Algo muy extraño sucede en Cataluña. Hay quienes se proclaman guerreros de la lengua catalana por el simple hecho de escribir en esa lengua. Sin embargo, esos guerreros de la lengua catalana escriben en un catalán miserable, empobrecido y lamentable: su catalán desconoce los principios más básicos de la sintaxis catalana. Quien se proclama guerrero de algo no dispone de armas pero sin embargo se presta a la batalla. La batalla ¿contra quién?. No tiene ni idea del uso de los pronombres catalanes, algo que cuesta un poco de aprender. Que se lo pregunten al pobre Ramón Cotarelo, al cual su admiración por la Cataluña de Puigdemont le sirvió de nada a la hora de escribir en la lengua del pastelero de Amer.
Está sucediendo algo muy raro: los defensores de la lengua catalana, convertida en bandera nacionalista, maltratan la lengua de su nación. Es un fenómeno observable y objetivo.
Es un fenómeno observado en infinidad de ocasiones: los más altos defensores de la nación catalana y de su lengua escriben en un idioma casi incomprensible, repleto de faltas. ¿Será eso una demostración de que la inmersión linguïstica es un modelo de éxito? De éxito ¿de qué?. Si acaso, será del éxito del adoctrinamiento ideológico, pero no del dominio ni de la competencia de la lengua escrita. Es algo muy raro. Pero, tal como pueden ver en la foto, quien se escandaliza de un bilingüismo sano y natural, escribe en un idioma surrealista. No se escandalicen todavía: quién se burla del bilingüismo es una persona que ha publicado por lo menos dos novelas en catalán. Y es la misma persona que, pocos años atrás, me soltó la siguiente barbaridad: quienes escribimos en catalán somos guerreros de la lengua.
Un tendiría a creer que quien se autoproclama guerrero de la lengua escribirá en una lengua exquisita. Pero en vez de eso lo hace en una lengua casi ilegible, ridícula, bochornosa. No se puede declarar una guerra y presentarse desnudo en el campo de batalla. Por suerte, nadie escuchó su declaración de guerra y nadie se reirá de la desnudez del oponente. No existe ninguna guerra entre el castellano y el catalán, no hay campo de batalla, no hay nada. Aprenda usted a escribir en el idioma que crea que le atrae más, eso es todo. Pero sepa que no hay guerra alguna. Sepa usted que nos alegramos del bilingüismo con todas us consecuencias. Convivir en distintas lenguas es nuestra felicidad, y su desgracia es no saber escribir en ninguna de las dos. Sepa usted que no hay guerras más allá de las que ustedes declaran. Sepa usted que sus guerras las han perdido. Las lengua nacen y mueren. Mueren cuando sus defensores no tienen ni idea de escribirla, tal como nos cuenta usted, la guerrera de la lengua.
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