Ir al contenido principal

Un alcalde del pueblo

Suelo hablar muy poco de mi pueblo. Quizás no me siento arraigado en él, quizás me siento de paso. Como en todas partes, como en la vida. Pero a veces, aunque uno no lo quiera, se encuentra con su pueblo. A veces se da de bruces con él. Esta vez me di de bruces con el mismísimo alcalde de mi pueblo. El alcalde de mi pueblo es un hombre relativamente joven, melifluo, ambivalente. Hay algo en su sonrisa que parece impostado. Es hábil en las distancias cortas, me cuentan. Y me lo creo. Su sonrisa tiene algo de seductor experimentado, pero también de actor de culebrón venezolano. Tiene algo de falso. De tramposo, de impostado. De farsante.

Cuando le preguntaron, durante la campaña electoral, si era independentista, respondió que él era "terrasista" (hablamos del pueblo de Terrassa, ya lo ven, pues). Su respuesta parece ingeniosa pero solo es un subterfugio escaso: ¿significa que está por la independencia de Terrassa?. Bueno, significa lo que ustedes han pensado: que el alcalde no se quiere mojar en los asuntos peliagudos. Que soslaya lo soslayable. Y significa, sobretodo, que oculta su tendencia. Es decir: que prefiere el disimulo y, por consiguiente, el engaño. La máscara. Sí, ahora caigo: su sonrisa es una máscara, tras la cual no sabemos qué rostro esconde.

Al alcalde le gustan mucho los agasajos. Pero no tolera bien la crítica, eso le incomoda. Muestra una intolerancia más bien pueril ante la crítica. Se sale por peteneras o se queja. Ante una crítica suele recurrir a victimizarse. Como los niños chicos. Es cierto: en su rostro/máscara también se intuye al niño que fue, con ese deje de consentido, con ese mohín de niño bonito, el rey de la casa, el príncipe más guapo, le dijo la abuela.

Cuando los vecinos protestaron ante el desbarajuste de la recogida de basuras (al pueblo lo tiene hecho unos zorros), respondió acusándoles de incívicos y lanzó una campaña de multas y amenazas. Le pueden caer a usted 6000 euros de sanción por dejar una silla vieja en la calle. Y no solo eso: también deslizó la sospecha pérfida de que los trabajadores de la recogida de residuos quizás sean gente gandula. Eso último lo hizo a través de las redes y de sus administradores. La máscara, de nuevo.

El alcalde se proclamó, en campaña, ecofeminista. ¡Ecofeminista! El neologismo, digo yo, significa que el alcalde es ecologista y feminista a partes iguales. Una palabra que suena bien, hoy en día. Una palabra que le da una pátina popular a su máscara. Popular o populista. Pero... ¿qué hay detrás de una palabra? Des de los antiguos tiempos de Saussure sabemos que la palabra tiene significante y significado: creo que el señor alcalde se perdió la clase sobre el significado y solo asistió a la del significante. Lo cual explicaría su predilección por la propaganda, por el uso de palabras que suenan bien a los oídos del pueblo. El señor alcalde lo fue, antaño, por el partido socialista. A día de hoy ya no es socialista: es ecofeminista. Ecofeminista debe sonar más cool que socialista. Incluso más sexy.

También de antiguo nos contaron lo de la mujer del César: que no solo deber ser honrada. También debe parecerlo. Es simple y fácil de entender. La pedagogía del ejemplo está al alcance de todos. Si el alcalde quiere darle significado (contenido) a su ideario ecologista, debe mostrar una conducta acorde con ese pensamiento. Pero... ¡ay! en cuanto se acercan las navidades, va el alcalde y hace plantar seis árboles gigantes, talados de un bosque del Montseny, en cada uno de los seis distritos del pueblo. Ecologismo, sin duda: cercenar seis árboles de 20 metros para celebrar el nacimiento de Nuestro Señor.

Cuando alguien le afea la conducta tan poco ecologista, él se defiende al estilo pueril, de nuevo: de nuevo la máscara del niño enfurruñado. Nos responde que eso lo ha hecho una empresa, que deberíamos agradecerle a esa empresa el gesto altruista. Pero claro: estamos en el siglo XXI y todos conocemos a los populistas. Así que uno investiga cual es la empresa altruista y da, atónito, con Nortia, empresa que asesora al Ayuntamiento del pueblo en asuntos de parcelación de propiedades y cosas parecidas: una oscuridad fascinante cubre de sombras a Nortia y su relación con el señor Alcalde. ¿Alguien ha visto a una empresa que asesora en especulación urbanística comportarse altruistamente? Y si lo hiciese... ¿a cambio de qué lo haría?.

