El bar, al lado del mercado, nunca cambió de nombre. Siempre fue el "Bar Colón". Una familia china le ofreció un maletín de billetes al anciano propietario y este, que era un gran patriota de la cosa catalana, se lo aceptó y se largó a Cuba: siempre había soñado con mujeres morenas bamboleándose por la calle.
Unos años más tarde, la familia china que había comprado el bar, se lo traspasó a una pareja catalana que andaba muy mal y buscaban un negocio para reflotarse. Ya lo ven: la globalización actúa de un modo inesperado a veces. Alguien dirá que Cataluña ha reconquistado un territorio, pero la verdad es que la miseria habla con un lenguaje inescrutable, como Dios (ese Dios que lleva más de dos mil años mudo). Ahora es una pareja catalana la que sirve los cafés y, dicho sea de paso, con menos amabilidad que la señora china, que era divertida y dispuesta.
Algo más abajo de la terracita que era china y ahora es catalana (para alegría de Aliança Catalana, de Turull y de Borràs), una anciana pasea un perrito. Es una señora menuda y vestida de negro que camina con dificultad. El perrito se caga en medio del llano y la viejecita se dobla a duras penas para recoger la mierda de su mascota. A su lado pasan tres adolescentes, los tres con el mismo peinado, a la moda, y se carcajean un rato viendo los esfuerzos de la señora por recoger el truño del can. También debe ser una moda reírse de esas viejas.
Unos niños, que juegan a pelota un poco más allá, todos ellos muy catalanes (Jan, Oleguer, Ot, Jan otra vez) se apuntan a las risas y se cachondean de la viejecita. La señora consigue recoger las bolas de mierda de su mascota y los niños aplauden con risotadas. Esa señora, humillada en medio de la plaza, vivió una guerra cuando era pequeña, y luego emigró con sus padres y una maleta de cuerdas des de un pueblo de Almería hasta Cataluña, y ahora se cachondean de ella unos niñatos que viven como Dios pero quieren ser más que Dios. Los padres y las madres de estos niños divinos se toman una cervecitas en el bar que la china le traspasó a una catalana de pueblo que quería salir de pobre y se endeudó, hasta las cejas, con el Banco de Sabadell, división emprendedores y emprendedoras. Los padres y las madres de Jan, de Oleguer, de Ot y de Jan otra vez ven por fin a la vieja que les vocifera a sus niños y, entre sorbo y sorbo de Estrella Galicia, uno de ellos dice:
-Què collons li passa a la vella xarnega?
Los sábados aparecen tres o cuatro puestos de payeses que venden frutas y verduras a precio de oro. Y, los domingos, los anticuarios, que son unos ancianos que se venden las pocas antiguallas que les quedan a precio de saldo. Nunca hay manifestaciones de ancianos arruinados, pero los payeses suelen cortar carreteras cuando algo no les gusta y le exigen a Von der Leyen más pasta. El día de la manifestación, los payeses dejan el Mercedes encerrado en el garaje y agarran el tractor, el mismo tractor que agarraron para proteger las urnas de Puigdemont y las élites burguesas en 2017. ¡Cómo se iban a imaginar que Puigdemont se refugiaría en un chalecito belga y les dejaría tirados ante la Guardia Civil!
Cataluña (una plaza mayor de Cataluña) parece que quiere resumir algo y lo hace a duras penas, con torpeza. Un argumento que todavía no se ha escrito pero pinta mal. Las fachadas, de un pasado levemente modernista, ese quiero y no puedo modernista tan común en la Cataluña interior, van cayendo dentro de las sombras de la tarde.
A todo eso se le llama civilización.
Te recomiendo un libro que habla de estas cosas que tan bien describes: "Era de idiotas", escrito por el filósofo y profesor David Pastor Vico.
ResponderEliminarSin desperdicio. Explica el porqué de este comportamiento juvenil y otras cosas que engranan y nos da una visión del porqué somos más "yo" y menos "nosotros".
Un abrazo
Llevo una gorrita cuando voy en bici,para no lucir canas.Mas de una vez ,algunos jóvenes de patín me han increpado por ser viejo e ir en bici.Les sonrío y sigo.Los hay muy salvajes,hay que tener cuidado,no sé qué leche han mamado.
ResponderEliminarSaludos