Nací en esta callejuela de la foto. Entonces se llamaba Virgen del Pilar y hoy los nuevos tiempos la llaman Mare de Déu del Pilar. Y este soy yo, mirando los balcones de la fachada, 50 años después de haberme marchado de aquí. Salvo las fachadas, ya no reconozco nada. Un poco más arriba, tocando ya casi a la Calle Alta de Sant Pere (hoy Sant Pere més Alt), hay una librería de segunda mano muy pero que muy recomendable. Aquí estuvo la imprenta Bové. Eso me alegra. La librería mira hacia el pasado con dulzura y le hace un guiño semántico a la antigua imprenta. Compro un libro de Juan Eduardo Cirlot, de Siruela, para festejar esa buena nueva y luego lo regalo. Solo está en mis manos unos pocos segundos. Más tarde caigo en la cuenta de que la editorial Siruela todavía existe, aunque orientada hacia otra parte.
No me asalta la nostalgia, contra toda previsión. Siento más bien algo ligero y tierno. Casi no queda rastro de la calle de mi infancia aunque cuando uno se detiene percibe olores y colores que nunca se fueron. Diría, eso sí, que la calle está muy sucia. Hay un sinfín variado de papeles y plásticos y desechos, amén de alguna caca de perro. Contemplo los tres balcones de mi infancia y luego me fijo en el interfono. El piso en donde viví ahora lo han partido en dos, quizás en tres. Hay arquitectos e ingenieros dedicados al negocio más boyante de España, y no pierden el tiempo.
Sin embargo, camino del Mercado de Santa Catalina, paso ante la tienda de Legumbres Cocidas. Sigue allí, contra pronóstico. Un superviviente heroico, ajeno al paso de las décadas. En esta tienda compré garbanzos y lentejas y judías infinidad de veces, de la mano de mi madre, siendo un crío y todavía hoy siento el sabor de aquellos guisantes en la boca, como si los hubiese comido ayer, ahora mismo. El tiempo es la dimensión más rara e incomprensible de todas, y por más que uno se esfuerce no comprende nada. Ese fragmento de vida breve entre una eternidad de nada y otra eternidad de nada es, a su vez, una eternidad que se detiene como lo hace ahora, como puede hacer esta fotografía. Todavía no se si viajamos por el tiempo o es el tiempo quien viaja a través nuestro. No creo que me de tiempo a descifrarlo.
Regreso algunas veces a estas calles, sin ningún patrón temporal. A veces sucede, eso es todo. De modo que es posible que vuelva, pronto o tarde. En la librería (que se llama Alejandría, aunque no dispone de cartel) hay varias piezas que me gustaría tener, rarezas varias que viajan por los eones extrañamente bien conservadas, como si se mofaran de los calendarios. También veo macetas en los balcones altos, con geranios en flor, y recuerdo los geranios de mi abuela, con ese olor a verde y los gatos que se enroscaban alrededor del tallo para dormir sus eternas siestas.
Coño¡...¿has comprado allí un libro de Cirlot? ¿Nuevo?, ¿o de segunda mano?...
ResponderEliminarHe pasado cien veces por allí y sé donde está la librería...
Te veo bien, feo como siempre, pero bien.
Tengo ganas de darte un abrazo...
Cuídate ¡
De segunda mano, el Diccionario de Símbolos edición de Siruela, impecable. Acércate un día allí porque vas a encontrar unas cuantas joyas. Pensé en ti, y me agradecerás la recomendación, aunque te va costar un dineral la visita.
EliminarNo he podido ver la librería en Google Maps...vuélvela a situar, porfa.
ResponderEliminarGracias
Supongo que debe ser la Ca Porta, la del número 20. Si es allí daré una vuelta a ver si hay algo más de él.
Eliminarla librería está en el número 17
EliminarSi, sí..Ok
EliminarGracias