Se ha contado eso de muchos hombres santos: cuando fueron inhumados sus restos, todo el mundo percibió olor a rosas. A veces a jacintos, a claveles o a jazmín. Algo así sucede ahora cuando se acude al señor Puigdemont, aunque el señor de Waterloo esté vivo. Nadie (nadie salvo los jueces y Laura Borrás) se acordaba mucho de él y mira tu por donde reaparece en sus pantallas. Dicen que el señor Puigdemont huele a rosas (a la rosa socialista).
Nos dicen que el señorito Puigdemont podría ser la clave de la gobernabilidad en España, algo que suena a chiste de taberna. Los defensores de las esencias patrias se revuelven en su siesta, los apocalípticos lanzan severísimas amenazas en Antena 3 y dibujan escenarios de catástrofe en el horizonte español. ¿Cómo puede estar España en manos del prófugo de Waterloo? se preguntan mientras clavan otra aguja en el muñeco de Pedro Sánchez. Marhuenda y Pedrojota, horrorizados, proponen un pacto PP-PSOE para salir del atolladero. Es decir: proponen que quien juró "derogar el sanchismo" pacte con el sanchismo para salvar la esencia de España. Eso me recuerda cuando Buñuel le dijo a Bréton que en España era muy fácil ser surrealista: lo surreal está cada día en la calle. Solo hay que salir a pasear. Es nuestro pan de cada día.
Les reconozco que no me gustaría estar en la piel de Pedro Sánchez, aunque este hombre siempre se cae de pie, por increíble que parezca. No creo que Puigdemont tenga nada que aportar. Es cierto que el señor P. no carbura muy bien y se quedó parado en el tiempo, desconectado del paso de la historia. Se quedó parado (que no detenido, perdonen el chascarrillo) en 2017. No se enteró de que Cataluña ya no vota independentismo y de que a los catalanes cada vez nos cansa más su monserga, ese sermón inacabable y rencoroso, arrastrado, inane. El independentismo solo mejoró la nómina de algunos de sus líderes (nómina a cargo de España, por supuesto), pero en nada mejoró la vida de la ciudadanía. Al independentismo se le pasó el arroz.
Es cierto que las matemáticas postelectorales, tan complejas como la realidad plural española, le han hecho un regalo inesperado al señorito Puigdemont, que ahora se viene arriba por un rato, huele su propio olor a rosas y se siente rejuvenecer, e intuye que podrá retomar su discurso de la víctima y del héroe y etcétera. Nota: léanse el cuento de J.L. Borges "Tema del traidor y el héroe". Sin embargo, si es que todavía hay trazas de inteligencia en él, sabe que ese es su canto del cisne.
Porqué hay algo que no se suele contar: el señorito Puigdemont es muy (pero que muy) de derechas, católico y tradicionalista. Le unen a Feijóo muchas más coincidencias de las que le unen a Sánchez. De Puigdemont a Feijóo y Abascal solo hay una diferencia de banderas. De Puigdemont sabemos muchas tonterías, pero quizás deberíamos fijarnos en su breve tiempo como alcalde Gerona. Cuando le contaron que los pobres hambrientos de su querida ciudad abrían los contenedores de la basura para buscar alimentos, el alcalde Puigdemont ordenó poner candados a los contenedores: esa fue toda su política social.
Puigdemont hubiese estado encantado de negociar con el pobre Feijóo, pero deberá negociar con Sánchez, que le ha desarticulado su movimiento de forma hábil e inteligente: mientras Rajoy fabricaba independentistas, Sánchez ha desarbolado por completo su nave, que hoy ya no levanta cabeza en las urnas.
Puigdemont huele a olvido. Y si este hombrecito todavía piensa, hará bien en abstenerse. De lo contrario, en las próximas elecciones catalanas (que no tardarán) su partido no sacará ni para pipas y deberá disolverse. Y él mismo no renovará su escaño europeo.
Deberá volver a escribir notas de prensa, al anochecer, en la triste redacción de un triste periódico de pueblo.
Apreciado Lluis:
ResponderEliminarUno, ami edad, lo que desea es cuanto menos que paz, Es evidente que si esta no se da, por lo que sea, en este caso, por la política cicatera, lo que desea es escuchar declaraciones con un poco, digo poco, al menos, sentido común.
Escuchando las declaraciones del Sr Turull: ¡No estado en la cárcel tres años para apoyar unos presupuestos¡, me doy cuenta de quecon toda esta pléyade de inconexos mentales, poco o nada se puede hacer.
Él ha estado en la cárcel por su ideología, evidentemente anticonstitucional, no hay más, y aun así se cree con el derecho, él y todos los de su órbita, a su república. No solo no ha aprendido nada, sino que echa en cara la prisión a la que ha sido sometido porque él lo ha deseado así, y ahora tiene el derecho, una vez cumplida la pena, de exigir la autodeterminación para su república, como si esa exigencia fuera la que pide el 100% del electorado nativo.
Voy a ver que sucede, aunque me sé todos los cuentos. Con estos dando vueltas no hace falta ser Raphel.
Salut
En Junts (y en muchos otros partidos) se está dando una situación dramática: los líderes son personas con escasa visión e inteligencia, personas muy mediocres que han quedado en la primera fila casi por error. El mismo Feijóo tampoco parece una persona muy dotada. Yo creo que en caso de Turull él mismo se cree sus fantasías, y está claro que no ha comprendido nada. Pero ya veremos: su partido se ha quedado sin cargos ni instituciones y van muy apurados. Si todo el mundo tiene un precio, en el caso de Turull su precio es, en realidad, muy bajo.
EliminarM'encanta veure com destil·les bilis contra Puigdemont, l'home que va evitar el caos en no proclamar la república. Si hauríem de besar per allí on trepitja, no entenc la tírria que li té tothom. Si els culpables són Junqueras i Marta Rovira, als qui Puigdemont va tallar els seus somnis de gloria. Puigdemont és la víctima no el botxí. El
ResponderEliminarTens bona part de raó. Jo també crec que el major culpable és Junqueras, seguit de Rovira. Junqueras, ho va dir Urkullu, és el pitjor de la política. Pel que fa a Puigdemont, crec que va atiar un foc que després no va saber controlar i es va espantar. I encara continua espantat. És un covard que ha perdut el sentit de la realitat. Si no suporto aquestes persones és perquè ens van ficar en un conflicte que no saben manejar, i això és el pitjor que pot fer un polític.
EliminarAra el que és, és una mosca collonera, ben peixada que diria la Júlia Costa. Però té data de caducitat, Brussel·les desestimarà la seva apel·lació.
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