El respetable público suele tener una imagen idealizada de los poetas, y les cree seres puros, embelesados en la contemplación de la naturaleza, una naturaleza que a veces se concreta en el cuerpo de una mujer, un pájaro que surca el cielo o una estrella fugaz. A muchos poetas la naturaleza les importa menos, y sus versos discurren por conceptos difíciles pero siempre elevados: la belleza, el bien, el amor, la inmortalidad -o tal vez la muerte. Los poetas se sitúan más allá de las preocupaciones banales del pueblo común, el que trabaja, pierde el tiempo con Netflix o se interesa por el fútbol y el alza de los precios en el colmado.
Sin embargo, esa visión estilizada del poeta suele olvidar los muchos poetas que se han metido en cosas tan humanas como la política o los negocios en general. Josep Vicenç Foix, sin ir más lejos, era el dueño de la Pastelería Foix de Sarrià y trabajaba allí como cajero: dicen que se guardaba la recaudación bajo las posaderas porque temía ser sisado por las dependientas. Foix también tuvo sus filias políticas y se declaró fascista. Un poco más lejos, en Francia, una de sus más jóvenes estrellas de la poesía que respondía por el nombre de Arthur Rimbaud dejó un buen día los versos y se puso a traficante de armas, tarea mucho más lucrativa. Y algo más lejos todavía, el norteamericano de Idaho Ezra Pound ejerció de ideólogo fascista, admirador de Mussolini y furibundo antisemita.
En tierras catalanas hay que nombrar, aparte de Foix, la parte oscura del poeta y clérigo Jacint Verdaguer, de talante inquisitorial, espiritista a veces y exorcista por cuenta propia, amén de otras curiosidades. También podríamos mencionar a un amigo poeta de la señora Laura Borràs cuyo nombre no recuerdo pero que ganó varios premios de poesía concedidos por el Institut de les Lletres Catalanes, la institución que presidía su amiga, y fraccionó varios contratos con la misma en calidad de diseñador de páginas web. Los poetas no son seres de luz y lo de versificar quizás sea para pasar el rato durante el fin de semana: no se olvidan del pecunio y sienten un gran amor por la cuenta corriente.
A día de hoy hay, en nuestras desdichadas tierras catalanas, otro poeta y político que no se olvida de lo humano: Héctor López Bofill, poeta que de muy joven se apuntó al grupo de "Els imparables" junto a otros pocos escritores a quienes hoy casi nadie recuerda y que, por consiguiente, no eran tan imparables como pretendían.
López Bofill, sin embargo, prosiguió en la política una vez detenida su carrera poética y transcurrió por varios grupos independentistas. Empezó en ERC y luego pasó por varias plataformas y partidos. Uno de ellos, Solidaritat catalana, el grupo que impulsó y al que luego le dio plantón un tal Joan Laporta, presidente de un club de fútbol. Al fin recaló en Junts, el partido de Puigdemont heredero de Convergència, los restos de la derecha católica de Pujol.
López tiene un recorrido curioso y quizás poético por el territorio: nació en Badalona, fue candidato por el partido de Laporta en la circunscripción de Tarragona y luego obtuvo el cargo de Concejal de Educación, Cultura y Deportes en el Ayuntamiento de Altafulla en el partido Junts. Su salida del ayuntamiento fue algo convulsa: abandonó el cargo en 2022 tras ser acusado de tener opiniones fascistas.
Por estos días, el exconcejal de Junts ha manifestado que el partido con sede en Waterloo debería pactar con Aliança Catalana para poder gobernar en el futuro: tras ver los malos resultados que el CEO les otorga, su apuesta es el pacto con la ultraderecha de Sílvia Orriols.
El primer libro de poesías de López es "Poema a Calipso". Calipso es una ninfa que intentó retener a Ulises en su isla de Ogigia, prometiéndole la inmortalidad entre otras cosas, aunque al fin el guerrero se hartó y se fue con la música a otra parte. López también se harta, corrige el rumbo y cambia de bando, algo que le humaniza y por lo que le felicito, pero no deja de sorprender que un espíritu sensible proponga acercarse a la xenofobia, el racismo y el odio al diferente.
Definitivamente, los poetas ya no son lo que eran. Si es que acaso fueron algo.
jajajajajaja.....cullons amb el poeta..¡¡¡ jajajaja
ResponderEliminarEsto, chico, ya no es lo que era...Y que no es Joan Laporta, que es Jan, Jan de los Laporta de toda la vida, cuñao del ultra Echeverría, partícipe, cofundador de Fuerza Nueva en sus comienzos, allá con Blas Piñar en Barcelona, el mismo que mandó cerrarles las puertas, y por o tanto al carajo a Fórmula V, ¿te acuerdas de ellos?, y la mandó por un tema que se titulaba "En la fiesta de Blas", cuando esta tenía la sede en la calle Valencia.
¿Porqué será que todos estos patriotas de butxaca siempre acaban con Ulises, el paraíso, Ogigia, Ariadna, los nudos, las ninfas, Itaca y toda la comedia que rodea la parafernalia?
salut
Dels Imparables podríem salvar només a Forcano, l'hauríem de revisar abans. La resta fullaraca.
ResponderEliminarSalut.
Es que si miras la historia literaria,los poetas no eran precisamente ejemplos de castidad,ni amor al prójimo,ni caritativos.No me sorprende lo que dices.Lope de Vega,teóricamente sacerdote,igual mi paisano Gongora.Saber juntar palabras, que resulte poesía, es difícil sólo para intelectuales,tengan las ideas que tengan.
ResponderEliminarSaludos