Ir al contenido principal

La carne roja de Ternera

A veces España se conjura para permanecer en el pasado. Para permanecer a finales del XIX o a principios del siglo XX, cuando se fraguaba la guerra civil, esa guerra tan larga y tan desastrosa. Hay algo enquistado en esa pobre España que se revuelve en la sangre y goza en ella. Parece que España solo cree en la sangre: por eso los toros, por eso la guerra.

Parece que España solo existe cuando está enfrentada consigo misma, cuando es tierra de odio. 

Ahora le ha tocado a Jordi Évole, periodista que empezó haciendo gracias en la Tv y se pasó al lado serio. A la reflexión. Évole produjo uno de los mejores documentales que he visto sobre el "procés" catalán, y lo hizo en "Salvados". El reportaje sobre el procés no le gustó a nadie, y eso indica que es bueno. Consiguió, entonces, momentos memorables como el momento de Urkullu o la discusión entre Artur Mas y Zapatero.

Ahora todo el mundo, incluso yo, habla de un nuevo documental que no hemos visto: "No me llame Ternera". Una entrevista a Josu Ternera o, mejor dicho, a José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea. Fíjense en un dato: bautizaron con el nombre de José Antonio a un bebé que nació en Vizcaya en 1950. ¿En qué andaban pensando sus padres y el cura que le bautizó? Un dato marginal: también fue bautizado como José Antonio el señor Duran i Lleida en 1952, mano derecha de Pujol y líder del extinto partido nacionalcatólico catalán Unió Democràtica.

El señor Urrutikoetxea Bengoetxea (nombrado así parece el personaje de un Nikolái Gógol español) es poco más que un psicópata sanguinario, un asesino en serie que se envuelve en una bandera para cometer el mayor número de crímenes posible. La bandera da igual: usó la que tenía más cerca. En otro tiempo y otro lugar, Urrutikoetxea Bengoetxea hubiera usado la bandera de Pol Pot, la fascista italiana, la falangista, la anarquista o la de San Andrés. Urrutikoetxea Bengoetxea pudo haber sido un gran comandante de campo de concentración nazi, un temible Schutzhaftlagerführer. Pero nació en Vizcaya y se apuntó a ETA, y ahí encontró el argumento para asesinar. Y asesinó a los malos vascos, convertido en juez y verdugo, iluminado por el fuego de la nación medieval. Iluminado por una locura vieja, insalubre. Una locura inútil pero maligna. Urrutikoetxea Bengoetxea es un individuo maligno y también es humano, y su existencia plantea las peores preguntas sobre nuestra esencia. Del mismo modo que algunos asesinos en serie de EUA afirman matar obedeciendo las instrucciones de una voz misteriosa, Urrutikoetxea Bengoetxea afirma haber escuchado la voz del pueblo vasco. Y esa voz le empujó al asesinato en serie.

Todo eso es lo que convierte en un asunto interesante la psicología trastocada, antisocial y peligrosa de Urrutikoetxea Bengoetxea. Los asesinos norteamericanos son los protagonistas de películas y series que todo el mundo quiere ver. Charles Manson se convirtió en un icono. La fascinación por mal es algo que nos cuestiona, como la atracción del abismo. Somos una especie compleja. Hannah Arendt escribió sobre la banalidad del mal a propósito de Adolf Eichmann, a quien pudo ver durante su juicio en Jerusalén. Eichmann se presentó allí como un tipo mediocre y gris, aburrido, taciturno, paradigma de funcionario adocenado y discreto que quiere cumplir con su trabajo, tipo unidimensional y soso. Sin embargo, allí estaba uno de los mayores asesinos de la historia reciente.

Claro que es oportuno e interesante el documental sobre Urrutikoetxea Bengoetxea, y por supuesto que lo voy a ver. Ver ese documental no implica celebrar su figura ni blanquearla ni perdonarla. ¿Acaso se blanquea a Ted Bundy por ver la cinta de Amber Sealey? Ver el documental responde a la curiosidad humana, al deseo de conocer, de saber.

Durante los años más salvajes del "procés" catalán, se cancelaron actos en Cataluña con el tristísimo argumento de que se festejaba a personas anticatalanas: con ese argumento un grupo de hooligans de Arran provocaron la suspensión de un homenaje a Miguel de Cervantes. Por eso mismo debe verse el documental sobre Urrutikoetxea Bengoetxea. Porqué tenemos derecho a saber, a ver, a conocer. Luego decidiremos. Decidiremos nuestra postura en tanto que personas adultas y libres, inteligentes. 

Y les adelanto algo: del mismo modo que Eichmann era un tipo aburrido y banal, Urrutikoetxea Bengoetxea también lo es. Tipos grises que solo aportaron dolor y sufrimiento, hombres de una fenomenal mediocridad intelectual y personal, extremadamente vulgares. Por eso hay que verlos. 

