Este pasado mes de octubre se cumplieron 8 años del dislate: el referéndum, las manifestaciones, los contenedores quemados, la batallita de Urquinaona, las amenazas, ho tornarem a fer, los insultos. Ocho años del instante que más puso en riesgo eso tan delicado que es la convivencia en una sociedad compleja, quizás acomplejada, diversa y líquida. Alguien decidió que podía arriesgarlo todo por un sueño medieval y trasnochado, para un viaje alocado e insano y para el cual, por cierto, no habían previsto las alforjas ni reparado en gastos, ni calculado consecuencias. El acto de violencia de un niño malcriado y consentido.
La culminación del proyecto en el referéndum del 1 de octubre de 2017 es un acto pueril y grotesco promovido por unos políticos irresponsables y embravecidos que jugaron con las emociones más bajas de la ciudadanía, ese cuerpo social al que ellos llamaron "pueblo catalán" en una clara alusión a una etapa predemocrática y para despertarles el ardor medieval, el triste pasado medieval repintado por las pinturas del romanticismo. Fueron unos años tremendos, tristes, el oscurecimiento de la razón.
Hay que ser muy zoquete o muy malo para poner en riesgo la fragilidad de la convivencia, eso tan caro y tan delicado, tan débil. Ellos fueron zoquetes y malos a la vez. Algunos de aquéllos políticos tan torpes desaparecieron del paisaje, otros se transformaron, alguno pagó con unas penas escasas que luego les perdonaron. Pero la sociedad tardará décadas en recomponerse, y ese desastre permanecerá. Una vez roto el consenso y el pacto, ya nadie se fía, se despertaron las bestias xenófobas, los desfiles de antorchas, el uso del catalán cayó en desgracia, arrastrado por haber sido burdamente manoseado para convertirlo en la lengua de una parte: la parte agresora y antipática. Un error monumental que lo pagará la salud de la lengua catalana, violentada por quienes dijeron amarla mucho.
En todos aquéllos años tan nefastos, los medios de información catalanes sucumbieron en masa a los dictados del poder autonómico patriótico y salvaje: dejé de leer a la inmensa mayoría de los medios, dejé de ver Tv3 y de escuchar Catalunya Ràdio. No he vuelto jamás a ellas. ¿Qué se puede decir de "Els matins de Catalunya Ràdio" dirigido por la señora Mònica Terribas, que abrió su programa matutino del 2 de octubre de 2017 con un desopilante "Bon dia, ciutadans de la república catalana"? ¿Qué decir del esperpéntico Vilaweb, que sostuvo durante varios meses posteriores al octubre de 2017 que la república catalana era una una realidad objetiva a la que solo le faltaba su "implementación"?
Para las noticias, Radio 5. Para la cultura, Radio 3. Para los documentales, Tve2. Antes de comprar un libro de autoría catalana me informo sobre la posición de su autor durante los años de la oscuridad nacionalista. Si fue uno de ellos, lo descarto: ¿quién querría leer las reflexiones y las ideas de alguien que se afilió sin dudarlo, sin escrúpulos y sin vergüenza a un movimiento supremacista, excluyente y agresivo?
La travesía del desierto fue larga y penosa, y ese abandono de la mayoría de los medios, que se doblegaron a veces con sumisión y otras con ilusión a la fiebre nacionalista, nos dejó a la intemperie, a merced de una tristeza y de una soledad apabullantes. El periodismo catalán abandonó al periodismo y se trasladó a la propaganda solo porqué en la propaganada estaba el calorcito de las subveciones.
Por eso fue tan refrescante y casi salvífica la existencia de "Crónica Global", ese medio digital que era casi el único refugio, junto a "El Triangle" y en cierta medida el "Diari de Girona". Luego, pasado el tiempo y rebajada la presión, uno descubre que el viaje a través de la maldad te obliga a crear extrañas amistades. Pero aún así, la lectura de Crónica Global y algunas de sus firmas se han incorporado a mi vida y ya las siento como viejos conocidos, cuando no amigos entrañables. En especial, aquéllos que consiguieron arrancarme una sonrisa (a veces amarga, pero sonrisa al fin y al cabo) cuando las cosas se ponían feas y violentas, cuando en el blog me encontraba comentarios de desprecio profundo solo por mi posición contraria al independentismo.
Durante los años tenebrosos en los que muchas personas dejaron de hablarme por haberme expuesto en un simple y pequeño blog en donde siempre intenté ser razonable, ecuánime (que no equidistante, por supuesto), en donde siempre escribí a partir de posturas democráticas y socialdemócratas, fiel a mis ideas y a mis principios, que no van más allá de los de la Ilustración, algunas firmas de "Crónica Global" se convirtieron en algo así como un lugar tranquilo y seguro, algo muy parecido a un refugio en donde estaba con mis compañeros de viaje. Cada uno de su palo y de su padre y de su madre pero, en aquéllos momentos tan aciagos, mis compañeros.
Debo ser honesto y contar que varios de los artículos que he escrito (y escribo, y escribiré) en este blog han encontrado su punto de partida en trabajos periodísticos o en opinadores de "Crónica Global", en igual medida que con los de "El Triangle". No soy periodista, mi trabajo me ocupa muchas horas y el blog es solo una pequeña válvula, un ejercicio. Esos periodistas y opinadores fueron mis guías. Me sentí muchas veces como un pequeño Dante de barrio, avanzando a trompicones pero guiado por la mano de un Virgilio con muchos rostros y muchos nombres. Todos ellos me libraron de la tristeza y quizás también de la locura, de una locura próxima a la de Don Quijote cuando se siente el único caballero en mitad de la nada y del desastre.
Com es de bien nacido ser agradecido, agradezco con este pequeño texto la tarea de "Crónica Global" y de "El Triangle", que aguantaron el temporal y salieron de él. Larga vida para ellos.

Larga vida ¡, por supuesto.
ResponderEliminarDecir que hemos atrasado un cuarto de siglo. Que ponernos al día será una cuestión de titanes y que costará volver a unirnos a la medida que lo estábamos en el 2000, sin esas diferencias abisales.
Te sigo.
Cuidate
Salut