La inmigración es el gran problema. Diluye nuestra cultura y nuestra identidad, nos quitan lo nuestro, nos imponen sus costumbres y sus lenguas, se llevan las subvenciones públicas. Para defender lo nuestro, debemos expulsar a los de fuera. Y luego todo estará resuelto, como por arte de magia. Es mejor expulsar a los inmigrantes que tener la varita de Harry Potter.
Me quedo atónito ante la estupidez de ese mensaje, que va calando como una lluvia fina y penetra las pieles como la garrapata. En Cataluña llevamos ya muchos años escuchando barbaridades contra los charnegos, que ahora se llaman ñordos. En Cataluña sabemos bastante bien de qué trata ese discurso. Pero la estupidez abarca el mundo, desde el Cabo de Hornos hasta el desierto de Gobi.
Cuando la natalidad decae en Europa y todo el mundo sabe que lo que llamamos Europa colapsará dentro de 20 años por falta de ciudadanía joven y en edad laboral, siguen proponiendo más y mejores fronteras. Los países que se enriquecieron con el expolio de otros les niegan el derecho a vivir aquí. Aún sabiendo que Europa morirá de vieja. Algún día vendrán a gozar de lo que les quitamos, dijo un inglés del siglo XIX. ¿Cuáles son las tradiciones que debemos preservar aún a costa de morir? ¿Los castellers? ¿Las sardanas? ¿Las flores ante la horrible estatua dedicada a Rafael de Casanova?
El otro día supe de una familia peruana, pareja con dos hijos. Trabajan los fines de semana, horas y más horas, de sol a sol del sol de junio, que es eterno. Fines de semana incluídos, por supuesto. No tienen papeles y solos les queda la economía en negro: quien les mantiene en la negrura es un empresario catalán, posiblemente gran patriota. Y es posible que el empresario patriota les haya sugerido que deberían ir aprendiendo la lengua del poeta Guerau de Liost, pseudónimo de Jaume Bofill, de Viladrau, Barón de Olot.
Cataluña envejece mal y parece tomada por un alzheimer colectivo que solo recuerda su pasado heroico y mítico, como en el ensueño de una última siesta veraniega, mientras un criado mestizo les abanica en la veranda, entre vapores de ratafía. Cataluña se inyecta bótox en los ojos para ver a Guifré el Pil·lós cabalgando por los verdes valles y las oscuras colinas. El guerrero legendario expulsando a los de fuera para salvar a la sardana e impedir el reguetón. Si quieren bailar, que muevan el esqueleto al ritmo de La Santa Espina. Josep Rull se desvela de su siesta entre sudores fríos y se siente Guifré, y exige la independencia para gestionar la cuestión de la inmigración. Carles Puigdemont, cuando era alcalde, promulgó su medida estrella contra el hambre: poner cerrojos en los contenedores de las calles para impedir que los hambrientos consigan algo de comida.
El sueño de la razón nacionalista expulsa extranjeros, aunque luego les contrata para los trabajos que nadie quiere hacer. El esclavismo sublimado. Háganme un favor: levántense un día a las 5 de la mañana y paséense por las calles, y luego díganme de qué color es la piel de las mujeres y de los hombres que las barren y quitan la mierda que nosotros dejamos, díganme cual es su lengua. ¿De qué color son las manos de la mujer que cuida a su madre, esa madre a la que usted no tiene tiempo de cuidar? ¿De qué color son esas manos que le cambian los pañales blancos?
La pirámide va así, Lluis. Presta atención:
ResponderEliminarCatalanes "de mena".
Murcianos.
Charnegos.
Extranjeros,
Ñordos.
Butiflers.
La emigración es la solución y todo el mundo lo sabe,porque son los que cubren los trabajos que nadie quiere,aportan hijos,juventud,llenan las aulas,crean riqueza,pagan la seguridad social de los viejos.
ResponderEliminarSaludos