Señor alcalde: se pilla antes a un populista que a un cojo. Y perdón por no decir "un señor con diversidad funcional motora". Pero un cojo es un cojo, y un alcalde farsante no es un alcalde con honestidad diversa. Usted se puede poner la máscara que más le guste. Y si se pone la máscara de niño ofendido allá usted. Sepa que los demás dejamos de ser niños hace mucho, por desgracia y a la vez por suerte --y por obra del tiempo--, y al populismo le tenemos ya muy visto. Reconocemos sus máscaras. Y aún no conociendo el rostro tras la máscara, lo suponemos.

Comentarios

  1. En Barcelona también tenéis una alcaldesa ambigua y polivalente que se posiciona siempre según sople el viento y si este es favorable.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto. Creo que el zoquete de Jordi Ballart imita a Colau. No da para más que para imitador.

      Eliminar
  2. Lo cojonudo del caso es tildarse con adjetivos que quieran decir algo.
    Así, en los 70, lo bueno era decir que eras anticapitalista; en los 80, molaba más ser del Ché; en los 90 lo bueno era decir que te sentías anti-nuclear; en el 2000 eras feminista; en el 2010 ecologista y ahora te has de sentir antisistema, okupa, bio/eco/femi/vegana y ser del colectivo LBGTI para tener opción a sentarte en un sillón de paga pública con derecho a visa oro y 6.000 mensuales libres de cargas durante cuatro años reemplazables.

    Lo importante es hacerse notar. En esto entra el postureo, las perfomances, los aldarulls, las soflamas tuitteras, las poses goyescas y saturar las redes con frases como "visca, visca, visca, jo soc molt anarquista"

    Ya te dije, LLUIS, nos gobiernan los últimos de la clase.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto: nos gobiernan los más tontos. La democracia está en venta y solo se presentan a las elecciones los más zafios. Los listos de veras están en las empresas que viven de las insitituciones. Los ramplones de Podemos no han cambiado eso.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

EL COLOR ZANAHORIA DE MIS SUEÑOS

Un señor color zanahoria ha ganado las elecciones en un país lejano que, por ser tan lejano, se parece mucho al mío. El señor zanahoria viene con ganas de lío y parece un tipo rencoroso. Aunque provecto y a la vez pueril, las ganas no le abandonan. Debe de tomar alguna variante de la Viagra para comerciantes filibusteros. El señor zanahoria promete un nuevo desorden mundial, generoso y a raudales, una eyaculación masiva de libertades para los ricos. Y los demás que se jodan. El mundo que promete el señor zanahoria ya no es mi mundo y además me fatiga imaginar lo que se nos viene encima, ya no me quedan fuerzas para resistir. Los pobres han votado al multimillonario, es eso lo que me fastidia y lo que me fatiga. Los pobres han decidido que su monarca sea un ricachón, como en una comedia griega. El señor zanahoria... ¿es una comedia de Aristófanes? me pregunta una vocecita en la madrugada gris, borrasca de levante, soliloquio de nubes. Muros altos, negocios fáciles, sálvese quien pueda y

EL PROCÉS HO VA ESPATLLAR TOT

Escola d'un perifèria molt perifèrica, allà on la ciutat perd el nom i esdevé camp de runes i matoll sense botànica. Siluetes de polígons industrials, el so llunyà dels camions que venen d'Eslovènia i van a Polònia, alguns del quals encara lluen dibuixos metàl·lics de valquíries i amazones nues fets amb un antic aerògraf. No és fàcil descobrir el grup de cases que anomenen "el barri", en un pedent geperut més enllà de les naus industrials. És un grup de blocs de tres o quatre plantes, construït de pressa i corrents a finals dels setanta, tot i que les darreres construccions no tenen més de vint anys, aquells anys en què la construcció era l'esport nacional i havia consens: qualsevol pot fer-se ric si compra i després lloga, si compra i després ven. A l'escola que hi ha al capdavall del barri no hi ha més de cent alumnes, però s'hi compten més de trenta nacionalitats. Divideixo els alumnes en grups de quatre per fer una activitat de llengua catalana i me n&

EL DESIG DE SER VASSALLS

Al meu poble hi ha festa major i tendeixo a recloure'm a casa, a l'espera que passi, com el poruc s'aixopluga durant la tempesta. Malgrat tot  he de sortir a comprar al súper i per tant em topo colles de diables, de trabucaires, de castellers. Mai no he entès la cosa dels castells i menys encara després de saber que una nena enxaneta ha estat uns quants dies a l'hospital per una caiguda esgarrifosa. Em temo que ser enxaneta deu ser el càstig que s'imposa a la canalla que es porta malament a casa o que treu males notes a l'escola. Diables i trabucaires es vesteixen amb robes d'abans de la Il·lustració i així reivindiquen aquell passat feudal que tant agrada per aquestes terres nostàlgiques, quan érem vassalls del senyor comte o del bisbe d'Urgell. És el desig de ser vassall, que es fa incomprensible al segle XXI però que es manifesta cada any. Aquest estiu, al poble de Talamanca, han reeditat la performance lamentable que reviu la batalla, i hom es disfre