Comentarios

  1. No me negaré a ver el documental, antes bien deseo verlo porque tengo pre-juicios.
    He de aclarar que aunque lo vea nunca podré opinar con equidad, no soy un perjudicado directo, aunque conozco quien lo fue y se quedó sin un familiar en Hipercor. Lo digo porque tal como dicen ciertos postulados filosóficos, solo puede perdonar aquel a quien se le ha hecho el mal.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo veré el documental y tampoco opinaré con equidad. No soy una víctima directa de este hombre y por lo tanto no le puedo perdonar, es cierto. Quien debe condenarle y puede perdonarle es la justicia, la que sea. Sin embargo, creo que es un psicópata peligroso y un asesino en serie imposible de reinsertar en una sociedad democrática. Pero hay que luchar contra el oscurantismo sin miedo.

      Eliminar
  2. Qué me va a enseñar, qué no sepa, porque lo viví. No se arrepiente ,no pide perdón. Ya que dices de los nazis, ninguno de los principales lo hizo, fueron tranquilos al patíbulo. Sólo creo en el arrepentimiento. Tratan de humanizar al personaje, ante la perspectiva de la Amnistía, en la que quedarán libres estos ,los independentistas y todo el que pueda. Evole, Sánchez, política convencional(para ellos),yo seguiré igual. No lo voy a ver, aunque tenga Netflix. Nada más verlo en pantalla, me pondría de malaleche. Mi mujer, es que se divorcia, si lo veo.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No te comprendo muy bien. Todo el mundo debe ser capaz de escuchar la razón y la voz del discrepante, por más asesino que sea. ¿Acaso no nos gusta escuchar a Manson o a Bunty? ¿Acaso no juzgaron a los nazis en Nüremberg?

      Eliminar
  3. Hace años,un etarra intervino en tv(no recuerdo nombre),para hacer público su arrepentimiento y perdón. No es el caso de este,la naturaleza humana,las personas de bien son propensas a comprender y pueden llegar a entender el motivo de sus crimenes(humanización),al final muchos hacen comparaciones y buscar otras culpabilidades asociadas.Que si la Guardia Civil,que Felipe....División,en el concepto claro,de lo que es,un criminal terrorista,que no se arrepiente.
    Saludos




    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

UNA CRISIS DE FE

Hace algunos años, alguien me dijo que mi profesión era la mejor profesión del mundo. Yo me quedé perplejo porqué no había pensando jamás que la docencia pudiera ser la mejor profesión del mundo, y mucho menos a las cinco y pico de la tarde, cuando una sale de la escuela agotado, con un teneue hilillo de voz, con ganas de llegar a casa, tumbarse en un sofá y contemplar el blanco del techo en silencio. Ni música ni ná, solo el arrullo del silencio por fin. Alguna vez pensé que la mejor profesión del mundo es la del periodista porqué tiene algo de aventurero, de espía, de detective, de aventurero y de todas aquellas cosas que nos hacen pensar en una vida trepidante. Exceptuando al periodista deportivo, por el cual siento una gran pena compasiva. Cursé los estudios de magisterio después de haber empezado los de filosofía y de filología porqué pensé que uno está obligado a devolverle a la sociedad algo de lo que ha recibido de ella, no porqué creyera que es euna profesión bella o mejor que...

ESPAÑA Y LOS JUGUETES ROTOS

El bar está en los bajos de un enorme bloque de pisos de estética franquista, aunque esos bloques para familias obreras también están en los suburbios de Bucarest, de Sofía, de Vílnius, de  Riga. Los vi en Milán y en Saint-Denis y en Badia del Vallès. Son las 10 y media de la mañana, el local está silencioso y en penumbra. Hay una mujer de unos cincuenta años echándole monedas a la tragaperras y luego, más al fondo, dos hombres, posiblemente jubilados y más bien resquebrajados, cada uno en su mesita. Uno de ellos tiene un cortado enfrente, el otro una mediana. Ambos contemplan la enorme pantalla del televisor, en donde retumba la tertulia matinal de Antena 3. En la pantalla hay tres mujeres rubias. Una de ellas es consejera de la Comunidad de Madrid y las otras dos, tertulianas o periodistas. Todas rubias y bronceadas. Ayer hubo una agresión sexual contra la trabajadora de un centro de menores y la culpa la tiene Pedro Sánchez, conclusión que todo el mundo aplaude en la pantalla. E...

Mateo 19,14. Dejad que los niños vengan a mi

La literatura europea en general, y la española en particular, están trufadas de sacerdotes, curas y párrocos de escasa moralidad y muy devotos de los placeres mundanos. Tripudos tragones y dipsómanos, seductores y sicalípticos, avaros, codiciosos. En este sentido, no hay nada nuevo. A mi me gusta en especial una novela portuguesa, El crimen del Padre Amaro , del genial Eça de Queiroz. Pero hay muchas más. Cuando era niño conocí a un párroco de pueblo, de una pequeña parroquia pirenaica, que vivía en estrecha comunión con su mayordoma, una viuda huraña y asalvajada, un saco de huesos cubierto por una maleza hirsuta de pelo negro. Al párroco rural le gustaban las mujeres. O más o menos. Ignoro si el hombre, sanguíneo y de talante rijoso, también gustaba de otras carnes. Vamos a suponer que el concubinato le tenía satisfecho, o más o menos. Lo más bueno es que todo el mundo sabe, todos han oído algo, saben de una cuñada que conoce a alguien, el asunto es del dominio público. Las manos la...