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MI PADRE NO FUE UN DELINCUENTE



Mi padre, muerto en 2007, no fue un delincuente. Fue obrero y pobre y más bien torpe con sus finanzas. Durante sus años de autónomo tampoco consiguió éxitos comerciales y al final nos dejó una herencia muy escasa a mi hermano y a mi, ninguna hacienda, ninguna propiedad. Aunque ambos terminamos con un título universitario, logrado con becas y ayudas públicas. Esa es nuestra herencia.

De modo que esa cinta que ha pergeñado Toni Soler, el gracioso de Tv3 con una gracia que no puede con ella y se titula Parenostre, perceptora de casi 2 millones de euros públicos, no me incumbe. Ni pienso verla, ni tan siquiera para quedarme descansado criticándola luego en las sobremesas. No me interesa. Hacer una peliculilla sobre Jordi Pujol de intenciones shakesperianas para decir que fue un buen hombre víctima de una mujer mala y de unos hijos cutres es una idea penosa y nada más que eso.

Ese hombrecito ridículo que pretendía ser Giulio Andreotti y creó la mayor red corrupta de España, que estafó a miles de pequeños ahorradores de Banca Catalana y que se fue de rositas gracias a algún oscuro pacto político con Felipe González -revalidado luego por el inefable Jose mari Aznar- no se merece ninguna compasión. Que en la cinta de Soler no se mencione a Banca Catalana es algo mucho más grave que un error de guión: es un desastre que anula toda la obra.

La historia del hombrecito Pujol es la de un nacionalista romántico en la peor de sus versiones, con sus visiones en el Tagamanent y sus extrañísimas dudas de jovencito, cuando acudió al psiquiatra infantil porqué no distinguía entre Jesucristo y Judas. Solo con estos episodios ya se podría hacer algo medio decente y, sobre todo, significativo sobre el tipejo que pretendió construir una Cataluña acorde a sus delirios. Solo faltaría añadirle el crucero cargado con 10.000 psiquiatras argentinos que trataran a los catalanes que le hicieron presidente regional durante 23 años.

Sobre el tipejo en cuestión ya dijo todo lo que se puede decir, en el mundo del arte, Albert Boadella en 1995, con una de sus mejores obras: "Ubú president", retrato satírico inmisericorde del presidentito delincuente. No hacía falta nada más, señor Toni Soler: quizás usted sea un ignorante o un triste adulador que pretende soslayar la realidad para construir un nuevo relato beatificador y delirante.

Puestos a pensar en cineastas capaces de abordar la figura del ridículo Pujol deberíamos pensar en Paolo Sorrentino cuando trató a Silvio Berlusconi. Pero no me traten a Pujol de padre nuestro, ni le propongan a Josep Maria Pou que interprete al pequeño Jordiet, el garbancito, cuando Pou le duplica la altura: en esa elección hay una mala intención pueril y grotesca. El título "Parenostre" usa algo así como una bromita levemente blasfema y muy catalana, un chascarrillo graciosón al estilo del guionista de "Polonia".

En cualquier caso, la peliculilla de Toni Soler ha pinchado en los cines y eso es la buena noticia. A casi nadie le interesa lo que Soler y sus compinches subvencionados tengan que decir. Se habla de menos de 10.000 espectadores, lo cual es tan pequeñito como el diminuto ser humano pero gran delincuente que es Jordi Pujol.

Comentarios

  1. Un día del mes del mes de octubre de 1982 mi madre se acercó a la sucursal de Banca Catalana situada en frente del Mdo de Sant Antoni, en Les Rondes, esquina Urgell. Allí había depositado sus ahorros, los ahorros de toda su vida, que no eran muchos, pero eran suyos. Muy cerca estaba el Banco Popular, del que no quería saber nada porque decía que era del OPUS. También tenía enfrente la Caja de Barcelona, que no le gustaba, la de Cataluña, que le gustaba menos, y el Banco Rural y la caja de Sabadell, y la de Terrassa. Pero ella prefería la de Jordi Pujol.
    Aquella mañana mi madre vino tarde, después de ir a la sucursal de Les Rondes, me consta, se fue a la central de Paseo de Gracia. Me dijo que no le habían dejado entrar.
    Al otro día la sucursal estaba cerrada y la central estaba tapiada.
    Mi madre perdió todos sus ahorros, solo le quedó una libreta con el importe de lo que le debían.
    El señor Jordi Pujol se le quedó con toda la pasta y nadie le devolvió una sola peseta.
    Ese fue ese señor, un estafador, porque nadie vió un duro de los depósitos que habían hasta el momento, algo así como: 262.226 millones de pesetas, que equivaldrían hoy en día a 1.576.010.000 euros (aproximadamente mil quinientos setenta y seis millones de euros) usando el tipo de cambio fijo oficial de 1 euro = 166,386 pesetas.
    De eso nadie nunca ha dicho nada.
    Salut

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