Ir al contenido principal

BAD PAINTING / (?)

¿Quién decide lo que es de buen gusto y lo que es de mal gusto? 

A esa pregunta intenta responder la exposición Bad Painting que pueden visitar en la Fundación Vila Casas de Barcelona, y que les recomiendo encarecidamente Aunque odio los adverbios en -mente). Como en toda buena novela, la pregunta es la novela y la respuesta es la novela. En este caso, la pregunta y la respuesta son la exposición: usted deberá decidir si lo que ha visto es pintura buena o mala, hortera o sublime. Y deberán pensar si lo que han visto en las paredes existe o lo han soñado tras una fabada asturiana.

Los autores de la exposición son dos, uno de los cuales es Carlos Pazos, artista muy relevante de la cosa del arte contemporáneo de nuestra latitudes. No les voy a revelar gran cosa: revelar mucho es de mal gusto. Pero creo que la visita es obligatoria, todo lo contrario que la exposición que coexiste con Bad Painting en la Casa Robert dedicada a los crímenes catalanes, que es de un nivel muy pero que muy bajo. Y no lo digo solo porqué en el ático de la Casa Robert tenga su despachito de expresidente el señorito Artur Mas (aunque eso ya es motivo de peso para tener el buen gusto de no entrar nunca en el palacete neoclásico de la Diagonal).

La muestra de pintura que se exhibe en Bad Painting lleva a cuestionarse un montón de supuestos sobre el arte pictórico catalán, y además está fabulosamente organizada. Yo solo he echado de menos un capítulo dedicado al patriotismo, aunque algo de eso hay desperdigado por la salas. Eso lo voy a dejar aquí.

Me pregunto: ¿es de buen gusto ir a la ópera y de mal gusto ir a un concierto de Bad Bunny? Ahora mismo en el Liceo se puede ver una ópera de Verdi dirigida por el escultor Jaume Plensa, y La Vanguardia le dedica inconmensurables elogios (antepongo el adjetivo con alevosía). 

Plensa me resulta un tipo insufrible, pero eso es cosa mía. Y este es mi primer motivo para no acudir al Liceo. Segundo motivo: el Liceo procura que yo no vaya, ya que el precio de una entrada no está pensado para los tipos como yo, y en caso de que decidiera efectuar el dispendio, mi alma me gritaría que por ese precio hay familias que viven (malviven) durante un mes entero. Luego me cuentan: el Liceo es muy caro, sí, pero ¿cuánto vale una entrada para ver al Barça?. Y respondo: no iría a ver un partido de fútbol por nada del mundo, es cierto, pero... ¿no será que -otra vez- la ópera es de buen gusto y el fútbol para garrulos? ¿Quién nos dicta lo bueno, lo elegante y lo garrulo? 

En los tiempos del emperador Augusto... ¿era de buen gusto o del mal gusto ir a ver a los gladiadores? ¿Era de buen gusto el espectáculo de los leones comiendo cristianos en la arena? Quizás sí lo era: depende qué clase social lo encontrase de buen gusto. ¿Solo de eso?

Les advierto: la exposición Bad Painting? no es eterna, y es de muy buen gusto ir a verla. Deberán pagar los 8 euros de la entrada (o 4, si ustedes son docentes y se acuerdan de mencionarlo en la taquilla y no hacen como yo, que con los nervios me olvidé de mi profesión).


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La república de los contenedores quemados

Uno se vuelve conservador con el paso de los años. ¿Un fenómeno debido a la edad? Eso no significa que uno se haga de derechas, pero es bien cierto que uno le coge aprecio a mantener ciertas formas, y le da una importancia renovada al respeto, al cuidado, al mantenimiento de lo que nos parece bueno, bello, útil o interesante. Al respeto, por lo menos, hacia lo que es de todos. Decía Josep Pla que el payés es conservador porque sabe cuán destructiva puede ser la naturaleza. Uno tarda media vida en levantar un campo de frutales, y sabe que una tormenta de verano se la puede arruinar en pocos minutos. El obrero no es menos conservador que el señorito que nació en una rica hacienda: el obrero sabe el esfuerzo que hay detrás de su coche, de sus pertenencias por escasas que sean, de la educación de sus hijos, de esos cuatro libros. El obrero también sabe que el ambulatorio o la escuela pública del barrio no son gratis ni cayeron del cielo: el obrero sabe que eso, como los contenedores de l

Cuando el dedo señala a Boladeras, Ballart mira el dedo

El señor Ballart construyó un equipo de gobierno municipal con los criterios del populismo estricto y con las ideas del personalismo egoísta. Hay una cierta venganza de Hamlet provinciano en su regreso. Usó la teoría de los microgrupos en su campaña. Pura demagogia tecnológica. Para ello invitó a una actriz decadente, cuyos mayores papeles siempre fueron dulcemente secundarios. También invitó a una directora de escuela cuyos méritos siempre quedarán por demostrar. Que la actriz esté fuera de los focos importa poco. Que la directora de la escuelita recibiese una Creu de Sant Jordi de manos de Quim Torra (sin dudad alguna, el peor presidente de la Generalitat), también parece que le importase muy poco. O del revés: para uno que se cree algo, lo mejor es rodearse de dudosos. Los adláteres dudosos engrandecen al actor principal, lo encumbran y lo sostienen. Aún recuerdo cuando aquella directora de escuelita reunió a los alumnos y a los maestros en el patio de la escuela y les exhibió su Cr

EL PRIVILEGIO DE LLAMARSE JORDI

Jordi es el alcalde una ciudad, catalana y de los alrededores de Barcelona. Jordi llegó a la alcaldía tras un periplo de claroscuros y triquiñuelas, pero es el alcalde al fin y al cabo. A Jordi le gusta mucho exhibirse en las redes, que usa sin tapujos para aumentar su popularidad y su autoestima. Eso no se le puede reprochar sin que tengamos que reprochárselo, a la vez, a miles de cargos políticos que abarcan todo el arco ideológico. Aunque, dicho sea de paso, jamás sabremos cual es la ideología política de Jordi, ya que su posicionamiento ideológico, al más puro estilo postmoderno, se oculta tanto como se muestra su imagen. En su apabullante discurrir por las redes sociales, Jordi suele confundir lo público con lo pivado, a veces de un modo indescifrable y otras de un modo demasiado obvio, y con intenciones espurias cuando no aviesas. Sin embargo, Jordi dispone de un enjambre de defensores que -cobrando o de gratis, por puro amor al líder- se preocupan tanto de aplaudir sus intervenc