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LA SOMBRA DE PETER PUIGDEMONT

Tardó poco tiempo, la sombra, en protestar. Hay sombras con tendencia a la rebeldía, como la de Peter Pan. Luego hay sombras como la de Grey, que son de otro calado y para consumo rápido, cash and carry. Se ha escrito tanto de las sombras como de la luz (e incluso de las luces: en el cielo, al final del túnel, etc). Yo mismo me acabo de comprar "El arte de la oscuridad", un bello tratado sobre las sombras en el arte pictórico. La sombra siempre atrae. ¿Qué haríamos sin la oscuridad que nos ilumina?

Hay sombras que se resisten a serlo y piden portada cada día, quizás para aparentarse que son corpóreas. He ahí Peter Puigdemont, la sombra iluminada por los flashes. El señor pide ahora una reunión urgente en un país neutral, como por ejemplo Suiza. Amenaza con una moción de censura inminente, justo en el primer día en el que echa a andar el Congreso. Se trata de tener ni una sola portada. Nadie se fía de nada, de nadie: nadie se fía de su sombra, ese sería el resumen del cuento. Esa es la pedagogía de los políticos, decididos a ser el espejo de lo peor, de lo mezquino. Sin mezquindad no hay política, nos dicen.

La sombra no se fía del cuerpo al que ensombrece, y el cuerpo ya lamenta esa sombra, al estilo de Rosalía de Castro, la poetisa asombrada. negra sombra que me asombras. He ahí el secreto oscuro de la España del sol: cuanto más sol, más sombra. Los musulmanes españoles hicieron maravillas con las sombras fresquitas en la Alhambra, intuyendo que el sol español quema demasiado. Las noches en la playa, en otoño, deben ser mejores que los días en agosto. Sol y sombra en las plazas de toros, donde corre esa sangre que es lo que más gusta en España: sin sangre no hay realidad. Lo que no sangra no es cierto. Las cuatro barras de sangre: incluso en su bandera, Cataluña es profundamente, intensamente española: Cataluña existe por la sangre de un caballero moribundo que quiere dejar su sangre como único testamento. Un caballero de ficción. Pero eso... ¡qué importa!

La sombra que reside en Bélgica exige atención y mimos. Y se citan en Suiza para hablar de lo nuestro. Mientras tanto, la Asamblea Nacional Catalana, dolida en lo más profundo por la traición de Puigdemont, se reúne a diario, en la sombra, para maquinar su sangrante venganza: constituirse en plataforma electoral y chafar la guitarra de Junts quitándole los votos de los ilusos desilusionados por la tibieza negociadora del que tuvieron como héroe de la luz y resulta ser un vulgar humano, débil y ahora ya cochambroso. Una triste sombra de lo que fue.

A Peter Puigdemont se le ensombrece el rostro y asoman las ojeras, su piel se pone gris verdoso. Hay sombras verdes y grises, y deben ser comunes en el clima triste de Waterloo. Esa luz grisácea de la Europa septentrional es la peor enemiga de las sombras, ya se habrán fijado ustedes en ese detalle: parece que la reverberación plateada disuelva las sombras y cuando uno lo ve, con horror, desea volver al sur para recuperar la certeza de ser un ente corpóreo en vez de un espectro. Se avecina una legislatura densa y llena de sobresaltos.

La sombra de Peter Puigdemont no es alargada, pero es como la sombra de la mosca cojonera. Y mientras tanto, en un lugar indeterminado de Madrid, Alberto mira con el ceño fruncido la sombra de Abascal, y Abascal levanta la ceja cada vez que Ayuso da un paso en alguna dirección que se debe averiguar a toda prisa. Rostros ensombrecidos recorren España.



Comentarios

  1. He escrito en otra página sobre el estupor que tengo en el hecho de dirimir cuestiones internas del Estado español en un país ¿neutral? con un observador internacional.
    Estupor por ver menospreciado la valía de un Congreso; de tratar a una persona como si fuera el presidente de una nación independiente, necesitado de una neutralidad internacional para establecer nuevas relaciones bilaterales, de tú a tú.
    Estupor porque se celebre a puerta cerrada, sin testigos, sin prensa, sin taquígrafos.
    Si esto lo hiciera el "Ansar", las fuerzas todas progressistas cortarían durante una semana la Gran Vía de todas las capitales de España, y les llamarían feixistes.
    salut

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