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UNO/A DE LA CUP SE PASA A ALIANÇA CATALANA

Quizás sea una ocurrencia, un chiste de finales del verano. Pero no lo es. Se puede recurrir al mundo de las paradojas, o al manido tema de la atracción de los opuestos, o los extremos se tocan, que da para muchas bromas (incluso Andrés Pajares rodó, en 1970, "Los extremeños se tocan"). Todavía no hay ningún registro sobre un político de la CUP trasvasado a Aliança Catalana o a Vox, pero sin embargo los estudios del voto detectaron que en elecciones recientes, antiguos votantes de la CUP en sus años de gloria, habían dado su voto a Vox.

Los partidos del procés catalán andan ensimismados: Junts vira para la derecha de Sílvia Orriols queriendo evitar la fuga de votos que se van a la hermana integrista de Ripoll, ERC se desangra con sus batallitas internas y la CUP hace congresos para decidir qué quieren ser cuando sean mayores. Ninguno de los tres se aclara mucho, aunque la CUP tiene una ventaja sobre los otros: no aspiran al poder y les basta con esa presencia supuestamente insidiosa y molesta aunque, la verdad sea dicha, no se les nota mucho. 

No se les nota mucho salvo cuando difunden ocurrencias, como el señor Dani Cornellà (diputado regional) y otros figurones de la CUP de Gerona, que se sitúan en la misma línea argumental que Orriols: en Cataluña sobra gente y la inmigración está poniendo en riesgo nuestra identidad cultural. Hasta aquí, uno puede pensar que es bastante comprensible que los dos grupos hayan llegado al mismo punto, y por caminos que en realidad no son nada distintos. En ambos casos hay un componente esencialista e identitario muy poderoso y un gusto por el floclore muy evidente, en tanto que expresión de esa identidad. Es muy fácil encontrarse a miembros de la CUP en grupos de castellers, geganters, bastoners y etc, o participando en festejos de raíz católica en nombre de lo tradicional, algo que les acerca incluso al viejo (o no tan viejo) carlismo, un pensamiento que tiene visos de resurgir. No es por casualidad que el mapa de las comarcas carlistas del XIX nos dibuje el mapa de las comarcas independentistas del XXI.

Pero hay algo más allá de las coincidencias identitarias. La CUP suele hablar del "régimen del 78" como de algo que hay que derribar. Y tanto Vox como Aliança Catalana mantienen un discurso antipolítico, contra las instituciones democráticas, a quienes acusan de corruptas, clientelares, anquilosadas e ineficaces. Este discurso ha encontrado a un publicista excepcional en el señor Trump y sus ideólogos del movimiento MAGA (de raíces identitarias), decididos a desmantelar al estado a toda costa y a toda prisa, y no se les pueden negar la eficacia ni la determinación.

Las coincidencias son muy curiosas: un grupo que se autodenomina trotskista coincide con los grupos de la ultraderecha global: el estado democrático es algo que se debe derribar. El mensaje de fondo no es explícito, pero sí implícito: la democracia es una molestia. Y eso es lo que expresa el objetivo "derribar el régimen del 78". El régimen del 78 es, de momento, lo más democrático que ha vivido España y la fuente de los progresos políticos de los últimos casi 50 años y, a la vez, el período de paz más largo que ha vivido nuestro desdichado país. Pero para los grupos de los extremos es algo que se debe liquidar.

Los discursos de éxito llevan hacia los polos opuestos, que a su vez se parecen. Desaparece el camino del diálogo. En la década de los 50 del siglo XX, Albert Camus lamentaba vivir en un siglo que había abandonado el diálogo para entrar en la polémica. Me pregunto qué pensaría hoy Camus, cuando hemos pasado de la polémica a la bronca, al odio, a la cancelación, al insulto. Cuando buscamos a los culpables entre los más desfavorecidos o entre la "casta política": algo así como una pinza mortífera cuya única salida es liquidar la democracia parlamentaria y sustituirla por algo muy parecido al feudalismo tecnológico o de las grandes corporaciones, que son quienes están esperando, entre bambalinas, a que llegue su momento. Y el momento se acerca. Fíjense en que incluso el Partido Popular, teóricamente adherido a la democracia liberal, habla del "colapso -o del fracaso- del estado" cuando analiza los incendios en España.

Por estos días es conveniente repasar los primeros capítulos de Stefan Zweig en "El mundo de ayer", cuando recuerda la sensación de seguridad y de bienestar en la Europa de su infancia, cuando les parecía imposible imaginar que todo se ponía venir abajo en un santiamén por obra de las palabras de un patán tan racista como burdo. Un patán que provocó la muerte de millones de personas y destruyó el mundo.

