Carlos llevaba mucho tiempo en la inopia, hasta que un rocambolesco resultado electoral le convirtió en el príncipe de las noticias. Con su DNI a punto de caducar, y mientras buscaba a un coyote para cruzar fronteras, se dio cuenta de que el coyote era él.
Carlos era el nuevo coyote, capaz de llevar al cliente hasta su meta por un módico precio. ¿Módico? El precio puede subir al principio, a medio camino o incluso en el último instante. Esa es la naturaleza del coyote. El coyote es un bicho malo, esta es su esencia, su única verdad. Un negociador compulsivo, caprichoso, voluble.
El coyote no conoce moral ni conoce a su madre. El coyote solo conoce lo que le interesa en cada momento. Pactar con un coyote significa pactar con la hiena hambrienta, con el escorpión encima de la rana en medio del río.
El coyote no habla de igualdad, no habla de bienestar social, no habla de impuestos ni de redistribución de la riqueza ni de justicia social. El coyote solo se preocupa de sí mismo, de su bienestar de coyote. El coyote no negocia nada para los demás, solo se fija en su bolsillo, en su libertad que es la libertad del lobo. La libertad del tigre, la del león. La libertad de la serpiente pitón, la libertad del chinche. La libertad del chupasangres, del sacamantecas. La libertad para tomarse una caña cuando le apetezca.
No se puede pactar con un bicho que no es de fiar, con uno que te cambia las normas a media partida y en función de sus nuevas conveniencias. Fíjense en que el coyote solo quiere la amnistía para sí, pero niega la amnistía para los demás encausados en el mismo asunto. Luego querrá otra cosa, y luego otra. El infinito deseo del coyote, niño eterno que desea más y más juguetes, más privilegios, más ventajas. El niño mimado que exige mimos, el niño consentido que quiere más consentimiento. Y para postre una bola de helado de vainilla con un flan al lado y dos pirámides de nata.
El coyote afirma negociar en nombre de su fantasiosa nación, pero no existe la nación de los coyotes, no existe Coyotiluña. Ni existe ni existió.
Nadie negocia con el coyote en su sano juicio.
En un nivell de màxims, el preu a pagar pel seu suport Sánchez, serà la seva renúncia a la política.
ResponderEliminarMi apreciado LLUIS. No tengo sentimientos identitarios, no los tengo. No me siento representado por ningún trapo, no me estremezco ante ninguna escarapela, no se me ponen los bellos de punta ante ningún tema musical que me recuerde donde nací, en las chabolas, por cierto.
ResponderEliminarNo entiendo la necesidad supremacista de ningún nacionalista. Puedo entender que el coyote esté ahí, como la serpiente o el alacrán, y puedo entender que necesite del comer para vivir, pero lo que no puedo entender, es que el coyote, como el lobo, no se conforma nunca con saciar el hambre, sino que mata a cuantas ovejas puede por el mero hecho de que en su genética es insaciable.
Un abrazo y buena semana.
Salut
Jó tío, si que estás enfadaooooo. No me acabo de enterar de el porqué. A ver si te explicas, si quieres, claro.
ResponderEliminarSaludos.