Uno daba por hecho que habíamos llegado a la era de la racionalidad, la Ilustración y el pensamiento crítico. O científico, y que en sus parámetros pensamos: hipótesis, comprobación, etc. Aunque algo del pensamiento científico nos haga temer que la ciencia puede ser tratada como una religión (la verdad, ay, la verdad...), uno pensaba que el tiempo de la magia y la religión estaba muy superado. Uno también piensa que la gente prefiere lo racional a lo emocional cuando busca la mejor opción, y eso ya sabemos que es falso. Seguimos siendo el mamífero peludo y crédulo. Y supersticioso.
¿Acaso usted sabe todo lo que sucede para que, cuando pulsa el interruptor, se encienda la luz? Cuando uno no lo entiende, sitúa este fenómeno en el terreno mágico y se queda tan ancho: algo o alguien hace que se haga la luz.
El retroceso del cristianismo en Europa permitió el progreso de las ciencias, y a día de hoy nadie apostaría por volver al horror oscurantista. Aunque hayamos pagado un precio (quizás) demasiado alto: la pérdida de la espiritualidad es una grave pérdida y debe ser por eso que tantos la buscan en las formas modernas, que son reelaboraciones de lo antiguo: mindfulness y meditación, yoga, etc.
Sin embargo, en nuestro mundo multicultural, cada cultura funciona en paralelo a las demás y apenas hay diálogo: despertamos del sueño de la pluriculturalidad hace tiempo. Coexistimos entre personas de muy distintas creencias.
Yo perdí mi fe cristiana hace muchos años, del mismo modo que usted puede perder un billete de 20€: sabe a ciencia cierta que nadie se lo devolverá. Eso lo he contado a veces en clase, para intentar explicar mi ateísmo, mi agnosticismo o mi desinterés por el asunto a un alumnado de otras culturas que me presupone cristiano por haber nacido aquí. ¡Cuántas cosas debo desmentir por haber nacido aquí!
El alumnado musulmán es creyente de un modo pétreo, y la fe y la doctrina están tan interiorizadas y tan presentes en su vida que a uno le cuesta creerlo. Pero es así. En clase escuchan cualquier contenido científico y lo aprenden, porque quieren aprobar el examen. Pero también saben que el profesor infiel está equivocado por el hecho de ser infiel. Vamos a imaginar un contenido simple: el ciclo del agua. Ellos estudian y aprenden que el agua líquida se evapora, asciende y luego vuelve a caer. Hacen el examen y aprueban. Pero un día, en una conversación informal fuera del aula, en la calle, se sinceran: eso que cuentas del agua es falso. Es Alá el que creó el agua, el que hace llover, el que decide donde y cuando llueve. Lo que pasa es que tu no lo sabes porque no conoces la verdad del Dios, no te preocupes.
No digamos lo que pasa cuando el contenido trata de la reproducción humana, asunto sobre el que las religiones monoteístas dejaron caer un velo tupidísimo por un problema de pudor ante la sexualidad curiosamente idéntico en todas ellas. Algunos alumnos se cubren las orejas con las manos, para no escuchar las palabras malas como vulva o pene.
Este alumnado asiste a la escuela cinco días a la semana, a razón de cinco horas por día. Y luego un día o dos, un par de horas, a las clases de lengua árabe que se dan en la mezquita o en el oratorio. Y les aseguro que quien da las clases en la mezquita es diez veces más eficaz que yo: necesita muy poco tiempo para convencerles de que lo verdadero es lo que cuenta él. No solo eso: también les convence de que en la escuela el profesor, infiel y en pecado, suelta mentiras que no deben ser atendidas.
A veces, solo a veces, a algún alumno se le enciende la duda en su mente y se pregunta: ¿Y si...? Y yo confío en esa duda inicial, en su capacidad para convertirse en semilla de algo nuevo. Pero luego veo a esas culturas cada una encerrada en su creencia, en su identidad tan estrechamente ligada a la religión y tan indiferente a las demás, tan ausente. ¿A cuántas parejas mixtas de musulman/a cristiano/a conocen ustedes? Es significativo que, tanto en francés como en inglés exista el verbo coexistir (coexist, coexister) pero no el verbo convivir. Lo más parecido es live together o vivre ensemble, que no es lo mismo.
Algo chirría en la sociedad que equipara y que sacrifica cuotas de libertad en nombre de la igualdad pero en la que hay diferencias abismales. La democracia podría ser el mejor sistema y a la vez el peor sistema, por eso debe repensarse continuamente.
El retroceso del cristianismo en Europa permitió el progreso de las ciencias
ResponderEliminarApostaría que fue en la dirección contraria, pero no lo discutiría.
Es interesante lo que cuentas del alumnado. Yo trabajé con un persa (no le gustaba que dijéramos iraní). Musulmán convertido a la Fe Bahà'í y de los años de conversación me ha quedado la impresión de que su credulidad hacia lo religioso parece como genético. es como si algún gen les predispusiera a formas de radicalidad. En fin... por lo menos, la ciencia, duda de sus verdades.
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ResponderEliminarComentas que: "la pérdida de la espiritualidad es una grave pérdida". Lo es sin duda, pero creo que se puede ser espiritual sin que haga falta ser creyente. Otra cuestión es eso que se llama: "cuestión de fé", dogma, al fin y al cabo, y en la que hay que creer sin oponer resistencia.
ResponderEliminarEl último libro censurado por la Inquisición está impreso a principios del mil ochocientos, creo que sobre el 1812, lo vi en la Biblioteca de la Facultad de Teología. En aquella época, no hace tanto, tampoco se cuestionaban, al menos aquí, muchas cosas.
Y estoy de acuerdo: "La democracia podría ser el mejor sistema y a la vez el peor sistema, por eso debe repensarse continuamente.", sin lugar a dudas.
Un abrazo