Creu nº2...Tenía en la fachada un reloj del cual colgaba «Buster» Keaton del minutero, con ese sombrero, a lo Maurice Chevalier.
ResponderEliminarLa entrada a película doble valía nueve pesetas, y no sé porqué, de la noche a la mañana pasó a costar once, lo que hizo que mi economía, precaria como lo era, se tambaleara durante una semana.
Unas escaleras daban paso a la sala, que no siendo grande tampoco era e las más pequeñas de la zona.
Su competencia era el América, en el Paral lel , y el Hora, un poco más apartado.
La película que más me impactó, ya ves, fue: El hombre con rayos X en los ojos, y la que más me gustó fue: Un tigre en la red, con Mastroiani y la Ann Margret...aquello , a mi edad, era una bomba, pero eso es otra historia.
PD: De Kusturica: Gato negro, gato blanco.
Eso de los cines de Barcelona ya es memoria histórica y sentimental, sin duda. Sobre Kusturica yo también me quedo con Gato negro, gato blanco, pero recomiendo "Underground" porqué es una respuesta muy osada y una bofeteda a Europa sobre la guerra de los Balcanes, sus antecedentes y sus consecuencias. En tiempos de nacionalismos, es una peli para volver a ver.
EliminarEn algunos cines, en los 60,no sólo había doble sesión, también espectáculo. Toda la tarde del domingo con entretenimiento garantizado
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