La ultraderecha ultracatalana se expande. Los municipios alrededor de Ripoll se han sumado a la cruzada de la capital del Ripollès y boicotean los trámites para empadronar a los extranjeros. Quedarse sin el empadronamiento significa que no hay cobertura sanitaria, ni escuela para los hijos. Ni médicos ni escuelas para los forasteros, este es el plan de acogida en la Cataluña, tierra de acogida. No se trata solo de la señora alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols: los demás pueblos de la comarca se suman a las propuestas xenófobas con ilusión y ganas, ya sea para no perder votos, ya sea por haber perdido los prejuicios y las máscaras democráticas. Es odio al otro es contagioso.
El independentismo catalán ha perdido su antifaz en las comarcas porcinas. Se terminaron los parabienes y los eslóganes inclusivos. ¿Dónde están ahora las pancartas "Volem acollir"? En las comarcas con más cerdos que humanos no hay tregua ni compasión. En las granjas y en los mataderos se contrata a extranjeros porque ningún nativo quiere esos trabajos, pero la vez se les desprecia y se les niega el padrón. La ultraderecha y su cinismo.
El nacionalismo catalán se desprende de sus manías y se muestra a cara descubierta: eso no es un país de acogida, es un país atolondrado por la pérdida de identidad, obsesionado por la esencia que se disuelve en el mundo, preocupado por tener que compartir espacio con otras lenguas y otros colores, otras banderas, otras tradiciones. En las poblaciones porcinas ha empezado la batalla, y esa batalla se extenderá por toda la Cataluña interior, la de los tractores y los lacitos. Por eso Jordi Turull exige poder expulsar a extranjeros, para estar en el candelero del nuevo giro nacionalista. No vaya a ser que el Ripollès y luego el Solsonès y luego el Bages y luego el Berguedà no voten al tótem de Waterloo. En el Maresme hubo una campaña feroz contra los menores africanos alojados en centros de acogida, a los que se acusó de tremendas barbaridades. Cuando ganó las elecciones municipales la derecha nacionalista cesó la campaña. No vaya a ser que los votos de la Cataluña profunda se alejen y nos quedemos sin el chiringuito que heredamos de Pujol.
Todo proyecto nacionalista tiende a la ultraderecha, aunque Pablo y Yolanda lo soslayen en favor de intereses más bien espurios, o simulando una ceguera oportunísima, o seducidos por este amor fetichista hacia las urnas del nacionalismo catalán que confunden con el amor por la democracia. No se dejen engañar: si en Cataluña se ponen urnas para votar la expulsión de los forasteros -o por su reclusión en un campo de reeducación en Los Monegros-, la votación será mayoritaria por el SÍ, con números idénticos a los del referéndum de pacotilla del 1 de octubre de 2017.
Por fortuna, Cataluña es plural y diversa, y debemos confiar en la fuerza electoral de la Cataluña urbana y civilizada, en la Cataluña ilustrada y abierta. Pero es cierto que el campo de batalla se ha expandido y se ha puesto complejo, y empeorará en breve. Y más aún sin una ley electoral actualizada, esa ley que ahora mismo consigue que el voto de un ciudadano de Lleida compute como cuatro votos de un ciudadano de Barcelona. La ley electoral que regala mayorías al nacionalismo más chungo. En nombre de la identidad todo vale.
Bienvenidos a Cataluña. No se me despisten y acuérdense de aprender catalán, y pronuncien esa ese sonora que nos distingue y nos separa, y amen el baile de la sardana y las espinacas a la catalana, y aplaudan con fervor a los castellers del set de nou (o del nou de set, no consigo retenerlo). Acuérdense de todo. O emigren.
Qué fuerte. Si no te dejan empadronar, no existes. El gobierno central, dentro de sus competencias, tiene que actuar con contundencia.
ResponderEliminarSaludos.
Esto que pones lo escuché ayer, tengo los nietos en casa y no me dejan ver nada.
ResponderEliminarLa cosa es seria y va de hijos de puta.
Esta partida la ganan si no se les para los pies.
Muy buena entrada¡
salut
Y ahora claro, a aprovecharse del rio revuelto. E empadronamiento que es vital para un médico y para la escolarización:
ResponderEliminarLa tarifa más económica por un empadronamiento encontrada estos días por este diario es de entre 60 euros y 65 euros en un solo pago. La cantidad oscila según la localidad, según un fenómeno peculiar de oferta: en el MilAnuncios se publicó una cadena de cinco avisos con ese precio y el mismo título, “buscamos empadronamiento”, con apenas tres minutos entre cada publicación.
Somos unos cracs. Fenicios puros.
Miquel, eso es una ganga, si por ese dinero te guardan el hijo en la escuela y te cura el médico
ResponderEliminarUmmmm....somos Hermanitas de la Caridad ,,
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