Ir al contenido principal

LOS SANTOS SIEMPRE SERÁN NUESTROS


San Jorge es un personaje legendario y fantasioso, de incierta procedencia y con elementos paganos arrejuntados al estilo del sincretismo católico. En cualquier caso, la leyenda y su cuento sirven para entretener a los niños y a las mentes románticas. En cualquier caso, no parece un personaje muy apropiado para el siglo del feminismo: demasiada testosterona y demasiada virgen indefensa como para irlo contando en pleno 2023.

No es nada extraño que, en los últimos tiempos, hayan aparecido publicaciones infantiles adaptadas a la modernidad, con santos que entablan amistad y mesa de diálogo con el dragón (hay un dragón vegano), princesas que desprecian la intervención masculina y se enfrentan al monstruo, y una princesa que, hallándose en la encrucijada, prefiere largarse por el mundo con la bestia y deja plantado al caballero. Esta última opción, valga contarlo, quizás no sea muy del agrado del aparato violeta, puesto que incluso a mi me deja perplejo: ¿está alentando la atracción por el malote?

Pero no se trata de eso. El señor Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, ha escrito una larga felicitación sanjorgiana a los trabajadores públicos en donde les revela el sentido verdadero de esta festividad no incluída como festivo en el calendario laboral: eso sí es muy catalán. Estamos de fiesta pero vamos a trabajar, como los enanitos buenos.

Me resulta curiosa esa manía catalana de nombrar "diada" a las fechas de guardar. ¿Un guiño feminista ante el derroche viril del santo que mata bestias y salva doncellas? Cuando un día es patriótico, se convierte en "diada", palabra femenina. No se puede descartar esa hipótesis, ya que el presidente también habla de empoderamiento en su misiva a las personas "con vocación de servicio" (a la patria, se entiende).

En su misiva, que huele un poco a sermón y a catequesis, el presidente insiste en los valores que debemos retener en este día: país, lengua catalana, país, lengua catalana. Que no se nos olvide. Su insistencia en revelar lo más verdadero de la diada me enternece, puesto que suena deliberadamente naíf. Si uno la lee en voz alta, le parece escuchar a un monitor de esplai hablándoles a los niños y las niñas, sentados en círculo, con la guitarra al lado y un suave olor a pachuli y a grifa.

Al presidente le agradezco, eso sí, que soslaye el asunto mercantil de la festividad que no lo es, y que no nos pida ir a hacer dispendio en floristerías y libreros, los dos gremios que de veras adoran al santo-héroe un poco teutónico y bastante sanguinario. Salvando el detalle no comercial, lo demás tiene ese algo infantil de los credos dirigidos a anular el pensamiento, esa reinterpretación de la historia para acordarla con los mitos patrios, esa dulce (pero machacona) existencia de una realidad llamada país y cuya máxima expresión es la lengua vernácula. Ya hemos llegado al meollo: la insistente asociación entre un territorio y una lengua, esa verdad indemostrable que les resulta tan cara a nuestros líderes decimonónicos. Si Cristo se paró en Éboli, la historia se paró en el siglo XIX en mi desdichada Cataluña.

Nota al pie: Me ha sorprendido el olvido de las personas no catalanohablantes en la carta de amor patrio del presidente: ¿está diciendo que solo es una fiesta de guardar para los catalanohablantes? ¿No lo es para ese resto que, como el mundo sabe, es mayoritario?

Comentarios

  1. Tengo que reeditar esto del dragón en El Prat. Aquí el malo ha de ser un gallo "Pota blava", eso si que sería un puntazo.
    Después de matarlo, eso si, mirando a Montserrat, a cocinarlo al pil pil, con mucha cebolleta Km0.
    Es que me lo estoy planteando.
    Hay que cambiar el guión. Acabar con el drac y empezar con el gall.
    Sólo así es si...¡toma ya¡, ya tengo discurso, Sólo cambiando de animal podré votar a los neos, pero dudo mucho que se apunten a la idea, siempre un drac escupidor de foc ha podido más que un gall cuya máxima fuerza está en su canto matutino.
    Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La república de los contenedores quemados

Uno se vuelve conservador con el paso de los años. ¿Un fenómeno debido a la edad? Eso no significa que uno se haga de derechas, pero es bien cierto que uno le coge aprecio a mantener ciertas formas, y le da una importancia renovada al respeto, al cuidado, al mantenimiento de lo que nos parece bueno, bello, útil o interesante. Al respeto, por lo menos, hacia lo que es de todos. Decía Josep Pla que el payés es conservador porque sabe cuán destructiva puede ser la naturaleza. Uno tarda media vida en levantar un campo de frutales, y sabe que una tormenta de verano se la puede arruinar en pocos minutos. El obrero no es menos conservador que el señorito que nació en una rica hacienda: el obrero sabe el esfuerzo que hay detrás de su coche, de sus pertenencias por escasas que sean, de la educación de sus hijos, de esos cuatro libros. El obrero también sabe que el ambulatorio o la escuela pública del barrio no son gratis ni cayeron del cielo: el obrero sabe que eso, como los contenedores de l

Cuando el dedo señala a Boladeras, Ballart mira el dedo

El señor Ballart construyó un equipo de gobierno municipal con los criterios del populismo estricto y con las ideas del personalismo egoísta. Hay una cierta venganza de Hamlet provinciano en su regreso. Usó la teoría de los microgrupos en su campaña. Pura demagogia tecnológica. Para ello invitó a una actriz decadente, cuyos mayores papeles siempre fueron dulcemente secundarios. También invitó a una directora de escuela cuyos méritos siempre quedarán por demostrar. Que la actriz esté fuera de los focos importa poco. Que la directora de la escuelita recibiese una Creu de Sant Jordi de manos de Quim Torra (sin dudad alguna, el peor presidente de la Generalitat), también parece que le importase muy poco. O del revés: para uno que se cree algo, lo mejor es rodearse de dudosos. Los adláteres dudosos engrandecen al actor principal, lo encumbran y lo sostienen. Aún recuerdo cuando aquella directora de escuelita reunió a los alumnos y a los maestros en el patio de la escuela y les exhibió su Cr

La tristeza de Campoamor

Con la hora otoñal, las seis de la tarde son las seis de la noche. Poco antes, por la ventana, veía acercarse la nube cargadita de lluvia gris azulada, casi malva. Estamos en la zona oscura del año y la tristeza sale a pasearse cada tarde, a eso de las seis. El asfalto está triste y se ha puesto a llorar como una magdalena. El perrito de la vecina anda cabizbajo y olfatea el rastro de un congénere que ya no está, que se evaporó otra tarde, hace muchas tardes, en Campoamor. El Paseo Campoamor se llena de gente mayor a eso de las seis. Salen a por algo que advirtieron que les faltaba para pasar esta noche, al ver que la noche ya estaba aquí, otra noche, a la espera de la noche larga que, por lo que parece y si Dios quiere, no será la de hoy. En la radio dicen que a alguna autoridad se le ha ocurrido: ¿y si confinamos a la gente mayor?. Las autoridades no ganan para ocurrencias. Hay un viejecito de hojas blancas, piel grisácea y muy escuálido, menudo y achaparrado, a quien cada día me lo