Las guerras crean extraños aliados. Muchas veces uno concluye que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. De esta forma aparecen amigos inesperados.
Así me fue a mi durante los peores años del procés. No solo descubrí que algunos amigos de siempre dejaban de serlo por su amor a la bandera estrellada, si no que, de repente, coincidía con personas que jamás hubiese conocido. En la opción no independentista nos juntamos los clásicos partidarios de la unidad de España (la España eterna e indivisible) con socialdemócratas jacobinos, ácratas alérgicos a cualquier nacionalismo, internacionalistas, hartos del discurso de Pujol y etc. Todos nos encontramos bajo el amparo del constitucionalismo, que fue el cobijo común en aquellos años tan lúgubres.
Opté por el rechazo claro a la equidistancia que se promovió en cierto momento: uno no puede mirar hacia otro lado cuando se está alimentando el odio, cuando se rescata el término "charnego", cuando se pide la expulsión de la ciudadanía catalana que no abraza el independentismo. "Tranquila, ya te echaremos cuando seamos independientes", le rebuznaron a una amiga. O: "parece mentira que seas españolista, con tus apellidos", tal como me dijeron a mi. En aquéllos días, pronunciarme como "ciudadano español" me granjeó el desprecio de familiares, amigos y compañeros de trabajo. No: no se puede ser equidistante en estas circunstancias.
En el sector independentista también se crearon amistades imposibles: militaban entre sus creyentes gentes del nacionalismo naif y folklórico, nostálgicos de una fantasía medieval, la derecha salvaje convertida en patriótica, ingenuos progresistas convencidos de que la independencia les llevaría a una república adánica y otras especies curiosas, como toda esa gente provecta que se redimía de no haber movido un solo dedo contra el franquismo. Esos ancianos que medraron con Franco pero quisieron encontrar la salvación un segundo antes del juicio final.
Tras los años volcánicos, llegó el PSOE de Sánchez y desarboló el independentismo hasta dejarlo en calzoncillos, tal como se ha evidenciado con las elecciones del pasado domingo 23. El PSC ha arrasado y todos los indepes juntos no igualan los votos socialistas. Ante esa derrota nacionalista (quizás provisional, quizás aparente y engañosa) los viejos aliados nos miramos con otros ojos y descubrimos nuestras diferencias. Algunas de ellas demasiado gordas, demasiado difíciles de lidiar. En el sector indepe, los bofetones y los insultos son la agenda obligatoria.
Pocos días atrás, y por haberme posicionado yo en las redes a favor del voto socialista, recibí montones de críticas, sarcasmos y algún insulto de aquéllos que un día fueron mis aliados contra la barbarie. Fue una vieja conocida la que me alertó: "Tienes a muchos fachas en tu muro de Facebook". La mayoría de mis antiguos aliados ahora optan por el PP y, en muchos casos, por VOX. Yo debo reconocer que ni tan solo tapándome la nariz podría votar por estas formaciones: ya no hay puentes con los compañeros de antaño. Quizás sea la resaca del procés, uno de los muchos daños colaterales que nos dejó la demencial deriva independentista.
Leo con gran tristeza a uno de mis antiguos aliados: lamenta que Cataluña no se haya independizado, ya que sin los votos catalanes al PSOE, el PP tendría mayoría absoluta. Hemos llegado al final del trayecto juntos. Yo sigo creyendo en una España diversa, plural, de diálogo, racional y progresista.
Vuelve la soledad. Quizás esa soledad reencontrada sea una bendición. Me refugio en la lectura.
Abro la primera de las 999 páginas de "Las benévolas" de Jonathan Littell (edición de Galaxia Gutenberg, Barcelona 2019).
Recuerda que el olor a orín es lo que atrae a otro cánido a orinar en el mismo lugar. Pocas veces verás mear a un perro en un lugar donde antes hubiera estado higienizado con Zotal, así que no te asustes, no estás solo. Estás donde siempre respetando tu forma de pensar.
