Artur Mas, cuando era presidente de la cosa regional, ya nos habló de "adelgazar el estado". La propuesta del neoliberalismo siempre ha sido empequeñecer la cosa pública a costa de privatizar: se trata de sostener la idea de que los servicios básicos funcionan mejor cuando son privados. Miss Tatcher lo empezó, y luego siguió Míster Reagan. En Cataluña, el gobierno de Mas y de Mas-Colell nos intentó convencer de que la privatización era una medida ahorrativa que beneficiaba a todo el mundo, ya que permitía bajar impuestos. Las medidas que tomó Mas-Colell fueron calamitosas. Un ejemplo: se vendieron los edificios públicos en los que se hallan las sedes de la Generalitat para pasar a ser inquilinos de los mismos. El resultado: la Generalitat ingresó por esas ventas los mismo que se gastó en tres años de pagar el alquiler. Tras esos tres años, el dinero público se va a unos oscuros fondos privados. Y el señor Mas-Colell se presentaba como un gurú de la economía con cátedra en Harvard.
Harvard no es lo que fue.
Ese es el programa de Milei el despeinado, versión argentina de Boris Johnson en lo peluquero. Toda la derecha mediática aplaude a Milei, a su desfachatez, a su verborrea contra los políticos, contra lo político, contra lo público. En Cataluña no le faltan admiradores a Milei, tanto entre los nacionalistas como entre los opuestos por el lado abascaliano. Les parece un tipo gracioso y ocurrente, un gañán simpático que dice lo que nadie se atreve a decir, un adalid de la incorrección en tiempos de exceso de corrección, de buenismo y de moralina. La izquierda ha cometido muchos errores, y aquí están los mesías que la van a corregir.
Hace muchos años, un escritor catalán bastante mediocre y tan despeinado como Milei tradujo al catalán un panfleto contra la corrección política: "Contes per a nens i nenes políticament correctes", del escritor poco prolífico James Finn Garner. Nuestro escritor catalán vive de escribir una columna en "La Vanguardia" como antaño lo hizo otro mediocre, el mallorquín Baltasar Porcel. Porcel, como Pilar Rahola y nuestro mediocre escriben en el periódico subvencionado que dirigen los Condes de Godó desde tiempos inmemoriales. Las columnas de nuestro escritor gustan en especial al vocero de la derecha mediática catalana, un hombre tan limitado en inteligencia como locuaz en su micrófono: Jordi Basté, la derechona populista nacionalista de las ondas.
Milei y sus admiradores abogan por desmantelar al estado en nombre de algo muy viejo: el anarquismo de derechas, la aristocracia anarquista o como se llame. Fernando Pessoa escribió una obra breve y brillante titulada "El banquero anarquista", en donde demuestra que no hay mejores anarquistas que los ricos: ellos sí pueden hacer lo que les venga en gana, lo que les plazca, lo que sea y sin temer a las consecuencias. La libertad para tomarse unas cañas en plena pandemia, la libertad del lobo para comerse cuantas ovejas desee, la libertad del rico. la libertad del poderoso para repartir piquitos entre las jovencitas. Es ese mismo rico libertario y libertador el que se opone a la corrección: está libre de principios éticos y morales, pero suele presentarse como gran amante y defensor de la familia y de los valores tradicionales.
A la aristocracia anarquista solo se le puede reprochar que, para existir, necesite de la existencia de millones de pobres que les avalan, les compran su bazofia intelectual machista y zafia encima y les votan. Quizás era eso lo que pronosticaba el 1984 de Orwell, el deseo de las clases bajas de ser gobernadas por líderes mesiánicos que van a convertir el mundo en negocio, en logotipos empresariales la ideología, en mercancía la vida. No hay cambio climático para Milei y todo es propaganda izquierdosa, y tener ideología es como tener sífilis. Solo hay negocio y supervivencia de los fuertes, un determinismo que parece inspirado en las tesis darwinianas que justificaron el racismo.
Vayan con cuidado con Milei y los suyos. Vayan con cuidado si son trabajadores, si son pobres o si son pensionistas: Milei tampoco quiere pagar pensiones ni becas ni ayudas sociales. Milei quiere regresar al mundo medieval, y que se jodan los pobres. El retorno al feudalismo, a la ley del más fuerte. Y sepan que, para ser el más fuerte, de nada les servirá ir mucho al gimnasio.
En un mundo que perdió el sentido de lo espiritual, lo vendió todo y se quedó con la tecnología como única esperanza, Milei nos llevará al colapso final.
"...En un mundo que perdió el sentido de lo espiritual, lo vendió todo y se quedó con la tecnología como única esperanza..."
ResponderEliminarEso no es nada más que Augusto Comte, aquel que entendió la nueva ciencia como la forma más prometedora de acceso a la realidad y como la mejor apuesta a favor del progreso humano.
Nadie habla de Marcel, de Chardín, de Cattiaux , de Mounier...
Si lo miramos bien, la ciencia ha suplantado a la religión en todos sus terrenos: nos promete la vida eterna (la medicina que nos haga inmortales o por lo menos muy longevos) y el acceso al nuevo mundo: Marte. Solo hay que esperar, y esa espera es el "tiempo que falta" del cristianismo: la fe, la esperanza. Así como en el cristianismo había un requisito moral para acceder a los favores divinos, en la nueva religión solo los obtendrán los más ricos, ya que ni la medicación para la longevidad ni el billete a marte serán baratos. Antes había que ser bueno, ahora hay que ser rico.
EliminarUn punto de vista en el que no había pensado. Te lo adquiero.
EliminarGracias
Pobre Argentina,primero fue la dolarizacion, que terminó en corralito.Pobre,que ahora le atrae el Brics y la nueva moneda que quieren sacar,para oponerse al dólar.Es difícil salir de la pobreza.
ResponderEliminarSaludos
La pobreza y la corrupción no sacan sus garras de Argentina. Ahora, cuando Brasil se ha librado de Bolsonaro, a Argentina le llega ese Milei populista y trumpista, al servicio de los ricos. Sin embargo, debo decir algo en favor de Argentina: sus producción literaria y cinematográfica está entre lo mejor del mundo hispano, y quizás del mundo.
EliminarMi buen Carlos: tengo unos buenos amigos en Salta, norte de la Argentina, provincia paupérrima donde las haya, allí están de misioneros. La inflación está...no te me asustes, al 120%. No hay precio en las estanterías y hay poco de casi nada.
ResponderEliminarLos zapatos se los hacen ellos, imposible comprarlos.
En ocasiones envío unos euros, pocos, pues mi hucha no es de las onerosas, y con aquello, me dicen, hacen un asado de esos comunitarios...
Un abrazo
De las pelis y series Argentinas,no me pierdo una en las plataformas.Naturalidad,3studio sociológico de los personajes.Para aprender
ResponderEliminarSaludos
Si puedes, Carlos, visiona "Bombón, el perro"...es una maravilla.
ResponderEliminarMiquel,la inflación es el peor peligro de una economía, la antesala de la pobreza y la forma de entrar las ideas de ultra derecha.Una inflación moderada y sostenida es lo contrario.
ResponderEliminarSaludos