Ahora llega el crujir de dientes y nos pilla con el mercado de la vivienda descontrolado y sin regulación alguna, con una bonanza económica teórica (o macroeconómica, como suelen decir algunos) que convive con las penurias de la gente normal, con el empobrecimiento de quien vive de su salario, con una crispación inaudita con el asunto de la inmigración, con el pánico a los okupas, con el miedo a que un día de esos te prohíban usar tu viejo cochecito y te obliguen a cambiarlo por un eléctrico inalcanzable. Y, de postres, dos helados: Von der Leyen exige mayor gasto en armas para frenar a Putin y Sánchez sale al rescate de las empresas exportadoras españolas para sufragar su pérdida de beneficios. Un paisaje delicioso para el discurso populista de las derechas populistas y neofascistas. Abascal y Obiols, o Obiols y Abascal, tanto monta, monta tanto, se frotan las manos. Y luego se las frota Puigdemont, aupado por los vientos regionalistas que arrecian por todas partes.
Entre los muy jóvenes aumenta la valoración positiva de las opciones autoritarias y se pone de moda saludar como cuando Franco era amigo de los nazis. La democracia se extingue lentamente y con paso seguro, y se extingue de tal modo que, en cuánto se haya extinguido, ni tan solo nos daremos cuenta. De la democracia solo nos quedará la cosa de poner muchas urnas e ir a votar mucho, que ya fue la propuesta del independentismo catalán, pionero en muchos sentidos de este fin de la democracia anunciado con neones, drones y pirotecnia por doquier.
El daño no es de ayer. Eso tiene un recorrido largo que todo el mundo ha mirado con desdén y condescendencia: La Liga del Norte italiana y el independentismo catalán fueron vistos con simpatía cuando no con simpática estupidez por algunas izquierdas antiglobalizadoras. ¿Acaso nadie vio el mensaje explícito en uno de los eslóganes de los independentistas catalanes cuando proclamaba que la voluntad del pueblo está por encima de las leyes?
Pedir que nos leamos al Stephan Zweig de "El mundo de ayer" es propósito vano, pero que conste que todo estaba avisado, como las promesas del señor anaranjado de la Casablanca, ahora mucho más blanca, mucho más cristiana y mucho más masculina. Si la derecha clásica vira hacia la ultraderecha para evitar la fagocitación (véase PP y Junts), la socialdemocracia virará hacia el centro derecha liberal para equilibrar el mercado del voto y así, al fin, la democracia sufrirá una nueva devaluación y dará un pasito más hacia el autoritarismo que es su alternativa más sólida, a no ser que alguien, poseído por fantasías periclitadas, crea que es la Arcadia anarquista revolucionaria: si algún anarquismo tiene visos de triunfar ese es el anarquismo de "El banquero anarquista" de Pessoa que Javier Milei no se ha leído pero parece como que sí.
Puede que nuestros hijos o quizás nuestros nietos, a más tardar, vivan en un mundo controlado por una especie de democracia formalista (votarán, habrá diputados y parlamentos y algunas instituciones) pero desprovista de cualquier contenido social, en que la palabra socialdemocracia le suene como hoy nos suena neanderthal o Gobleki Tepe, el recuerdo vaporoso de algo antiguo e incomprensible. Y prescindible. Pero que no se preocupen: vendrá un millonario y se los llevará a Marte para fundar un nuevo salvaje oeste entre polvo y rocas yermas. Y ese será su sueño más optimista.
Nada puedo contestar, porque nada sé.
ResponderEliminarUn abrazo
Ha habido momentos peores,los misiles en Cuba.
ResponderEliminarTrump trata de que el dólar baje, para poder vender lo que debe fabricarse en USA.
Después de todo se pone de parte de los antiglobalizacion, mira por donde
Saludos