Ir al contenido principal

EL DIVINO TESORO

Uno, que ya empieza a saber más por viejo que por haber estudiado, descubre que algo pasa. A los de mi generación nos llaman "boomers" por lo del boom de natalidad de los 60. Y prefiero eso que lo de "generación tapón": somos la generación que está impidiendo a la juventud su acceso al mundo laboral, porque somos muchos y tenemos copadas las plazas.

Sin embargo, pronto dejaremos de ser tapón por ley natural y así mucha gente joven tendrá el gusto de trabajar. Algunos ya se van jubilando. En mi centro de trabajo hubo varias jubilaciones recientes y eso ha permitido la entrada de personas muy jóvenes. El recambio es bueno, es aire nuevo y fresco. Y si bien hay inexperiencia, también hay nuevas ideas, más energía. La naturaleza es sabia y el mundo no se acaba, por más apocalípticos que haya.

Pero, como les decía, aquí pasa algo: esa gente joven que se incorpora sabe muchísimo de derechos, y sabe mencionarlos oportunamente. De modo que, cuando se les agota la cita de los derechos laborales, salen a relucir los derechos humanos y ciertas ideas sobre la libertad individual bastante sorprendentes. El aluvión de derechos individuales conlleva algunos problemillas: por ejemplo, el altísimo índice de indisposiciones que impiden ir a trabajar. Unas indisposiciones curiosas, que se concentran en los lunes mayoritariamente, y luego en los viernes. Hay poca indisposición en martes o miércoles.

Leí, hace poco, que suspendieron las prácticas a un aprendiz de Mosso d'Esquadra por patrullar en coche mirando la pantalla del IPhone. Yo mismo he visto a jóvenes maestras comprando chollos en Amazon mientras están con 25 alumnos en el aula. O pillándose un viaje al Caribe en Last Minute. ¿Acaso no tengo derecho a aprovechar una oferta? ¡Si me pagaran más sueldo no debería de verme así! me imagino que me hubiera dicho, en el caso de haberla reprendido.

Mis comentarios podrían ser una demostración de los prejuicios propios de un cincuentón y, por lo tanto, quizás no deban ser tenidos en cuenta. 

Hace poco me apunté a una formación online (gratis, por cierto) para docentes. Nos inscribimos 19 personas. A la segunda sesión solo acudimos 7 personas. Y las siete somos, objetivamente, las de mayor edad. Tengo detectada a una alumna del curso que entra en el primer minuto, rellena el formulario de asistencia y luego se larga. Tiene 21 añitos y ese desparpajo. Y estoy seguro de que si alguien le recrimina algo tendrá una excusa muy buena, o bien revindicará, con gran vehemencia, su derecho a algo.

Están llegando las generaciones crecidas en el sistema educativo más comprensivo, inclusivo y abierto del mundo. Incluso las universidades se empiezan a plantear las "adaptaciones metodológicas" para el alumnado que le cuesta. Quizás les va el negocio en ello, pero a ese paso también deberán hacerse pruebas de aptitud adaptadas y comprensivas. De modo que, en un futuro cercano, cuando usted acuda al médico le atenderá un doctor con la carrera de medicina adaptada a sus posibilidades. El derecho al trabajo.

Sepa usted, también, que el doctor estará indispuesto muchos lunes. Mejor que se pida la visita entre el martes y el jueves. 

Comentarios

  1. No debiera sorprenderte, Lluis, aunque uno, lo has puesto en la entrada, empieza a saber más por viejo que por haber estudiado, frase que utilizo con harta frecuencia habida cuenta de lo que veo continuamente y ya empieza a dejar de sorprenderme.

    El problema reside en el sistema, el mismo que da más derechos a los cánidos que a los humanos, y que protege más a los usurpadores de pisos que a los dueños de los mismos.

    Hoy, sin ir más lejos, se está protegiendo a gente que ha cortado la calle durante tres años a dos horas diarias, de 18 a 20 horas, me refiero a La Meridiana, jodiendo literalmente a todas las personas que venían de trabajar, y a sus hogares, desde poblaciones como Manresa, Terrassa, Rubí, Montcada, Cerdanyola, Ripollet, Barberà...
    Hoy, y nos hemos de ir acostumbrando, la gente va al trabajo, no a trabajar, y no se le pueden exigir responsabilidades, pues todos esgrimen su libertad, y lanzan la coletilla aquella de : "¡para lo que me pagan¡"...

