Los hombres se separan de sus esposas cuando se han liado con la secretaria. Generalmente. Las mujeres se separan cuando descubren que se casaron con un bruto que permutó las faldas de mamá por la corsetería de ella y que luego exige el mando, da permiso o lo deniega, impone. A veces promete cambiar y, al tercer día, se olvida de la promesa. Dicho de otro modo, las mujeres se liberan.
Cuando Isabel se liberó abandonó su mansión del centro sin pestañear, casi sin mirar atrás. La cambió por un piso pequeño, tan digno como su renuncia, y se fue llevando sus cosas como la hormiga que inaugura un nuevo hormiguero, lejos de una reina déspota. Transitó por el miedo y el insomnio, el Orfidal y el Trankimazin. Vio amanecer muchas veces mientras ordenaba el nuevo hogar y cuando miraba por la ventana, en vez de ver los tejados vecinos, veía el mar, ese mar de los aventureros cuando se hacían a la mar con sus carabelas.
Atrás quedó el viejo puerto y por delante los soles sobre las olas. Aunque hay poca paz para la mujer recién separada y suena el teléfono en medio de la tempestad. A veces es el marido, a veces los nuevos aspirantes, a veces quienes intuyen negocios des de oscuras aplicaciones.
Lo dijo Gil de Biedma, refiriéndose, oh casualidad, a otra Isabel.
Porque estamos en España.Porque son uno y lo mismo
Los memos de tus amantes,
el bestia de tu marido.
Isabel recordó los aprendizajes de la juventud: recortar gastos, llegar a fin de mes entendido como una de las bellas artes. Sus hijos aprendieron también que la vida iba en serio pero descubrieron que mamá sabe sonreír y que quizás puede que sea feliz pronto, que la madre triste y apesadumbrada es una sombra que se fue por la ventana de una tarde de invierno y en su lugar hay vida. Se habla mucho del sufrimiento de los hijos en la separación, pero nadie dice saber nada sobre la vida en la casa del dolor, la soledad y la ausencia a pesar de estar habitada.
Isabel descubre que la libertad exige un alto precio y es, quizás, lo más caro del mundo. Nada importante es fácil y todo puede ser diabólicamente complejo para la mujer que, en España, ha tomado la decisión de ser libre. Siglos de héroes nacionales, conquistadores y prohombres patrios enseñaron a la mujer el confinamiento en la sombra de la historia, de su propia historia.
Y, a la vez, todo es simple. Basta con desplegar las alas. O las velas, cuando el viento sopla a favor.
La Pepita fue una Isabel.
ResponderEliminarMi padre fue simplemente un progenitor.
Buen escrito.
Salut