ResponderEliminarYo no pude votar a Sánchez, tengo mis motivos, entre ellos el que no le pegara una patada en el culo al arrimador de Pablo Iglesias cuando dijo aquello de que González tenía las manos manchadas de cal viva"; hubiera votado Illa, a Felipe, a Guerra, sin duda, sin duda; hubiera votado a Lluch, a Solana... pero no Sánchez.
Así que blanco y en botella; blanco, porque dentro no puse nada, no voy a votar a gaviotos, ni a la nueva falange, no me interesa, va contra mis principios, y te insisto, no votaré nunca a Sánchez, lo encuentro un vividor del sistema.
Posiblemente esté equivocado, casi siempre lo estoy, pero mi no-voto lo he ejecutado con el corazón, así que tal como nos dijo Cicerón en aquella pequeña gran frase: "no te aflijas si la conciencia no te acusa", no me siento culpable.
Un abrazo, y gracias por escribir.
Salut
Yo también comprendo tu opción. Y la comprendo muy bien. De todos modos ya no voy a justificar más mi voto del día 23J, y que sea lo que Dios quiera. Solo necesitaba contar que sigo creyendo en la España plural y diversa. Y lamentar que, tras el procés, se haya truncado el diálogo con algunos de los que fuimos compañeros de viaje contra el "procés".
EliminarNo te aflijas si la conciencia no te acusa, amic Lluis.
ResponderEliminarMira, no doy consejos, no los doy, no soy nadie, pero permíteme decirte una cosa al oído, ahora que no nos escucha nadie: Tuve una vez un jefe, era un hijoputa de lo más redomado, que siempre me repetía la misma frase: "¡no des explicaciones¡, si las das, el que las recibe nunca quedará conforme, porque no lo harás cambiar de opinión, además, verán débil tu argumento, y por ello afirmarán que las das.
¡No des explicaciones¡, ¡Coño¡,
Un abrazo muy grande, como tu corazón ¡¡¡
¡Capullo¡
Mi conciencia me acusa de haber hecho poco cuando debí hacer hecho más, de haberme conformado. Los consejos de tu jefe me resuenan: hay mucha gente que piensa así. Pero no hay ningún problema en ser débil o vulnerable. ¿Acaso no lo es todo ser humano?
EliminarTodos cometemos errores, pero tu siempre has ido de cara, me consta, eso no es un error.
EliminarLas explicaciones quizá son plausibles a los niños, y no con todos, pero a las personas que tienes en tu entorno, a las que tienes confianza, no le hacen falta explicaciones. La red es eso, una red, y atrapa. A mi no me han hecho falta el que especificaras a quién votaste y el porqué. No necesito el porqué. Tu votas un determinado partido porque crees que es el menos malo, que no lo mejor, y entre las varias opciones eliges la "menos mala" según tu criterio. Ya está. Porque sé, que para ti el mejor partido político es aquel que iguale a los niños con un mismo rasero, aquel que no penalice a los demás por el hecho de tener menos, aquel que ayude a los críos a tener un futuro con garantías... Sé, insisto, que ese partido no está todavía formado.
Un abrazo y perdona la extensión
Precisamente ese voto abrumador al PSC es el que nos ha salvado a todos. Estos días me he reencontrado con la Cataluña plural, racional y anti reaccionaria que siempre había admirado. Luego el voto vale, claro que vale.
ResponderEliminarIlla for ever. Per cert que Salvador Illa és filòsof.
EliminarJo crec que el procés va acabar quan es va saber tot el merder de la Família Pujol Ferrusola. Si no va acabar amb ell, el va deixar ferit de mort. i ara està somort, però no acabat.
Salut.
España es Cataluña o Cataluña es España. Somos la representación de un estado plural y abierto. Yo también me he reencontrado con la Cataluña real tras estas elecciones.
Eliminar