Las tradiciones justifican a una cultura y a la vez la hunden en el ridículo. Definir lo tradicional es tarea ardua. Cataluña es una región plagada de tradiciones, ya que en ellas busca y rebusca su esencia: los gigantes y los cabezudos, los castellers, la butifarra, las espardeñas, las sardanas, el allioli, el pa amb tomàquet: todo resulta antiguo, dudoso. Incluso en Portugal hay desfiles de gigantes y cabezudos. Sobre los "castellers" poco hay que decir: entre los practicantes de este deporte medieval y viril (tan medieval y tan viril como apedrear a la mujer adúltera en la plaza mayor) hay un gran número de bajas, visitas a urgencias, personas en silla de ruedas: una barbarie.
Todas las tradiciones se hunden en lo primitivo, lo brutal, lo horrendo. Costaleros, flagelantes, descalzos sobre ascuas, toros con fuego en los cuernos o en la cola, cabras y burros lanzados desde el campanario, tomatazos, patos colgados por el pescuezo encima del Nervión, las manos sangrantes de los tamborileros de Calanda. La religión se confunde y se mezcla con la tradición, como si el pobre Jesucristo, de talante pacifista y hippie, hubiera disfrutado con la brutalidad en algún versículo.
Llega el 12 de octubre y la gente disfruta viendo el desfile la Legión, ese cuerpo militar que lleva a una cabra disfrazada con un mal gusto horrendo. Uno se teme lo peor viendo a la cabra solitaria y desorientada entre tanta testosterona suelta, tanto musculito. La Legión nos da un poco de yuyu a los españolitos provistos de memoria, los que todavía recordamos el papelón de la Legión y la Guardia Mora en nuestra guerra más querida. El desfile de los legionarios nos recuerda que hubo una España vencedora y una España perdedora, que ambas eran España pero parece ser que una lo era más que la otra, como si el general Rojo fuese menos español que Millán Astray, el psicópata tuerto.
Hay algo muy triste en la mirada de la cabrita Pacoli. ¿Pacoli es un diminutivo de Paco? Hay algo antiguo, viejuno, rancio y muy desgastado en el desfile de la cabra. La tradición ya no es una excusa para esa cabra y esa demostración garrula que desfilan ante un rey que también representa, a su manera, algo exhausto e inservible para el ejercicio de la igualdad: el referéndum que pide España no es de los indepes catalanes, cuya vocación es la desigualdad: el referéndum que pide España es el de la monarquía. El de la república.
La historia de la Legión y las demás legiones extranjeras es tan triste como la mirada de Pacoli, la cabra cautiva entre mancebos muy machos. La legión extranjera francesa fue exterminada en Indochina cuando los franceses decidieron mantener su colonia a toda costa y para salvar el caucho de Michelin. Les mandaron a morir, en nombre del improbable honor de la patria. La Legión española no se sabe muy bien a qué obedece pero ahí está, con su cabra en los desfiles en donde se abuchea al primer ministro español como muestra de patriotismo bien entendido.
La cabra y los abucheos nos recuerdan que estamos en la España de Goya, luchando contra la democracia y la Ilustración con todas las fuerzas y todas las mascotas. Muera la inteligencia, viva la muerte. Algún día llegaremos al siglo XXI.
¿No fue Companys quien lanzó aquel grito de ¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña!? Se retrataba, como lo hacen sus seucesores actuales. A la República Federal la temen gran parte de los españoles, sospecho, porque simplemente nos tememos a nosotros mismos.
ResponderEliminarTodos los espectáculos que indicas, tienen de común que son gratis, quien quiere verlos los ve y el que no, cambia de canal. Supongo que la cabra tiene los días contados por la ley de bienestar animal, la pobre se quedará sin trabajo y haberes.
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