    Las Universidades, todas, excepto las privadas, juegan ya con las notas de corte, porque cuanto más bajas, como en la regla de tres directa, más alumnos, y más dinero les entra.
    Así, no pretendamos que un licenciado en el Químico de Sarrià, por mal que me/nos pese, no esté primero en la lista de oportunidades a una factoría química, que uno licenciado en la UB, las notas de corte para entrar a la carrera de Químicas no son las mismas.

    Y este es el sistema. Alargar los estudios lo más que se pueda para que no haya adolescentes buscando trabajo, e ir pasando con insuficientes, año tras año, arrastrando tres del curso anterior.

    No te desanimes, al igual, cuando llegues a mi edad todo haya cambiado, y sólo será necesario saber donde nace el Llobregat y cuál es la montaña sagrada de Cataluña.

    Estamos a un paso.
    salut

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

PUIGDEMONG PEZIDÉN

Que el "procés" ha muerto es una evidencia y no es opinable. Quienes nos enfrentamos al secesionismo durante los años lúgubres sabíamos que todo terminaría en las urnas, cuando la ciudadanía dejara de darles la mayoría absoluta a los partidos del nacionalismo identitario. Solo podía ser de ésta manera, con su derrota electoral: no iban a poder ni los jueces ni la policía. Y eso es lo que ha sucedido, por fin. Hemos tenido que esperar muchos años pero ya ha sucedido. Aunque todavía no sea el momento de festejarlo a lo grande, les confieso que yo ha he brindado por la derrota del independentismo, que ha perdido más de un millón de votos respecto de 2021.  De modo que el señor Feijóo miente cuando dice que el "procés" está muy vivo. No miente por ignorancia (aunque la ignorancia no le es ajena). Feijóo miente por interés: es al PP a quien le conviene mantener al procés en estado zombi para dar miedo. Las estrategia de la derecha suelen ser siempre las mismas: crear mie

TAREK Y UN INSTITUTO EN LAS AFUERAS

Tarek nació en España, en una ciudad de la provincia de Barcelona. Sus progenitores son de Marruecos y emigraron para dar un futuro mejor a sus hijos: el padre era pastor, albañil y analfabeto, y también hacía recados con su furgoneta. La madre, ama de casa, analfabeta. Una vez en España, la familia encontró un piso compartido con otras dos familias en un barrio periférico de pequeños bloques construido para alojar a las familias que una antigua riada dejó sin casa. El padre encontró trabajos esporádicos en la construcción y el transporte. La madre limpia pisos por toda la ciudad y sus aledaños, todo en dinero negro. El padre decidió que estarían en este barrio hasta que las cosas mejoren. Pero las cosas no mejoraron, y las opciones e salir del barrio se empequeñecen. Ya no cree que jamás pueda salir de aquí. Quizás Tarek lo consiga, si sale adelante con los estudios. Tarek cursó la educación primaria con dificultades por el idioma, en la escuela del barrio. La mayoría del alumnado es

EL CULPABLE DE TODO

Saikou, nueve años. Alumno de tercero de primaria. Pequeño, listo, puro nervio, alegre. Ojos grandes, siempre muy abiertos, como si quisiera meter todo el mundo en su retina con una sola mirada, un travelling vertiginoso. Niño nacido en Senegal que lleva seis viviendo en una ciudad del cinturón de Barcelona. En la entrevista inicial pregunto algunos datos. ¿El trabajo del padre? Trabaja en el metal, me dice la madre, pequeñita y escuálida, ojos tristes y cansados, bajando la mirada. Poco más tarde comprendo que "trabajar en el metal" significa que el hombre, con un carrito de supermercado, va por la calle durante doce horas al día recogiendo metales abandonados por las esquinas y en los contenedores. Luego se los vende a un intermediario, tipo enjuto que dispone de una gran nave y una báscula en las afueras, que luego revende a vete a saber quién. El intermediario es catalán como yo. Eso es trabajar en el metal, uno de los destinos que les esperan a los hombres que arriesgaro