Ir al contenido principal

AMNISTÍA, Y LUEGO ¿QUÉ MÁS?


Lo dijo el portavoz del PNV en el debate de investidura: "si debemos escoger entre Feijóo y amnistía, escogemos amnistía". Es decir: entre tragarse una rana o tragarse un sapo, prefiero tragarme una rana. Y ya tiene narices que un partido tan de derechas como el PNV no quiera a Feijóo, pero es que la amnistía también la han pedido las derechas. Es normal, en realidad, que el PNV prefiera a un Sánchez deudor de las derechas nacionalistas periféricas antes que a un Feijóo cual mosca atrapada en la telaraña retrógrada que propone Vox.

Pero la paradoja es fenomenal: ¿acaso lo que piden los nacionalistas catalanes no es, también, una caída en las tinieblas del pasado? El nacionalismo catalán no superó el siglo XIX, y están diciendo lo mismo que decía Valentí Almirall en 1886. Cuando lo decía Almirall estaba de moda pero ya sonaba a pretérito, a romanticismo tardío, a predemocrático. Era la época del renacimiento nacionalista en Europa, que todo el mundo sabe adónde llevó.

Amnistía, dice Aitor Esteban. Lo que no se sabe es lo que se pedirá tras la amnistía: ¿referéndum? Es lícito pensar que el nacionalismo catalán, cuya conducta es más propia de un niño consentido, siempre pedirá más. Y luego más. Para mantenerse en el candelero electoral, el nacionalismo tiene que estar siempre pidiendo, entre amargos sollozos y berrinches. No pretenden la independencia: pretenden pretenderla. Entre grandes lamentos.

Y no solo pedirán el referéndum: luego vendrá la aberración del déficit fiscal, una idea solo rocambolesca si no fuese por su profunda raíz insolidaria y por su maldad conceptual. Alguien debería contar que no existe déficit fiscal entre territorios. Y si existiera ¿porqué no presentan el déficit fiscal entre Lérida y Barcelona?. Alguien debería contarles que el estado vela por la redistribución de la riqueza, y que esta función es lo que hace a España un estado democrático y un estado del bienestar. Sin redistribución estamos en la época feudal, en la caridad con los pobrecitos.

No parece viable que un partido socialdemócrata acceda a negociar siempre con los nostálgicos del feudalismo, ni que un partido liberal pacte con los nostálgicos del franquismo. La idea de que el PP le ceda al PSOE los diputados necesarios para la investidura de Sánchez es, en realidad, la mejor salida del embrollo. Pero huele demasiado a sapo intragable y no veo yo a los partidos capaces de llegar a decisiones y a pactos valientes.

Estamos atrapados en un laberinto oscuro de involución democrática, de viajes al pasado y de pérdida del sentido de los valores ilustrados. Vox no se enteró de la Ilustración, y Puigdemont tampoco. Por no hablar de esa cosa antropomorfa y premoderna que es ERC. 

Solo les diré una cosa: soy un trabajador nacido en Cataluña por casualidad. Y por consiguiente me siento más cerca de un trabajador de Badajoz que de un señorito catalán. A mi el cuerpo no me pide amnistía ni referéndum: me pide justicia social, igualdad en los derechos. Todo lo que ande hacia otras direcciones no me interesa. Así que, por favor, no digan nunca más que los catalanes queremos amnistía y referéndum, no hablen en mi nombre y dejen de mencionar a Cataluña como si fuera un ente con voluntad.



Comentarios

  1. Copio, pego y hago mío:
    "... A mi el cuerpo no me pide amnistía ni referéndum: me pide justicia social, igualdad en los derechos. Todo lo que ande hacia otras direcciones no me interesa..."

    ResponderEliminar
  2. Estupendo, unos y otros se apartan de lo que realmente queremos justicia social.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

PUIGDEMONG PEZIDÉN

Que el "procés" ha muerto es una evidencia y no es opinable. Quienes nos enfrentamos al secesionismo durante los años lúgubres sabíamos que todo terminaría en las urnas, cuando la ciudadanía dejara de darles la mayoría absoluta a los partidos del nacionalismo identitario. Solo podía ser de ésta manera, con su derrota electoral: no iban a poder ni los jueces ni la policía. Y eso es lo que ha sucedido, por fin. Hemos tenido que esperar muchos años pero ya ha sucedido. Aunque todavía no sea el momento de festejarlo a lo grande, les confieso que yo ha he brindado por la derrota del independentismo, que ha perdido más de un millón de votos respecto de 2021.  De modo que el señor Feijóo miente cuando dice que el "procés" está muy vivo. No miente por ignorancia (aunque la ignorancia no le es ajena). Feijóo miente por interés: es al PP a quien le conviene mantener al procés en estado zombi para dar miedo. Las estrategia de la derecha suelen ser siempre las mismas: crear mie

TAREK Y UN INSTITUTO EN LAS AFUERAS

Tarek nació en España, en una ciudad de la provincia de Barcelona. Sus progenitores son de Marruecos y emigraron para dar un futuro mejor a sus hijos: el padre era pastor, albañil y analfabeto, y también hacía recados con su furgoneta. La madre, ama de casa, analfabeta. Una vez en España, la familia encontró un piso compartido con otras dos familias en un barrio periférico de pequeños bloques construido para alojar a las familias que una antigua riada dejó sin casa. El padre encontró trabajos esporádicos en la construcción y el transporte. La madre limpia pisos por toda la ciudad y sus aledaños, todo en dinero negro. El padre decidió que estarían en este barrio hasta que las cosas mejoren. Pero las cosas no mejoraron, y las opciones e salir del barrio se empequeñecen. Ya no cree que jamás pueda salir de aquí. Quizás Tarek lo consiga, si sale adelante con los estudios. Tarek cursó la educación primaria con dificultades por el idioma, en la escuela del barrio. La mayoría del alumnado es

EL CULPABLE DE TODO

Saikou, nueve años. Alumno de tercero de primaria. Pequeño, listo, puro nervio, alegre. Ojos grandes, siempre muy abiertos, como si quisiera meter todo el mundo en su retina con una sola mirada, un travelling vertiginoso. Niño nacido en Senegal que lleva seis viviendo en una ciudad del cinturón de Barcelona. En la entrevista inicial pregunto algunos datos. ¿El trabajo del padre? Trabaja en el metal, me dice la madre, pequeñita y escuálida, ojos tristes y cansados, bajando la mirada. Poco más tarde comprendo que "trabajar en el metal" significa que el hombre, con un carrito de supermercado, va por la calle durante doce horas al día recogiendo metales abandonados por las esquinas y en los contenedores. Luego se los vende a un intermediario, tipo enjuto que dispone de una gran nave y una báscula en las afueras, que luego revende a vete a saber quién. El intermediario es catalán como yo. Eso es trabajar en el metal, uno de los destinos que les esperan a los hombres que arriesgaro