Dice el rey que le encarga al señor Núñez la conformación de un gobierno. Dice el rey que lo hace "por costumbre". ¿Por costumbre? ¿Qué costumbre?
Todo el mundo pretendía que en España las cosas se hacen por lo que dicta la Constitución, o en su defecto una razón democrática. Pero Felipe nos cuenta que existe la costumbre, y se entiende que la costumbre la sabe el rey. Hay un aroma medieval en esa costumbre real. Por costumbre, también, se lapidaba a la mujer adúltera, por costumbre se colgaba al reo en la plaza mayor. No es la costumbre un principio de la democracia, ni se la nombra en la Constitución.
Hay una pulsión republicana en la monarquía española, algo más propio del psicoanálisis que del análisis político estricto. La atracción del abismo vive en el Palacio Real, entre oropeles y protocolos, entre retratos regios ecuestres, mayordomos y ujieres con librea. Juan Carlos, en ese estrafalario exilio árabe, parece desear la tercera República solo para fastidiar al hijo que no le ama. Y el hijo, en correspondencia, parece desear la tercera solo para impedirle al padre rijoso sus regatas gallegas.
La monarquía española es la más shakesperiana de las monarquías europeas. Lamentan, los borbones, que Shakespeare ya no esté para contarlo. El relato de la extinción es uno de los relatos más fascinantes: las mejores historias son las historias de las caídas, de las decadencias.
El fin anunciado: el primar acto a cargo de Alfonso XIII, seguido por el entreacto de Juan; el segundo acto es el de Juan Carlos (que empieza con la muerte accidental del hermano en una cacería). Solo le falta al genio de Stratford-upon-Avon el tercer acto, en donde la tragedia se culmina y se explica. Felipe atrapado en el laberinto sin salida tejido con esmero, el fantasma del Caudillo transitando en pantuflas por el palacio y murmurando con esa voz aflautada:
-Haz como yo: no te metas en política.
Leticia (¿Letizia?), en un sofá, revisa catálogos de lugares bonitos pero excluyendo los paraísos musulmanes. Croacia parece muy linda, mira que costas, recuerdan las de la Asturias querida... Pero ahora mismo no me acuerdo de la religión de los croatas. No serán...
¡Musulmanes son los bosnios, pero los croatas colaboraron con los nazis! sopla una voz asesora. Es como para desesperarse, solloza Leticia, y lanza el catálogo a la chimenea. ¡Mira que meternos en política! ¿A quién se le ocurre?
Majestad, insiste la voz asesora: recuerde usted que el único partido que nos es fiel es el socialista. No se olvide de los desplantes antimonárquicos de Aznar. Debemos cuidar al PSOE, que ha hecho los mejores argumentarios para justificar que quiere la igualdad pero les deja a su familia fuera de tal principio. Recuerde que los jacobinos eran los que cortaban cabezas principescas, con perdón.
-¡Mi maridito acaba de desplantar al PSOE! ¿En qué piensa? ¿Es que todavía piensa en la noruega y todo le da lo mismo? Que alguien le diga a mi hija que se salga de ese berenjenal de uniformes y gymkanas estúpidas y que se ponga a estudiar algo de provecho... Mi maridito no quiso ser comisionista como su padre y nos veremos a dos velas... ¡Si por lo menos se hubiese buscado a una amante rica...!
Entra el bufón, vestido de tertuliano de La Sexta:
- La monarquía es útil mientras sirve: en esa tautología radica su sentido. Cuando ya no sirve, lo más higiénico es suprimirla. No estamos en el época de Robespierre y no es necesario cortar pescuezos. Basta con ponerle en la frontera, tras nacionalizar sus bienes. En eso consiste la república, cuyo primer principio es la igualdad de la ciudadanía. En 2022 se desahució a más de 22.000 familias y la Casa real no tuvo nada que decir. ¿La costumbre, de nuevo? Mantener los privilegios de un rey o los privilegios de los catalanes es lo mismo.
Uyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy...te ha faltado la palabra mágica del de la sexta: ¡atenciónnnnnnnnn¡
ResponderEliminarMagistrales tanto tu ironía como tu enfoque. La costumbre es que este país de ignorantes sigan sin prever una salida democrática de verdad, la que estuviera regida por un federalismo moderno y una república de consecuentes ciudadanos, no de vasallos. Así nos va y cómo nos irá.
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