El domingo por la tarde me crucé con un hombre solitario que andaba calle arriba. Era un tipo taciturno, de mi edad, al que solo distinguí por un elemento: un enorme pin circular en la sudadera azul mostraba el rostro de Jordi Ballart y su eslógan electoral. Era un hombre solitario y triste. Eso me recordó que vuelven las elecciones municipales.
Ballart se presenta otra vez, con una lista renovada sin explicaciones. Se han caído de la lista algunos pesos pesados (pesados en todos los sentidos del adjetivo). Quizás no soportaron esa deriva vergonzosa del populismo victimista que usó a media legislatura o quizás, simplemente, no pueden más con el hombre y su liderazgo antiguo y anticuado, esa forma autoritaria de machismo que ejercen algunas personalidades que se jactan de ser progresistas. Ballart es un hombre con tintes narcisistas, y así lo proclama en esa foto promocional en la que, cuando uno se fija, resulta que evita la mirada.
Su gestión durante estos últimos cuatro años es entre mediocre y triste.
Yo no votaré a este hombre que me resulta anticuado y victimista, pero que ejerce el poder de forma personalista, que rehuye el debate, que se escuda en problemas indemostrables. No es un buen gestor. Es, acaso, un discreto administrador de sus redes sociales. Y es incapaz de distinguir entre su labor como cargo público y sus cosas personales.
No insistiré en el currículum errático de Jordi Ballart durante su tránsito por la política municipal, más gris que nada: uno se queda atónito ante tan descarado apego al poder desprovisto de ideología, de ideas, de propuestas. Lo dijo Nietzsche: amamos por costumbre, no por amor. Ballart le pilló el gustito al poder y ama al poder, aunque no sepa qué narices hacer con él. Y así lo ha demostrado. Su legislatura es un periodo nulo, en el que Terrassa ha perdido fuelle ante nuestra vecina Sabadell. Y eso está a la vista de todas.
No votaré a un hombre tramposo que si tan solo en su cartel preelectoral osa mirar de frente, que ni tan solo cuenta los cambios en su lista. ¿Para qué voy a contar esos cambios? debe pensar Ballart: al fin y al cabo solo pido su voto para mi, para yo, para Jordi, que soy yo.
Este es el verdadero político, el que vive de la política. Los otros, los que hacen política, son estadistas.
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