Un poeta antiguo se fijó en las flores que crecen en entornos feos. En concreto, un lirio entre cardos. Y yo, de repente, me encontré con un arbolito que crece en un polígono industrial lleno de camiones, humos, asfalto y hormigón.
Cada mañana le veo y el sol amanece por detrás de su ramitas que se están deshojando.
Cada mañana le saludo y le hago una foto. Es algo así como una relación íntima y, de tan íntima, silenciosa. Algo así como una oración brevísima es el sonido de la foto, el ¡clic! por la mañana.
El árbol que se deshoja entre la fealdad y el cemento me cuenta algo leve sobre esas vidas que viven en donde uno diría que no hay vida posible. Un planeta muy extraño.
Cerca de la navidad, el tráfico de grandes camiones crece y oculta el árbol, pero yo se que él está ahí y el sabe, a su manera vegetal, que yo estoy allí. El mundo se vuelve ruidoso y chungo y a veces pienso en largarme de aquí para irme a donde hay muchos más árboles más grandes y felices y más densos, más altos, más bellos. Pero eso ya es una relación y me quedo.
Al fin y al cabo, un día bajamos de los árboles (o eso dicen). Quizás a eso se refiera ese libro "gore" en su apartado conocido como Génesis, cuando dice que un tal YHWH nos expulsó del paraíso. Quizás por eso, nuestra afección y añoranza hacia los árboles
ResponderEliminarNo dejes de saludarle cada mañana. Él sabe que tú estás, no lo dudes, al igual, lo que tú no sabes, es que él está porque tú estás.
ResponderEliminarJuego de palabras que no es tal.
Salut
Es la época que caen las hojas, cuando el fruto se seca y deja escapar las semillas, tan codiciadas por las aves, desde el pequeño petirrojo hasta las grandes palomas. El árbol agotado ha cumplido su misión, dando de comer. No sabe si tendrá otra oportunidad, si habrá otra primavera para él.
ResponderEliminarHay que animarlo.
Saludos