Es evidente que defender el diálogo y los consensos no está nada de moda, no tiene carisma y no es nada sexy, y por so casi nadie está por la labor. Un tipo como Salvador Illa, por ejemplo, que parece el llanero solitario en la defensa de éstos valores, se nos antoja como un hombre débil, un flojo, un tibio fuera de lugar. Es por esa razón que Illa es el blanco de los graciosos de la radio y de la tele: ¿a quién se le ocurre hablar de diálogo y de consenso cuando lo que mola es el enfrentamiento, el insulto y la deshumanización del oponente convertido en enemigo?

El nacionalismo, y sus primos el identitarismo y el esencialismo, son las nuevas propuestas atractivas, las que tiene tirón mediático. Y promesa de votos a mansalva. En Cataluña, por lo tanto, es comprensible que la CUP y Aliança Catalana se encuentren sin haberlo planificado. Ambas formaciones ven en la democracia y sus leyes un obstáculo que les impide culminar sus proyectos nacionalistas, el sueño del retorno a los pueblos puros y felices con sus tradiciones ancestrales. El programa político de la CUP, de Aliança Catalana y de Vox quizás no va mucho más allá ni tiene más referentes que la aldea gala de Astérix. Pero las propuestas simples son eso: fáciles de entender. Uno se zambulle en la poción mágica y se siente invencible en sus esencias.

Comentarios

  1. No debe de extrañarnos lo que leemos, LLUIS, tanto la ultraizquierda como la ultraderecha suelen tener discursos excluyentes: la izquierda radical se define a menudo como anticapitalista y crítica con las instituciones internacionales, mientras que la ultraderecha tiende a un nacionalismo excluyente, xenofobia y oposición a la inmigración. Ambos extremos tienden a diferenciarse del centro político por negarse a aceptar la pluralidad social y política, tendiendo al uso de la violencia o la coerción para defender su ideología y restringiendo la diversidad de opiniones y partidos políticos en el sistema. Pero los trskistas no sólo son excluyentes en sus postulados ideológicos contra otros camaradas, lo son con el género opuesto, con quien piensa "blando", con los que piensan espiritualmente, así que no nos estrañe se cambien de bando y se vayan a pastar con aquellos que tampoco quieren que las señas de identidad de ellas sea un pañuelo en la cabeza, el mismo que llevaba su abuela en el pueblo hace cincuenta años.
    Los extremos tipo herradura, LLuis, se tocan, o sea, no ha cambiado de idea, ni de manera de pensar, ni de bando, solo ha cambiado de formación política.
    Un abrazo
    Salut

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    1. La Falange de José Antonio ya contenía algunas ideas de esas, que podrían ser recuperadas incluso por la CUP. La Falange original era tradicionalista, y a la vez quería abolir la economía especulativa: era profundamente anticapitalista. Dicho de otro modo, hace 100 años ya se encontraron en el camino ideologías opuestas pero coincidentes. Aunque a mi no me hace ninguna gracia todo lo que sucede, reconozco que la CUP me da mucha risa.

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    2. Perdón por la falta de ortografía, joo.." estrañe", va con x, Miquel¡¡¡, a ver si corriges antes de apretar el enter...

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    3. Lo de la falange original como tradicionalista es la primera vez que lo oigo, en todo caso sectores de la misma sentían envidia del cenetismo que hasta algunos de sus colores tomaron. En las zonas típicamente tradicionalistas (las del Norte) el carlismo iba por un lado y los falangistas por otro, y no se querían, no obstante contribuir a una causa común.

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  2. El Sr Moreto tenia un llibre de José Antonio, i em sembla que aquest tropa se l'ha llegit de dalt a baix.
    Poden hav er-hi més transvasaments d'ex Convergents cap Aliança Catalana, tot depèn en el fons de com vagin els resultats a les properes eleccions.

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    1. L'Antoni Sànchez, ex dirigent de les Joventuts de Junts, ja està a Aliança Catalana. I també han fitxat l'Eduard Berraondo, antic presentador de TV3. I anirem veient molts més traspassos i fitxatges: per a les properes eleccions municipals falten menys de dos anys.

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  3. Es lo que tienen los nacionalismos identitarios (redundancia, por supuesto) Que en determinados momentos su radicalización les desnuda, se muestran como lo que son y serían de controlar poder.

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  4. No hay quién entienda la política catalana, al menos yo, pero bueno te voy leyendo, a ver si me aclaro.
    Gracias

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  5. Para mi los de la CUP son una paradoja de manual. Vástagos de la alta burguesia catalana que mezclan el trostkismo con el independentismo, anti-sistemas declarados con domicilio en Sant Cugat. Muy progres, pero que a nadie se le ocurra "okuparles" la casita de los papás en el Ampurdá. . .
    Y lo mas paradójico, alguien les vota.

    Saludos.

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    1. El Antoni Baños estudió en el Virolai, de Horta, junto a un sobrino de mi señora. Ya te digo que hay que tener mucha, pero mucha pasta para estudiar allí, aquello es alto stand¡
      salut

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