El nombre de Elon Musk suena a malo de James Bond. Si sus empresas siempre llevan una X (SpaceX, la red X -antes Twiter) más fácil me lo ponen: X también era la calificación de los cines pornográficos, aquella X en rojo chillón que nos impedía la entrada a los menores. Quizás podría llamar Texla a su división automovilística, para redondear la estrategia. No se olviden que la X es, a su vez, una cruz.
No dudo de que Elon sea un ingeniero brillante, ni de que fuera un niño rarito en sus años mozos. Lo que me llama la atención de él es lo que cuenta cuando no ejerce de ingeniero. Cuando ejerce de visionario. Elon cree que el futuro de la humanidad está fuera de la Tierra, en otros mundos: Marte, para empezar. El planeta Marte, visto lo visto, no parece disponer de paisajes muy atractivos ni de bellas estampas con palmeras y aguas cristalinas: Marte es un desierto anaranjado y pedregoso. La promesa de Elon es que ese paisaje hostil e inhóspito sea la nueva morada de los humanos.
Me quedé perplejo ante la insistencia marciana de Elon, hasta que un buen día recordé algo, y fue como una iluminación. Jesucristo orando en el desierto, Jesucristo tentado por el diablo en el desierto. O el largo viaje del pueblo de Israel a través del desierto, o varios profetas del Antiguo testamento retirados en el desierto para encontrarse con la voz de Dios.
Lo que promete Elon está escrito en la Biblia. Y, aunque Elon tiene pinta de ser más bien ateo (aunque ese dato lo ignoro por completo), no me extraña nada que haya recurrido al mismo paisaje sin naturaleza viva que nos cuenta la Biblia, ese lugar metafísico y sin estaciones, sin agricultura y sin ganado.
Pero la promesa de Elon difiere en algunos puntos de las promesas cristianas: si Jesucristo prometía el nuevo mundo a los muy buenos, Elon se lo promete a los muy ricos. Un leve giro en la promesa, un cambio en la estrategia de marketing. El precio a pagar para acceder a Dios ha transitado de lo moral a lo material.
Elon no está solo: esa nueva religión que se basa en la ciencia y en la ingeniería también promete la vida eterna, y aseguran que no falta mucho para encontrar la medicación que nos haga inmortales o, por lo menos, muy longevos. Es cuestión de tiempo. Y de dinero. Si antes se debía tener esperanza en el fin de los tiempos, el regreso de Jesucristo y el Juicio Final, ahora solo debemos esperar al progreso de la biomedicina.
La fe vuelve a ser la espera, ese tiempo que falta hasta el suceso. Parece que la inmortalidad y el mundo nuevo siguen siendo la esperanza última para esa humanidad que ya no cree en nada excepto en su capacidad para comprar, consumir y reciclar.
El Paraíso (el Valhalla, la Yanna, el Shangri-La) será accesible previo pago. El tormento esclavizante de la esperanza se verá sustituido por una transacción, por PayPal o tarjeta de crédito -mejor que de débito.
Cabe esperar que la socialdemocracia futura ofrezca ayudas a los más vulnerables para pillarse un pasaje a Marte en clase turista o en la bodega de la nave. O un bono para acceder a 20 años de vida extra, aunque la prolongación de la vida obligará a replantearse el asunto de la jubilación. Si quiere usted 20 años de vida suplementaria deberá firmar (digitalmente) su conformidad con la prolongación de la edad laboral hasta los 90.
Y luego deberemos ver si esas ayudas son iguales para todos, o si bien catalanes y vascos podrían gozar de condiciones más ventajosas en nombre de la pertenencia a una nacionalidad histórica. En el caso de Marte, vascos y catalanes tendrían reservado un pedazo de planeta libre de maquetos, ñordos y botiflers.
Confíen ustedes en el futuro y en Elon Musk. Solo es cuestión de tiempo.
Ostras...o sea, los charnegos internacionales como es mi caso, lo tenemos magro....
ResponderEliminarSiempre lo hemos tenido mal.
EliminarUn visionario, un niño grande, todo es posible. Juntó un montón de pilas (las del tipo AAA),formó un paquete con cinta americana, con dos cables de salida y lo conectó al motor de su cochecito de juguete. Aquello corría que volaba. Ya está, lo llevó a la practica en un coche grande e inventó el Tesla, que cuesta una fortuna, pesa como un tanque y consume un montón.
ResponderEliminarSaludos.
Y sirve como marca de clase, que es lo más importante: el coche Tesla les permite a los ricos dar lecciones de ecologismo y sostenibilidad a los pobres que queman gasolina en su Seat Ibiza de segunda mano.
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